2 Caos en Mikadea

Actualidad. Narrado por Kiharu.

El susurrar que produce el viento al rozar las copas de los arboles llegan sutilmente bajo aquel nostálgico atardecer, la ligera frescura del jardín acaricia nuestros rostros en un agradable vaivén lleno de emociones. Aquí tras el Palacio me veo acompañado de los Mikadeanos más importantes del planeta: élites, gobernantes, generales y la corte de la realeza. Todos estamos aquí, frente a una gran placa conmemorativa que lleva gravado el nombre de los caídos, que murieron en el último ataque de los Crooler; es hoy cuando nuestro planeta completa una órbita exacta desde aquel día, y por tal razón, estamos recordando a los caídos, nuestros héroes, nuestros amigos que han dado su vida por Mikadea.

Cada familiar horna a su ser querido dejando un objeto sumamente predicado, y entre ellos está Ashtaria y Handul.

—Mamá, he tardado en terminar de leerlo —Ashtaria sostiene aquella vieja tableta 3D en sus manos—, fue difícil siquiera abrirlo, pero sabía que tenía que hacerlo.

Mientras le veo dejar aquella tableta dentro de la cápsula, veo como una lagrima se desliza por su mejilla, aprieta sus labios para ocultar su sollozo y mantiene su mirada en alto. No quiero que se sienta sola, así que decido ir con ella, y tras su espalda la rodeo con mi brazo sobre sus hombros.

—Ashtaria, tu madre estaría orgullosa de ti, te has convertido en una gran mujer —le digo en tono bajo mientras limpio sus lágrimas con mi otra mano.

A mi lado se para Handul, al igual tiene algo preciado que ofrendarle a la reina. Es aquella cinta roja de cabello con el que siempre ha atado su largo y plateado cabello, hoy lo lleva suelto. Al agacharse para dejar su ofrenda deja caer parte de su cabello sobre sus orejas como si intentara ocultar su rostro de los presentes.

—Mamá, esta es la cinta con la que me ataste el cabello esa misma tarde —su voz quebradiza sacude hasta el corazón mas firme.

Y así, la noche nos alcanza, luego de terminar con los protocolos de conmemoración nos despedimos de los presentes y regresamos a nuestras actividades nocturnas.

—Es hora de regresar a lo nuestro, Kiharu —cuando Ashtaria dice «lo nuestro» no se refiere a alguna actividad sexual, se refiere a que ambos compartimos una gran prioridad, buscar una salvación para Mikadea.

200 eclipses después de la muerte de la reina, mi padre pudo descubrir en sus investigaciones que nuestra estrella estaba próxima a una expansión, que calentaría nuestra atmósfera tanto que podría destruirla, y si no hacemos algo pronto el calor empezará a ser insoportables.

En ese entonces, mi padre, junto con el trabajo de algunos científicos, pudo encontrar entre sus investigaciones nuestra única salvación; cubrir la atmósfera con un escudo protector. Este escudo necesitaría de varios minerales escasos en Mikadea, entre ellos uno muy especial y difícil de encontrar, le llamamos oro.

Y aquí estamos, en el laboratorio de investigaciones espaciales, de pies frente a altos monitores holográficos, continuando con las investigaciones de mi padre y trabajando junto a un increíble equipo de científicos. Estamos intentándolo todo y llevando el trabajado al exceso… Gran parte del tiempo terminamos sumergidos en estrés e impotencia ya que no logramos avanzar. Llevamos mucho tiempo estancados en la búsqueda de un planeta con el oro necesario. Nos queda tan poco tiempo, el oro tiene que ser encontrado antes de que llegue el próximo eclipse con Luham.

—Kiharu, si alguien pregunta por mí, le dices que fui a buscar unos informes en los salones de abajo. No demoro —me dice Ashtaria mientras se levanta de su escritorio.

—Ok, listo —respondo asintiendo.

