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[Mercateth]

La naturaleza era diversa, multilineal como el destino. Su expresión, cuasi-infinita.

Innumerables especies conviviendo o participando en la cadena alimenticia. Feroces o amables, dependía de su alrededor y evolución.

Inteligentes o instintivos, inertes o pulsantes. Su dureza o flexibilidad. ¿Era posible la rebelión?

Raíces que se abrazaban o destronaban.

"Una realidad multifacética". Se pronunció una voz grave.

El sonido de batir era constante. Acompañado con un canto producido por un ligero silbido.

Los rayos del sol traspasaban levemente a través de las cortinas. El clima era ideal, abrazando el agrado de todos.

Perla se hallaba preparando el desayuno, en una pequeña cocina incorporada al hogar de Federick. Ya había hecho el pedido de los ingredientes con antelación, el día de ayer.

Había decidido compartir una noche con su Pequeño Fe, por lo que había preparado planes para satisfacer su estadía.

Un fragante y sabroso desayuno. Calculando, despertaría a su hijo en unos veinte minutos.

Quién dormía plácidamente.

"En la antigüedad, se postergó la calamidad. La cara del mal, no era apropiada... El karma necesitaba ser disuelto". Se volvió a repetir la voz grave.

Perla hizo acto de sordez. Su ligera sonrisa no cambió, al su ambiente permanecer en un sereno silencio.

El batir de Perla prosiguió como la suave respiración de Federick...

Con una sonrisa satisfecha, ante ella de presentó un suntuoso desayuno, digno de la realeza.

El mantel era de lino blanco crujiente, adornado con intrincados adornos de encaje y brillantes copas de cristal. Los platos eran de porcelana fina, pintados con delicados motivos florales y adornos dorados. La vajilla de plata era pesada y ornamentada, pulida como un espejo.

Sí, se había preparado detalladamente.

La estética no se degrada a debido a la comida, siendo un festín. Huevos esponjosos, cocinados en su punto justo, acompañados con panqueques bañados en queso.

Gruesas rebanadas de pan tostado glaseadas en huevo acompañaban a una selección de fruta fresca, que incluía jugosas fresas, arándanos regordetes y naranjas ácidas.

Un humeante té y una jarra de zumo de naranja recién exprimido completaban la comida, junto con una selección de mermeladas, conservas y miel en delicados tarros de cristal.

Si Perla no hubiera tenido la disciplina de entrenarse al extremo, probablemente debería sorber su propia saliva.

Se dispuso a despertar a su hijo. Se dirigió a él en puntillas de pies, con movimientos suaves y delicados.

Sobre la cama dónde la noche anterior había descansado, se alzaba tétricamente una figura joven.

Inerte y sentado, en su rostro no se expresaba ninguna emoción. Su piel pálida hacia combinación con sus delicados rasgos, quienes se degradan alrededor de sus ojos rojos.

Sus iris eran de un profundo rojo, invadida por inextinguibles hebras.

Los dos pares de ojos rojos, nunca hicieron contacto visual. La imagen no se reflejó, y su sonrisa no se degradó.

Con un ligero abrazo, batió dos veces su figura imperturbable. Llamando a la repetición, dos veces llamó a sus oídos: "Federick".

Con un shock en el pecho, Perla se despertó violentamente. Su respiración discordante. Sus manos temblaban, ante el suave contacto de su cuerpo con las telas que la tapaban.

"Madre". Llamó una voz.

"El desayuno está listo". Federick dijo.

Su figura le daba la bienvenida a su madre con una sonrisa.

...

Federick y Perla se encontraban degustando de un té. Bajo la sombra de un árbol, disfrutaban de la frescura en el jardín.

Los olores volaban, y las abejas eran ocasionales.

Los pájaros cantaban, mientras ellos se mantenían en silencio gozando del mismo. Federick le daba miradas ocasionales, formulando su oración mentalmente.

"¿Necesitas algo?". Perla preguntó ocultando su sonrisa con sus manos.

"Madre... Es respecto a Padre. Necesito comunicarme con él". Federick dijo con una voz ligeramente aguda.

"Me encomendó algo. Cuando lo cumpliera, me pidió que lo buscará... Pero, no sé cómo". Federick dijo, ocultando su barbilla.

Perla asintió con la decepción brillando en sus ojos.

"Acaso me quieres abandonar, Pequeño Fe". Perla comentó con humor.

"Sabes, Federick... Increíblemente pero cierto, la venganza es un ideal que pesa sobre varias cabezas". Perla dijo suspirando.

Federick únicamente le concedió una mirada curiosa, sin entender su punto.

"Pero tú, tú eres diferente, el fruto entre mí y tu padre... La venganza en cambio, es como una fruta venenosa: al principio puede saber dulce, pero al final conduce a un amargo sufrimiento".

"¿Venganza? Hay muchas novelas que mantienen ese punto como central". Federick dijo con palpable inocencia entre sus palabras.

Perla le concedió una pequeña sonrisa.

"Sí... El mal es humano, intrínseco en nosotros. Fácilmente representado". Perla mencionó, pero fue interrumpida instantáneamente.

