—Eres un tesoro. Nunca lo olvides —Íleo dijo con preocupación en su voz y besó su frente.
Sus labios se entreabrieron. Nadie le había dicho eso y hoy él la hizo sentir como tal. ¿Por qué le gustaba estar cerca de él y descubrió que no se alarmaba en absoluto ante la perspectiva? Se sentía... natural.
Sus dedos acariciaron su barbilla y rozaron su nuca. —Tus padres lucharon valientemente, pero siento que hay más de lo que parece sobre Aed Ruad. Siempre me da vibraciones extrañas de él. Es solo que no puedo entender qué es lo que está mal con él.
Anastasia respiraba con dificultad contra su pecho. —Yo tampoco. Mi madre luchó valientemente junto a mi padre, pero no fue suficiente... Aed Ruad es demasiado fuerte y cruel. Alguien lo apoyó ese día, y no he podido descubrir quién —inclinó la cabeza hacia atrás y rozó su rostro—. Yo— extraño mucho a mis padres. Estaban locamente enamorados el uno del otro —se detuvo un momento para contener el nudo que se formaba en su garganta.
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