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[Paz y prosperidad]

En plena tarde, el suelo pavimentado quemaba y los animales renegaban de pasear.

El sol colgaba de forma desoladora, azotando en todas direcciones como un experimentado navegante.

Quién en un segundo juzgaría a través de agua dulce o salada a través de su olor característico, sin sudar una sola gota.

Caso sumamente contrario a un joven quien hacía ejercicio solitariamente en su patio.

Un 'boing', dos 'boing', tres 'boing'

Sobre un brazo practicaba flexiones, bajaba cuidadosamente, su pecho llegando hasta el fondo.

Su expresión no alternaba, manteniéndose serio ante cada repetición.

Se encontraba en un estado de semi-desnudez, contando con las necesarias para cubrir sus zonas íntimas.

Los rayos solares se reflejaban en el sudor que cubría su cuerpo delgado y tonificado, construyendo una escena deslumbrante

El rostro del joven estaba cubierto por su pelo desatado rociado en sudor. Siendo sus ojos no apreciables hasta que levantó la mirada a dar por finalizada sus series de flexiones.

Ante cualquiera, se presentaron unos ojos morados desprovistos de desgana.

Era Federick, quién en su vida pasada fue un aficionado comprometido al deporte y el ejercicio físico.

Por lo cual a través de la información obtenida por parte de su sistema, halló la motivación para entrenar a tan temprana edad.

Su entrenamiento consistía en uno bastante simple, basado en calistenia básica. Utilizando solo su peso corporal, llevaba a cabo ejercicios convencionales.

El calor era insoportable, su cuerpo estaba repleto de sudor y sus músculos estaban tensos; Aún así, su expresión no se degradaba a una de molestia o pereza.

Su mentalidad era superior a la promedio, convirtiendo el estrés de la situación en satisfacción. Una habilidad que había dominado en su vida pasada.

Cuando finalmente la sombra de un árbol lo cubrió, fue terminó su ronda de ejercicios. Estaba satisfecho e incómodo.

La causa de su incomodidad era el sudor, remanente de su esfuerzo. Hoy probablemente debería tomar dos baños, debido a que tenía equitación y tiro con arco.

Aunque hoy no podría viajar como el viento. Recientemente había fallecido de manera espontánea el caballo que disfrutaba cabalgar.

Pero antes que pudiera tener la oportunidad de abandonar su patio, fue interceptado por una figura femenina. Era su Madre, quién había llegado de sorpresa.

"No sabía que entre los pasatiempos de los jóvenes se incluía el entrenamiento físico. ¿Qué es lo que te ha motivado, mí pequeño Federick?". Comentó Perla con una ligera carcajada.

Su mano cubría ligeramente sus labios. Sus brazos delgados y bronceados.

"¡Madre! Tu belleza me ha cautivado... La motivación es sólo secundaria". Respondió Federick, bromeando.

"Bribón...Tu abuelo no es suficiente para cumplir una identidad de autoridad". Dijo Perla en un suspiro.

"Pero para eso estoy yo". Prosiguió.

...

Federick se encontraba renovado, sus músculos recuperándose. Su cabello se pegaba a su rostro, nuca y cuello; pero no debido a sudor, sino que había tomado una ducha.

Su madre lo había obligado inmediatamente, ya que no disfrutaba su apariencia "extravagante".

Finalmente se encontró con ella en el comedor, luego de elegir sus prendas. Su gracia era incomparable, con una postura refinada, leía un libro entre sus manos delgadas.

"El opositor" era su título. En la portada, la imagen de un individuo harapiento.

"Aún no sé cómo ese libro logró ser comercializado". Comentó Federick.

"¿Mhm? ¿Te has lavado detrás de las orejas?". Dijo Perla con una sonrisa.

Federick no se sonrojo ante esa mención, tomando asiento junto a su Madre.

"Un plebeyo liderando una revuelta contra los nobles locales, es verdaderamente... Innovador". Dijo Federick sarcásticamente.

Perla halló extraño el tono utilizado por su hijo. Dirigió una última mirada a la página, para voltear en su dirección.

"Cuando realizamos un análisis, el primer paso es dirigir nuestra atención a la información proporcionada. ¿No hallas extraño el tono cobrizo de las hojas?". Dijo Perla, intentando sembrar incertidumbre.

Intento que obviamente falló, a través de los ojos resueltos del joven.

"¿Por qué debería interesarme?". Comentó Federick de forma "lógica".

