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Responsabilidad Social

Siempre he creído que cuando alguien reacciona por instinto, es porque al menos alguna parte de sí mismo desea actuar de esa forma; aun así, hay ocasiones en las que realmente no encuentro una razón por la que yo haya querido actuar como actué. En serio, no sé en qué parte de mi cabeza cupo que sería buena idea poner mi mano en el hombro de ese muchacho y preguntarle si nos habíamos conocido antes, y darme cuenta de que era "ese" chico. Me miró durante un par de segundos con la misma expresión que usarías para mirar a alguien que acaba de preguntarte seriamente que si el agua moja, y me respondió:

– ...Sí?

– ¿Puedo saber dónde?

– Uh, en el asilo de ancianos al sur del parque central, voluntariado de recaudación de fondos de la universidad para alguna obra de caridad de los ancianos de la que no me molesté en averiguar nada, hace dos años. ¿Porqué te interesa ahora?

Su respuesta me dejó confuso por un momento, y entonces recordé algo.

– Eres el tipo que me estuvo escribiendo por un tiempo después de ese día, cierto? Primero fue un par de fotos mías y luego... Ugh, ya no recuerdo.

– Ni lo intentes, esos mensajes sólo sirvieron para drenar mi dignidad y autoestima poco a poco.

– ¿Porqué dejaste de escribirme?

– ¿Eres idiota o finges serlo? Nadie en circunstancias normales seguiría escribiendo a un tipo que te ha ignorado por 4 meses después de haber enviado una disculpa hecha en China por previamente haberme ignorado por 2 meses. No estaba tan desesperado y mi dignidad estaba ya agotada.

Me tomó por sorpresa, y en ese momento fue que recordé de golpe quién era el muchacho, y me inundó la culpa y vergüenza por cómo lo había tratado a causa de mi desinterés y despreocupación con los que lidiaba con casi cualquier relación humana.

Volvamos atrás un par de años en el pasado; terminaba mi segundo año de universidad, y ocurrió que tuve que participar en una actividad de servicio comunitario. Yo y varios de mis compañeros decidimos organizar una recolección de fondos para un asilo de ancianos que un par de compañeros conocían, y que aparentemente había sufrido un corte de fondos recientemente. Recolectamos dinero por un par de semanas por diversos medios y fuimos a entregarlo un sábado por la tarde. Ese día planteábamos no sólo entregar el dinero, sino animar a los ancianos y hacerles una auténtica visita. Llevamos incluso varios juegos de mesa, y nos instalamos en varias mesas a las que los ancianos se acercaban a jugar y conversábamos con ellos. Eventualmente aparecieron para participar también personas que visitaban a sus familiares que residían en el asilo; el muchacho era una de esas personas.

Ya no faltaba mucho para finalizar la visita y una gran parte de los participantes ya se habían retirado; fue ahí que se me acercó y me pidió un juego. Se llamaba Ose, era 3 años menos que yo y al parecer visitaba a su abuelo ese día. Nadie más vino a mi puesto de juegos, así que estuvimos jugando y hablando por media hora antes de despedirnos. Disfruté la charla, pero Ose irradiaba un aura de nervios que me ponía bastante incómodo, así que sepulté el tema en el baúl de cosas que olvido en una semana y seguí con mi vida.

Dos días después recibí un mensaje de un número desconocido: era Ose, y me enviaba algunas fotos que había tomado de la visita al asilo. No voy a mentir, fueron útiles desde que nosotros como anfitriones no logramos tomar muchas, pero sentí extraño que más de la mitad eran fotos mías. Luego de eso hablamos con cierta normalidad, pero poco a poco fui perdiendo el interés. Pasaba cada vez más tiempo sin responder mensajes, y Ose parecía desesperar, o más como si le resultará normal que no le respondan por una semana entera. El último mensaje que le envié fue de hecho una disculpa, pidiendo perdón por ignorarlo por más de un mes y excusándome con que esos días estaba ocupado y no tenía tiempo para responder. Viéndolo ahora, realmente parece una disculpa de a dólar, pero en ese momento me pareció que funcionaba. Cuatro o cinco meses después dejé de recibir mensajes suyos sin siquiera percatarme de ello, y así Ose se desvaneció de mi vida. Tiempo después encontré la conversación, y me sentí tan avergonzado por la forma con la que traté a Ose que lo borré inmediatamente y procuré olvidarlo de nuevo. No sé porqué asumí que no iba a encontrarme con él en el campus de la única universidad pública de la zona, y aún así no habríamos hecho contacto si yo fuera un poco menos idiota; debí imaginar que no me libraría tan fácilmente de ello.

