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Si hay una vida después de esta...

Prólogo

Vine a Comala a comer unos tacos...

Así es, me enteré que una taquería a la cuál venía en mi niñez, volvió a abrir recientemente. Lo único malo es que no está en la ciudad donde vivo, pero no es nada que un viaje de 40 minutos en autobús no solucione.

Obviamente no es la primera vez que vengo a esta ciudad, es más, diría que vengo bastante seguido, ya que aquí se encuentra la librería que vende la serie de manga que sigo, así que no tengo más opción que viajar cada vez que sale un tomo nuevo; y el día de hoy no es la excepción, finalmente salió el último tomo de esa serie.

Es algo triste terminar algo que has seguido por tanto tiempo, pero también está presente la emoción de ver qué tipo final le dio el autor, y no hay que olvidar la posibilidad de una secuela.

Como sea. Volviendo a lo que estaba diciendo, hoy vine a esta ciudad a comprar el último tomo de mi manga, y pienso aprovechar el momento para poder comer en la taquería de mi infancia. Dicho de esa manera, parece que los tacos quedan en segundo plano, pero la verdad es que esa es mi motivación principal de hoy.

Sin darme cuenta, ya llegué a la puerta de la librería. Ahh, el aroma de los libros, nunca me cansaré de él. Y lo digo en serio. Realmente creo que la combinación del aroma de las hojas impresas, con la frescura de entrar a una tienda con aire acondicionado es una de las mejores sensaciones que el cuerpo humano puede experimentar. Y encima de todo eso, ¡hoy volveré a comer los tacos de mi infancia! Definitivamente hoy será un buen día. Podría ser incluso, uno de los mejores días de mi vida.

Finalmente llegué a la sección de mangas. Veo muchas nuevas series que no sabía que se habían estrenado. Esos malditos, ¿creen que tengo tanto dinero como para seguir más de un manga? Como sea, la compra de hoy implica terminar uno, así que podría echarle un ojo a lo nuevo que hay, puede que encuentre algo bueno por ahí.

Mmm. Aunque realmente no hay nada que me llame la atención. Bueno, no es necesario que comience otra serie de inmediato. Mejor agarro el tomo que vine a comprar y me voy rápido. Tengo una idea más o menos clara del lugar de la taquería, pero tampoco lo recuerdo con exactitud, puede que me tome tiempo encontrarla; tampoco quiero llegar cuando ya hayan cerrado.

[¿Eh, no debería estar por aquí?] Se me escaparon esas palabras de la boca mientras movía unos mangas en el mostrador. A ver, no hay que alterarse, no es la primera vez que me pasa. Tan sólo tengo que ir a la caja y preguntar por el título. A veces pasa que cambian las cosas de lugar, o las tienen guardadas en bodega antes de ponerlas en exhibición. Es uno de los problemas de venir a comprar manga justo en la fecha de salida.

Ahh, pero no quiero hablar con la dependiente, y peor aún, preguntar por un manga. Qué vergüenza. Pero tengo que hacerlo, todo sea por poder leer el final de esa serie.

[Disculpe, ¿me... podría ayudar? Es que no encuentro un libro...]

[Buenas tardes. Por supuesto, ¿podría darme el título del libro?]

[Ehm... Ah. La Leyenda del Maravilloso Robert. Número 23... Por favor...]

Ahh, qué vergüenza da decirlo en voz alta. No, no, no. Ella trabaja en una librería, debe estar acostumbrada a escuchar esa clase de nombres.

Mientras intentaba tranquilizarme con esas palabras, la dependiente puso una cara sorprendida y después soltó una risita. Ahh, me quiero morir.

[Claro que sí. Deme un momento.]

Después de casi un minuto de búsqueda, puso una cara perpleja, y un momento después frunció el ceño. Ah, esto no me gusta.

[Mmm, disculpe. Pero "La Leyenda del Maravilloso Robert" sólo llega hasta el número 22, aquí me marca que ese es el último volumen. No existe un número 23.]

[¿Eh? ¿Está segura? Anunciaron por redes sociales que hoy salía el tomo 23.] Respondí tan rápido que ni siquiera me dio tiempo de pensar en mi timidez.

[Lo siento mucho, pero eso es lo que me marca el sistema.]

[Eh, está bien. Muchas gracias] No hay mucho más que hacer. No sé si se trate de un error con el sistema o algo más, pero no tiene caso seguir insistiendo.