"¿Incluso tú, Madre? ¿Tú también sufres de este mal?". Federick preguntó con curiosidad.

Perla desparramó el cabello de Federick ante su curiosidad.

"Pero no por ello decides

perpetuarlo. Cuando buscas venganza, no eres mejor que la persona que te hizo daño. Lo único que haces es continuar el ciclo de violencia y daño".

"¿Pero no merece ser castigado el malhechor?". preguntó Federick.

"El castigo no es nuestra responsabilidad". Perla susurró en los oídos de su hijo.

"El castigo no es preventivo, por su realidad de valor y consecuente. Por otro lado, tu responsabilidad es mantener a la virtud como responsabilidad".

"Bien, Madre. Entiendo... Ser virtuoso como el abuelo. ¡Lo he escuchado de muchos!". Federick dijo con una expandida sonrisa.

"Eres bastante inteligente, pero no es simplemente inválido, por lo que recuerda: Cuando abandonas el deseo de venganza, no estás perdonando el mal que te hicieron. Simplemente eliges liberarte de la carga de odio e ira que te has impuesto".

Federick asintió pensativo, considerando las palabras de Perla.

"Pero, ¿cómo puedo liberarme de esa carga? Se oye bastante opresiva". Federick preguntó curioso.

Ante esto, ella miró en dirección al horizonte lejano.

"Puedes liberarte practicando el perdón". Perla dijo.

"Perdonar no es fácil, pero es la clave de la paz. Cuando perdonas, no estás diciendo que lo que te hicieron estuvo bien. Simplemente eliges liberarte de la ira y el resentimiento que te ha causado. Eliges soltar la carga y seguir adelante". Perla finalizó sin carga alguna sobre sus hombros.

Federick decidió sabiamente permanecer en silencio. Era claro el cómo su Madre había evitado el tema respecto a su padre, por lo que decidió en no insistir.

La atmósfera incómoda no permaneció por mucho tiempo, extinguiendose con bastante rapidez. Pasaron las horas con naturalidad y la ida de Perla llegó.

Se despidió entregándole un beso a la frente de su hijo. Con unas últimas palabras, sin promesas.

Mientras se iba con gala, escuchó las últimas palabras de Federick.

"Espíritu férreo, reposado en pequeñas criaturas. Volador, sin límites impuestos. Numerosos, compartiendo sentimientos. Recorriendo millas sin fin, la voluntad prevalece, ante el acompañamiento en el sentimiento".

Miró a la dirección dónde apuntaba el dedo de su hijo, logrando observar una pequeña bandada.

El cielo estaba descubierto.

El sol brillaba en lo alto, proyectando un cálido resplandor sobre los extensos terrenos de la mansión.

Terrenos verdes.

Donde en el aire se respiraba el dulce aroma de las flores y el suave trinar de los pájaros, creaban una atmósfera de paz que envolvía a una familia en serenidad.

El padre, era una figura alta y regia de rostro amable, quién estaba sentado en un cómodo sillón a la sombra de un gran roble.

Vestía una camisa de lino y unos pantalones claros, adecuados para el clima cálido.

A su lado, su esposa se relajaba en una silla a juego, sin que su elegancia se viera alterada por el ambiente informal.

Llevaba un hermoso vestido de verano en tonos pastel y su pelo estaba perfectamente peinado a pesar de la informalidad de la ocasión.

El hijo mayor, un joven de mandíbula fuerte y ojos penetrantes, jugaba junto a sus dos hermanos pequeños en el frondoso césped.

Sus risas y bromas amistosas llenaban el ambiente, salpicado por el sonido de sus actividades físicas.

Los dos hermanos menores, un niño y una niña, vestían un simple pero cómodo atuendo a combinación.

Cuando sus energías llegaron a su fin, los hijos de la familia se reunieron, con los rostros enrojecidos por el esfuerzo del juego.

La madre sirvió vasos de limonada de una jarra, mientras el padre hablaba de un tema informal.

El hijo mayor contaba anécdotas de festividades, con los ojos sonriendo. Los dos hermanos pequeños escuchaban atentamente cada palabra de su hermano mayor.

Cuando el sol empezó a ponerse, los menores decidieron dar un paseo por los jardines, disfrutando de la hermosa flora y fauna que les rodeaba. Caminaron cogidos de la mano, llenando el aire de risas y conversaciones mientras disfrutaban de la compañía mutua.

Sus ojos brillaron de la sorpresa, al observar la hermosura de un espécimen alado. El cual, libremente aleaba en dirección contraria a su estancia.

"Hermano, mí sueño es algún día poder volar". Comentó la niña.

"Debes tener mayores ambiciones". Dijo el niño de forma jactante, pero secretamente admirando al ave.

El ave con ojos de águila, observó atentamente sus inmediaciones desde su posición.

La mansión era una gran construcción.

El jardín era una obra maestra de lo natural.

Y en la entrada a la estancia, colgaba un cartel ostentosamente adornado con el apellido: "Mercateth".

En paralelo, Federick observó con atención su copa, quién mantenía en su interior un vino ardiente y burbujeante.

Con una sonrisa, tomó un sorbo.