Volteo la mirada y me encuentro con un equipo perdido en la agonía y sí, comprendo que mi deber es intentar decir algo para animarlos y por ello eso haré:

—Amigos, como ya sabemos nuestra estrella está por alcanzarnos dentro de dos mil eclipses...

—Sí, señor, la gigante roja —uno de mis científicos me interrumpe.

—Señor Kiharu, estamos haciendo todo lo posible para encontrar un sistema planetario, pero ninguno muestra señal de oro —dice otro científico

—Sin el oro… el planeta Mikadea está acabado —este es otro de los científicos, todos están estresados.

Ok, en definitivamente esta fue la peor forma de iniciar una charla motivacional.

—Señores, anim...—puedo escuchar que Ashtaria se aproxima, viene corriendo por los pasillos del Palacio y le escucho gritando mi nombre, mi grupo de científicos también se percata y todos caemos en más preocupación, espero no sea algo grave.

—¡Kiharu, Kiharu, te traigo noticias! —se ve muy conmocionada.

—Ashtaria, ¿Qué pas...

—Las ciudades han entrado en estado de pánico —Ashtaria lo dice en un tono muy preocupante, la tengo frente a mí y la siento algo agitada—, se ha filtrado información del estado actual de nuestra estrella.

—¡¿Qué?!

—Lo escuché de los medios de comunicación, todos hablan sobre ello y ahora el mundo exige explicaciones a los gobernantes —tiene sus ojos dorados clavados sobre los míos—. Kiharu, afuera debe haber un caos total, incluso, escuché de manifestantes intentando entrar al palacio.

—¡Maldición!, Mikadea estaba tranquila... íbamos a resolver este problema sin necesidad de entrar en el caos —ahora yo también estoy entrando en pánico, tanto que termino pasando mis manos sobre mi rostro, siento mucha ansiedad.

Un pequeño sonido invade el lugar, es mi pulsera de transmisión que está notificándome de una llamada entrante. Al activar la llamada enseguida se muestra un holograma con el rostro de mi padre, en tiempo real se puede captar su frustración.

—¡Kiharu!, ya te habrás enterado de las noticias —dice mi padre

—Sí, Ashtaria me acaba de informar.

—Ok, presta atención. Mañana voy a convocar a todos los medios de comunicación para reunirme con ellos en el podio del centro de la ciudad, así que ve preparándote porque mañana irás conmigo, quiero que des un informe de los avances de tus investigaciones.

—O-ok, padre.

—Después de salir del podio vamos a reunirnos con la élite, sé que Ashtaria está contigo, hazle llegar el mensaje.

—Ok, yo le digo.

—Bien, estoy algo ocupado. Nos vemos mañana, hijo —la transmisión se cierra y seguido doy un gran suspiro.

—Reunirá a la élite... Supongo que mi padre quiere revaluar la situación ahora que todo el planeta conoce de la crisis.

—Sí, es lo más probable.

—Bueno, vamos a tener que trabajar hasta muy tarde —le digo en voz baja—. El sistema planetario que tenemos como posible candidato no tiene el suficiente oro para cubrir toda la atmósfera de Mikadea, todos aquí están conscientes de eso.

Ashtaria me asiente y aparta sus ojos de los míos para dirigirlos al grupo de científicos. Antes de intentar decirles algo realiza una profunda respiración tratando de tranquilizarse y luego se aclara la garganta y dice:

—Ok, señores, ¡que los sensores de oro no se detengan, aún tenemos muchos sistemas que escanear! —Ashtaria ha logrado lo que yo no, solo hace abrir la boca y todos se animan, ella es perfecta en su trabajo, mi mejor pilar y mi mano derecha—. ¡Hoy vamos a pedir comida para todos, el líder paga! —cuando ella sonríe, todos se iluminan, no es solo su belleza, es que cuando ella está feliz el ambiente gris se llena de color—. ¡Kiharu, reacciona! ¡¿Qué haces ahí parado…?! Te estamos esperando, ve a comprar la cena —lo dice mostrando una tranquilizante sonrisa.