Lo convencí de movernos del pasillo para hablar, y nos sentamos en una banca cerca de la cafetería. La verdad no estaba seguro de qué hablar, pero al cabo de un minuto de silencio Ose habló primero.

– Sabes, fuiste mi primer interés amoroso. Bastante tarde, diría yo, considerando que ya tenía 17 años y estaba a un par de meses de graduarme de secundaria. –No esperaba una confesión ahora, y me tomó desprevenido al punto que no supe qué responder. Por fortuna no fue necesario, ya que Ose siguió hablando.– Era la primera vez que experimentaba algo relacionado al amor, tenía experiencia nula y no sabía cómo debía actuar, así que terminé haciendo lo que quería hacer. Y en ese entonces lo que pensaba era: "No me importa si no tengo un futuro con él; mientras pueda permanecer en su vida, no me importa ser sólo un amigo". Claro que tampoco era muy fácil, nunca había tratado de hacer amistad con alguien intencionalmente, por lo que terminé siguiendo mi instinto y haciendo lo que más natural me parecía. Cuando dejaste de contestar con frecuencia, entré en pánico, y empecé a concentrarme en conseguir una respuesta que en una conversación natural. Estaba desesperado, ¿Sabes? Sentía que te había espantado, cuando probablemente nunca te tuve cerca. Nunca se me ocurrió que podrías simplemente no tener interés en responder los mensajes de un extraño al que nunca le diste tu número. –Oh, por eso me pareció extraño cuando empezó a escribirme.– Ese último mensaje, la disculpa, me hizo muy feliz. Me hizo sentir que en realidad no me estabas ignorando, que tenías una razón externa por la cual no responderme, que no era culpa mía. Pero entonces pasaron dos meses, y luego tres, y luego cuatro, y no me respondiste de nuevo, y fue entonces cuando reparé en que estaba en un callejón sin salida. No sabía si llegué ahí por accidente, o si siempre estuve ahí sin darme cuenta, pero sabía que ese camino no me daría nada, por mucho que aportará, y que ya no eras un simple interés amoroso, sino una obsesión. Bueno, he tenido un par de intereses amorosos después de ti, pero con ellos sí me aseguré de cuidar mi dignidad. Me enseñaste algo bueno, después de todo.

No sabía qué decir al respecto. En cierto modo, era un alivio escuchar que no había rencor de por medio, pero escuchar el punto de vista contrario cambiaba mi percepción de los eventos completamente. Para mí ya no era un tipo extraño, raro y necio que no dejaba de escribirme insistentemente, pero ahora era un muchacho ingenuo y desesperado que no supo lidiar con su primer amor. Y cuando me percaté de ello, supe que si tenía que decir algo, sería mi propia perspectiva. Igual que Ose acababa de hacer por mí.