"A veces eres bastante estupido, hijo mío". Dijo Perla con una sonrisa excelsa.

Antes que Federick pudiera refutar, ella prosiguió con excelencia.

"El libro es una crítica desde una perspectiva social-politica, de la mano de una talentosa escritora. Aunque lo obtuve, eso no significa que sea públicamente comercializado; En realidad, fue escrito en un reino lejano y finalmente llegó a mí". Dijo Perla riendo ante la ingenuidad infantil de su hijo.

El libro "El opositor" fue escrito por una mujer. Inari, de la dinastía Ary'va: El tortuoso camino de un esclavo de guerra, de una nación destruida. Cuando logra su libertad, cambia su identidad y se enfrasca en una lucha política de proporciones épicas; finalmente logrando su cometido, sustituyendo a la realeza por su apellido, creando una era de paz y prosperidad.

...

En unos campos abiertos, los árboles eran abundantes pero no intrusivos. Se escuchaba un golpeteo feroz, que sacudía la tierra.

Como una bestia divina, un corcel pasó corriendo prodigiosamente. Sus músculos fuertes, sobre su lomo, un hábil jinete.

Perla estaba montando sobre un corcel blanco, que combinaba con su figura y vestiduras.

Federick sobre un caballo negro e imponente. A pesar de los reclamos de su Madre, había logrado su intención de elegirlo como su montura.

Federick no tuvo que cancelar la equitación programada, ya que Perla disfrutaba del deporte. Desde su niñez hasta su adultez, había sido una aficionada.

Sus caballos se encontraban trotando, respetando el estado de ánimo sereno de sus jinetes.

Su exploración duró bastante tiempo, recorriendo diferentes terrenos, irregulares o fangosos, se aventuraron temerariamente.

"El tiempo es efímero contigo al lado, Madre".

Perla recibió una punzada en el corazón, pero dispuso su mejor sonrisa.

"Por eso, hijo mío. Si el tiempo fuera más largo..." Dijo Perla con pesar.

"Aunque no me imaginaria recorrer todos estos terrenos sin Timothy 2". Dijo Federick mientras acariciaba al caballo.

Ante está demostración, Perla rió al punto de formar pequeñas lágrimas en sus ojos.

"Los caballos de la familia son bien alimentados, entrenados y cuidados. Reciben un trato noble desde la infancia". Respondió Perla con una sonrisa.

"Un trato mejor que a los campesinos". Dijo Federick con una sonrisa imperceptible.

...

Luego de una carrera a toda velocidad de cien metros, los caballos de Perla y Federick descansaban.

"Los caballos fueron mis fieles amigos durante mí juventud". Perla comentó a la ligera.

"Pero especialmente el viento, mí acompañante". Terminó Perla con una sonrisa.

"Timothy falleció hace poco". Dijo Federick.

"¿Oh? ¿Quién era 'Timothy'?". Expresó Perla con sorpresa e intriga, recordando su anterior intercambio de palabras.

"Timothy era mí corcel. Murió espontáneamente". Siguió Federick.

"Qué lástima... Si estuviera cerca, dedicaría todos mis esfuerzos en intentar salvarlo". Dijo Perla con tristeza, intentando consolarlo.

"Sería muy difícil; Le faltaba su cabeza". Dijo Federick pensando seriamente.

Ante esto, simplemente recibió una mirada incrédula y tonta de su Madre.

"Hijo, ¿cómo es posible que haya estado decapitado si fue muerte espontánea?". Preguntó Perla con incredulidad.

"Es lo que me dijeron".

"..."

Pero surgió una figura que interrumpió su conversación. Se acercó airado al bajar de su caballo, con una apariencia desordenada.

"Señorita Perla, gracias a la Diosa que es usted. Clamó por su benefactora acción; Ocurrió un accidente y un descendiente salió herido de gravedad". Expresó desesperado el hombre.

Está repentina interrupción tomó por sorpresa a Perla, pero quién no dudó en aceptar y ayudar.

"Guía el camino". Dijo mientras montaba su corcel.

"Hijo, quédate atrás, no te muevas de este sitio. Mamá ya volverá". Comunicó rápidamente Perla mientras se alejaba.

Federick esperó durante unos minutos, hasta que una sombra cubrió su cuerpo entero. Una sombra gigante, perteneciente a un gigante.

"Yo maté a tu caballo".

La voz era profunda e inflexible.

Yo maté a tu caballo... Porque no me diste piedras de poder.

¡Gracias!

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