[Por supuesto. Sí hay algo más en lo que pueda ayudarle, tan solo dígamelo. Que tenga un buen día]

Esto es raro. Los otros 22 tomos los compré en esta tienda, y con ninguno de ellos tuve problemas. ¿Será que no les ha llegado? ¿Me habré confundido de fecha? No, pero ella dijo que el tomo 22 era el último. ¿Qué está pasando?

Bueno, ya había dicho que esta no era mi motivación principal. Puedo volver otro día, después de revisar bien las fechas, o incluso buscar en otro lugar. Aunque eso tendrá que ser hasta el próximo fin de semana. Por ahora, vamos a buscar esa taquería. Ay, no puedo aguantar las ganas.

Salí de la tienda algo decaído por no haber encontrado el tomo final de mi serie, pero la idea de volver a probar esos tacos de mi infancia me mantenía en pie. Ahora tengo que encontrar una forma de llegar al Centro. Nunca he ido tan lejos dentro de esta ciudad, por lo general sólo vengo a comprar los mangas y me regreso; pero sé que hay una parada de autobús a tan solo dos cuadras de aquí, desde ahí no debe ser muy difícil llegar al Centro.

Después de caminar esas dos cuadras, tratando de recordar el sabor de los tacos más deliciosos que hay en mis recuerdos, llegué sin problemas a la parada. Ahora sólo queda tomar el autobús correc— Wow.

Sentada, esperando a que llegara su autobús, estaba la chica más linda que jamás haya visto. Un largo y brillante cabello negro, que se veía tan suave y liviano como la seda; el contraste con su piel clara y limpia; unos grandes ojos cafés tan atentos al libro que sus manos sostenían. Espera, ¿libro? ¡Es manga! Es un momento tan bello que casi logra borrar por completo la decepción que pasé en la librería.

Sin embargo, es totalmente imposible para un chico tímido como yo, tan siquiera cruzar palabra con una hermosura como ella. Pero... Tenemos algo en común, ella estaba leyendo un manga. Esta fácilmente puede ser mi única oportunidad de entablar conversación con una chica tan linda como ella.

"En la vida de todo hombre llega el momento en que conoce a la mujer perfecta." Es lo que siempre decía mi padre. Tengo que actuar. Pero, ¿Cómo lo hago? ¿Qué le digo? ¡Ya sé! Algo natural, le preguntaré qué autobús tomar para llegar al Centro.

[H-Hola ¿Qué tal?] Uwah, eso no sonó nada natural. Y, ¿Qué demonios fue ese tono? Maldita sea, esto empezó horrible. Ella tardó un poco en reaccionar, como si creyese que le estaba hablando a alguien más. Pero nosotros dos éramos los únicos en esa parada. Oh no, la molesté en medio de su lectura. ¿Qué tal si primero quería llegar a un punto donde poder parar, para después atenderme?

De cualquier manera, ahora me estaba mirando. No dijo una sola palabra, pero sus ojos mostraban duda, como esperando a que le dijera por qué la había llamado.

[Eh, este, disculpa. ¿Sabes qué autobús debo tomar para llegar al centro?] La expresión de duda en su rostro se incrementó enormemente. Después de pensarlo por unos segundos, respondió. Como si fuera lo más obvio del mundo, y quemándome en todo mi ser a medida que pronunciaba esas palabras.

[Puedes tomar cualquiera de los que dicen "Centro"]

Soy un completo idiota. ¿Qué clase de pregunta fue esa? Por supuesto que los autobuses que van al centro dicen en grande y con colores llamativos "Centro". ¿Qué clase de ciudad sería esta si los autobuses no fueran así?

Al darme cuenta de mi error, y perdiendo toda esperanza de entablar una relación con esta chica, esperé... Esperé en silencio hasta que llegara el primer autobús con dirección al Centro. No me importaba si estuviese lleno y tuviese que ir aplastado por la multitud de gente; quería escapar de esta sensación de incomodidad lo más rápido posible.

Y así, al lado de la chica más linda que había visto en mi vida, con la cuál además compartía hobby, pasé los 10 minutos más largos de mi vida.

Finalmente se detuvo una Combi con un letrero enorme al frente, y escritas, las 6 letras que más dolor me causan en este momento. Bueno, dejemos el drama para después, al bajar de esta Combi estaré a tan solo unos pasos de revivir uno de los mejores momentos de mi infancia. Al abrirse la puerta, me encuentro con una señora sentada y las piernas estiradas, estorbándome el paso. No parece que vaya a moverse, así que tendré que entrar y esquivar sus piernas de algún modo. Sólo queda un lugar disponible en la parte trasera de la Combi, iré bastante apretado.

Como sea, fue más fácil de lo que parecía en un principio.

Casi olvido pagar mi pasaje por estar esquivando a la señora, pero logré recordarlo después de sentarme.

