Fue el paso del tiempo el que le devolvió a Abel la suficiente cordura como para saber que no podía seguir riendo histéricamente y debía afrontar el problema que tenía por delante, o sino probablemente no saldría con vida de esta.
Tras tranquilizarse, Abel ignoró al hombre sonriéndole en la ventana y volvió a la habitación en donde se encontraba el cadáver del Mártir. Ya en la habitación, Abel hizo todo lo posible para ignorar el cadáver a su lado y levantó los dos dibujos en el suelo, el que no tenía nada escrito lo guardó directamente en su bolsillo, mientras que el que tenía el mensaje el joven lo sostuvo unos cuantos minutos en sus temblorosas manos sin tener la voluntad para releer las palabras escritas en este mensaje.
—Si estoy en otro mundo, entonces no tengo dudas que mi hija está en alguna parte de este mundo…—Murmuro Abel sosteniendo el papel con dificultad—Pero si estoy en otro mundo ya no puedo salvarla, mi hija está muerta y tu lo sabias perfectamente. Entonces, por qué me pides que le busque respuestas a preguntas que nunca me hice antes de venir a este condenado lugar.
Tras decir esas palabras Abel dejó de ignorar el cadáver a su lado y lo miró con pena, su olor putrefacto hace tiempo lo había sentido, pero tras volver a mirarlo fue que Abel tomó la decisión que probablemente fuera la más sensata, por lo cual comentó con firmeza mientra sostenía el papel arrugado en sus manos.
—Se perfectamente bien porque tenías muchísimas preguntas y ya me entere de demasiadas formas que en este lugar se hallan las respuestas que tanto buscabas, pero esas respuestas solo contestan a las preguntas del pasado, Abel, y no podes vivir en el pasado toda tu vida, hay que dejarlo atrás, escondido y abandonado en un lugar donde no nos duela y de tal forma nos permita volver a comenzar todo de cero. Y si de algo estoy seguro, Abel, es que esas respuestas no nos van ayudar a comenzar de nuevo, no podría comenzar de nuevo si por casualidad me enterara que yo escribí esas cartas, no podía empezar de nuevo si supiera que yo soy el gran culpable de terminar con las vidas de las personas a las que amo, no podria vivir esa vida y si realmente somos la misma persona, entonces se que tu tampoco podrías hacerlo. Por lo que no me culpes por las decisiones que estoy por tomar, simplemente no quiero terminar empalado como este chico, o aun peor que mi propia muerte es que le temo a descubrir que yo fui el responsable de todo los grandes accidentes de mi vida, porque eso es lo que son, Abel, accidentes, cosas que pasan, nuestros acto no fueron lo que provocaron que el destino nos cagara la vida una y mil veces. Culparte a tí mismo solo te llevo a tener que soportar este infierno y yo no voy a cometer el mismo error, se que la vida se a burlado de ti , tambien se que la vida se esta burlando de mí en este momento y soy consciente de que la vida ser morirá de risa de mí en el futuro, pero tómatelo con gracia, Abel. Se un payaso y no un pobre chico que vive afligido por los problemas que pasaron, que pasan y que pasaran, no permitas que la vida te transforme en el hazmereir de los dioses que sin amor alguno nos olvidaron. Gracias por salvarme de este lugar, Abel, pero no puedo hacer lo que me pides, lo he decido: Yo me voy de Golden Valley, Abel, y pase lo que pase no voy a permitir que la pena y el odio hacia la vida sea lo que me traiga de regreso a este sitio.
Tras decir eso Abel abrió la carta y con toda la seriedad del mundo leyó el mensaje escrito en la misma. Acto seguido, el viudo rompió un trozo del papel y metiéndolo por la abertura en la boca del cadáver de Martin, Abel logró empapar el trozo de papel con algo de sangre. Sin darle mayores vueltas al asunto, Abel usó la sangre para escribir en el mensaje, dejando escrito el siguiente mensaje:
"Querido Abel Neumann:
Ha pasado mucho tiempo y sin lugar a duda deben ser muchas las preguntas que debes querer realizarme y más aún son las preguntas que deben surgirte luego de leer esta carta. Lo cierto es que no tengo las respuestas de dichas preguntas, pero conozco el sitio a donde puedes encontrarlas.
Ven a buscarme en Golden Valley, en la mansión de los Fischer.
Espero que podamos volver a encontrarnos pronto.
Sarah Fischer"
Abel leyó la carta completa con cuidado y comento:
—Hace tiempo que perdí la cordura como para andar siguiendo las instrucciones de un supuesto yo en el pasado del cual no tengo el mísero recuerdo, pero si esto de verdad hacer esto me salva, solo le pido a dios que nadie en el mundo tenga este nombre y que no haya una sola alma condenada por mi desesperado deseo de tener otra oportunidad de vivir…
Como era lógico, el viudo no escribió ningún nombre conocido y mucho menos el de un familiar, por lo cual su mayor consuelo es que en parte esto era una gran locura, un juego macabro hecho por unos dementes y ahora le tocaba jugar su rol para sobrevivir, mientras que por otra parte, si todo era verdad entonces esta persona tal vez no existía y capaz de tal forma nadie tendría que salir condenado.