—Ah, sí, sí... Voy.

—Genial, no esperaba menos de ti.

—Espera... ¿comprar qué?

Tanto Ashtaria como el resto de los científicos han soltado la risa, pues sí, me agarraron en los cinco minutos de estupidez.

—Los dispensadores de comida del Palacio están inhabilitados... ¿Dónde voy a conseguir comida a esta hora?

—Vamos, yo te acompaño —me toma del brazo y me lleva con ella.

Vamos caminando por los pasillos del palacio, todo está oscuro y desierto; en ciertos momentos, fijo la mirada en ella para contemplar su pálido rostro y aun en la tenue oscuridad luce hermosa, y es que la poca luz que se atraviesa por los ventanales le asienta muy bien, es iluminada por dos brillantes satélites que le dan ese aura místico y radiante, podría atraparla justo ahora y confesarle todo, pero no es el momento.

—Estabas tan preocupada y de repente te transformaste y animaste a todos... ¿Cómo es que puedes lograr eso?

—No he dejado de estar preocupada, aun así tenía que mostrar mi mejor cara para animarlos, después de todo, también soy líder.

—Como líder soy fatal —lo digo en un tono deprimente.

—Eso no es cierto... —detiene sus pasos haciendo que yo también me detenga—. Nunca nos hemos rendido y eso es gracias a ti, Kiharu. No solo das esperanzas, das fuerza y también muy buenas ideas —continúa caminando adelantándose de mí y yo la sigo—, así que cambia esa cara y preparémonos para salir del palacio, de seguro afuera deben estar esperándonos con antorchas.

Enseguida desintegramos el diseño actual de nuestras ropas y activamos el modo defensa de los nanotrajes que llevamos puestos para que así nuestros cuerpos se cubran con uno de los metales más resistente que se ha tenido Mikadea, nanopartículas metálicas de color negros, solo la élite tiene acceso a esto, cuando estamos en este modo usamos estas partículas solo para proteger nuestro cuerpo y atacamos sin armas, o sea, a puño limpio.

Al salir del Palacio espero recibir una noche caótica con despliegues de naves de la fuerza armada, disturbios en las calles, saqueos, heridos, antorchas, pero no, todo está tranquilo, la calle está en su normalidad habitual, estamos bajo el portón principal del palacio y nadie intenta apoderarse de él.

—¿Ashtaria, no estaba la ciudad en pánico y los manifestantes con antorchas?

—¿Será que escuche mal? —desliza su mano sobre su plateado cabello y observa a su alrededor con una mirada confusa.

Parece que aún no aprendo, siempre caigo en las exageraciones de Ashtaria, es una chica demasiado alarmista.

—Me prometiste caos y ahora me he quedado vestido y alborotado —digo mientras contemplo la ciudad.

—Alégrate, al parecer todo está en orden —me sonríe algo apenada y yo le regalo una sonrisa compasiva.

Bajo la tranquilidad de la noche me llega una notificación del brazalete de transmisión, la activo y automáticamente se muestra un holograma del rostro de uno de los científicos del laboratorio.

—¡Señor Kiharu! ¿Aún está cerca del Palacio?

—¿Sí, por qué? estoy en el portón de la entrada.

—¡Señor Kiharu, los monitores han detectado a un invasor!

—¡¿Qué?!

—Viene directo hacia nosotros, sobre el palacio.

—¿En cuánto tiempo están aquí?

Puedo ver que Ashtaria ha puesto toda su atención en algo que ha encontrado en el cielo... Se ve muy asustada.

—Están aquí... Justo ahora —dice Ashtaria en un tono bajo y temeroso.

—Viajan más rápido de lo normal, ya debería verse a simple vista, señor.

Aun con la transmisión encendida subo la mirada y sí... es cierto. Una nave se viene acercando y la vemos cada vez más grande. Apenas los ciudadanos se están enterando de lo que se está iniciando.

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