Problema tras problema, comienzo a irritarme, pero aquella taquería de mi infancia es el delgado hilo que me mantiene con esperanza. Me asusta pensar que eso también saldrá mal de algún modo, pero no ayuda en nada ponerse negativo por meras suposiciones, mejor me aferro al lado positivo.

Conforme iban pasando las paradas, la Combi se fue vaciando. Ahora solo estábamos la señora de la puerta y yo. Por un momento hubo un silencio tan grande que no pareciera que estaba viajando en un automóvil de hace más de treinta años, a unas velocidades claramente por encima de las permitidas. Pero el silencio estaba ahí. No era un silencio normal, esos los disfruto; este era incómodo, no sabía qué hacer. Tan solo tenía ganas de gritar.

Pasaron así unos segundos que me parecieron eternos. Pero terminaron abruptamente cuando se volvió a abrir la puerta de la Combi. Y desde ese punto, entrando primero por mi oído derecho, volvieron los sonidos del exterior, el bullicio típico de una calle principal en una ciudad mediana, el sonido de los coches y las voces de las personas; cada una de ellas ocupándose de sus vidas.

Pero contrario a lo que creía, nada de eso fue tranquilizador. Pasé de un estado de incomodidad a uno de miedo. Terror puro recorría mi cuerpo. No es ansiedad, era un miedo más instintivo. Como el de una presa acorralada, observando a su depredador acortar la distancia entre ellos.

Esto, por el hombre que abrió la puerta. A primera vista parecía un hombre normal; solo desentonaba por su piel clara, cabello rubio y altura prominente. Claramente no era de por aquí. Pero había algo más. Lo más obvio, la afilada hoja de la daga que portaba en su mano derecha. Pero más que eso, el mango de esta, o más bien el ojo que se encontraba al extremo, actuando como pomo. Era todo un globo ocular completamente morado, podía verse cómo estaba conectada al resto de la daga, cómo palpitaban estas conexiones, y cómo el ojo volteaba de un lado a otro, observando el ambiente; una imagen asquerosa. Pero lo peor de todo esto era que aquel ojo hacía juego con los del portador de la daga.

Tres espeluznantes y asquerosos ojos morados me observaron por un instante, antes de volver a dirigir su atención a la mujer que se encontraba justa al frente de ellos.

La mujer que llevaba todo el viaje con su celular, por fin puso atención a su alrededor y notó la horripilante figura que se encontraba a tan solo unos centímetros de ella. Le tomó solo un instante recuperar la compostura y, empujando al extraño hombre, logró salir de la Combi y escapar.

Sinceramente quedé impresionado, ya no por el extraño hombre que acechaba la Combi, sino por la valentía o simple estupidez de la mujer, al hacer tal movimiento. Sin embargo, eso me hizo parar por unos segundos, casi perdiendo mi oportunidad de escapar.

Al darme cuenta de ello, corrí hacia la puerta lo más rápido que pude. No sabría decirlo con certeza, pero supongo que se activó mi instinto de supervivencia.

Y aprovechando que el hombre se encontraba tirado en el asfalto, salí de la Combi.

Al ajustar mi vista a la nueva iluminación, vi que las personas que transitaban por esa calle se habían detenido para presenciar la escena. Mas no para ayudar, la gente de por aquí no interviene si no es algo que les afecte.

Ya no había rastro de la mujer, se había esfumado entre la multitud. Así que al ver esa oportunidad, comencé a correr. O por lo menos lo intenté, pero no pude dar ni el primer paso.

Un dolor inmensurable golpeó mi espalda. Sentí el frío de la daga, pero solo duró un instante pues, como si esta me arrebatase las fuerzas, caí al suelo sin sentir dolor alguno. Poco a poco, fui perdiendo la sensibilidad en el cuerpo, dejando de sentir los rasposo del asfalto contra mi piel. Quedando al final solo el frío de las lágrimas que se resbalaban por mi rostro.

No quiero morir.

Aún soy muy joven y, de algún modo, siento que desperdicié mi vida.

Mi vida ni siquiera fue mala, nunca me faltó nada, tan solo... No fue buena.

No hice nada con mi vida.

Y así, en un instante, se me está escapando de las manos...

Ah... Yo solo quería unos tacos.

No, no era eso... Es el recuerdo de mi infancia.

El recuerdo de un buen momento en mi vida, un momento pleno.

Por favor... Solo quiero una segunda oportunidad...

Si realmente existe un Dios y me está escuchando en este momento, solo te pido que... Si hay una vida después de esta, haya tacos en ella.