– La verdad es que siempre he sido bastante popular. Desde niño que entré a la escuela, por alguna razón siempre parecía estar rodeado de personas. Suena como algo bueno o envidiable, pero la realidad es que ese ambiente me maleducó en el mal hábito de tomar a la ligera las relaciones humanas. Era muy irresponsable socialmente, y no tomaba muy en serio a las demás personas; en relaciones superficiales como compañeros de clase eso no era un problema, pero se me hizo muy difícil lograr un vínculo real. Logré algunos amigos verdaderos, afortunadamente, pero mis intentos amorosos siempre fallaban después de uno o dos meses, aunque nunca le di mucha importancia. Recuerdo la segunda confesión que recibí, era una chica bastante atractiva con la que decidí intentar una relación, y tratamos de quedar en una cita. La primera vez me dormí y cuando llegue a la cita ya ella se había marchado; la segunda vez confundí las fechas y agendé la cita un día de clase y la cancelé el mismo día en que se suponía debíamos vernos, y la tercera vez decidí que sonaba más interesante ir a una fiesta a la que estaban yendo la mitad de mis amigos. Obviamente, nunca hubo un cuarto intento, dejó de escribirme esa misma noche, y la peor parte es que yo ni siquiera me percaté hasta un par de meses y medio después, cuando recibí una tercera confesión y caí en la cuenta de que se suponía que tenía una novia. ¿Y qué hice? La catalogué de rara, asumí unilateralmente que ya no estábamos saliendo –como si de hecho hubiéramos empezado alguna vez– y empecé a salir con mi nuevo interés, sin siquiera considerar que quizá yo hubiera hecho algo mal. Ni hablemos de la primera confesión, bastante antes, a la que no terminé de escuchar porque me distraje con un amigo que vi cerca y la dejé hablando sola sin haberle siquiera dado una respuesta negativa. Realmente ahora recuerdo eso y no puedo considerarme menos que un imbécil. También estaba acostumbrado relacionarme con extraños frecuentemente, y por eso conecté fácilmente contigo el día de la visita al asilo. Te digo que disfruté esa charla genuinamente, era evidente que estabas nervioso pero asumí que sólo era algo de pánico social, y cuando nos despedimos ya estabas más relajado. Y siendo justos, las fotos que me enviaste fueron de hecho útiles: mis compañeros no habían tomado ninguna foto de la visita y estábamos sin evidencia del servicio comunitario, así que gracias, fuiste de hecho un salvavidas. –lo vi sonreír un poco por el rabillo del ojo– Pero luego de eso, no sé, perdí el interés. O más exactamente, mi interés se desvió a otras cosas que consideré más importantes en interesantes que a ti. Pero en vez de cortarte el camino para que dejaras de buscar vida en una fuente desierta, me limité a dejar de responder y dejarte seguir buscando a ciegas. Me duele un poco escucharte hablar de esa disculpa porque yo sólo es rubí una excusa y lo hice parecer una disculpa decente, y me pareció bien. Ni siquiera noté cuando dejaste de escribirme, fue hasta hace un par de meses que encontré esa conversación por casualidad, y me avergonzó tanto que la borré de inmediato. Tuve la fortuna de encontrar a alguien que... Bueno, logró corregirme y hacerme ver que una relación entre 2 personas, desde una charla de desconocidos en un ascensor hasta un noviazgo entre amigos de la infancia requiere de responsabilidad de ambas partes, que todo lo que sale o no sale de mi boca influye en cómo los demás me perciben, y que si paso toda mi vida tomando a la ligera a todo el mundo, toda mi vida estaré solo.

Estuvimos un rato sentados ahí, en silencio, uno junto al otro, rumiando todo lo que nos habíamos dicho. Me sentía fresco, como si hasta ese mismo momento el fantasma quien era yo hace años aún me hubiera estado persiguiendo.

– Ose. –Me miró con una pregunta grabada en sus ojos, pero yo hablaba distraídamente, contando las personas en la fila de la cafetería que empezaba a crecer hacia el exterior del edificio.– ¿Es aún posible que seamos amigos?

– No estoy seguro. –Suspiró una duda pesadamente– Ya te mencioné, fuiste mi primer amor, y siendo honesto aún me atraes. Pasé por mucho luego de superarte y me gustaría creer que ahora soy suficientemente maduro para manejarme bien socialmente, pero muy en mi interior aún tengo dudas, y tú las hacer salir con mucha facilidad.

– Supuse que dirías eso. Los dos estamos en fase de prueba, después de todo.

Ose me miró de lado, abrió la boca y la cerró en seguida. Vi en sus centros que intentaba decir algo.

– ...Podemos intentarlo.

– ¿Qué?

– Quiero decir, tienes razón, ambos estamos tratando de superar nuestros propios errores, tú con tu hábito de tomar a las personas a la ligera y yo con mi inexperiencia social que honestamente no ha mejorado mucho desde entonces. Creo que podemos intentar ayudarnos. Podría estar siendo ingenuo pero realmente creo que esta vez podemos llevarnos bien. Eso, si es en serio que quieres intentarlo.

– Eso es...

– Y aclaro que estoy listo para abandonar el barco si no veo futuro.

– Ah, sí, por supuesto, no esperaría menos, claro, yo también, jaja –Estaba nervioso, hacía más de un año que no me sentía nervioso por hablar con otra persona ,y aunque Ose también lo estaba, me sorprendió verlo notablemente mejor que yo, y eso me tranquilizó. No estaba seguro de qué íbamos a ganar tratando de ser amigos después de tal tropiezo, pero me empecé en creer que ambos lograríamos ser mejores versiones de nosotros mismos. Me levanté y lo miré, sonriendo.

– Bueno, la cafetería ya está llena. ¿Te parece si buscamos dónde almorzar?

Basado en una experiencia personal, una vieja obsesión mía y una esperanza del futuro.

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