Santiago poseía muchos escondites; pero uno de los que Ana mejor recordaba era la alejada mina de oro abandonada. Aunque sabía que había sujetos que patrullaban las cercanías y su aspecto era aterrador debido a las capuchas rojas que poseían, ella estaba segura de que esas personas no parecían enteradas de la existencia de dicha mina por lo que guió a Winchester por dicha zona. Adentrándose por el oscuro túnel que llevaba al salón de Baile, aquella forastera del rifle se preguntaba si no era más seguro dejar al novio de Ana en un nido de Víboras o Escorpiones porque era claro que si a su amigo lo encontraban allí, totalmente indefenso, este moriría; pero al ver el salon de Baile con varias rocas de oro junto a un cadáver ya podrido en el suelo sosteniendo una nota y una cama hecha para la siguiente parte de la danza de los amantes, supo que era un buen refugio momentáneo. Se acercó a donde estaba la nota y, de forma delicada, se la sacó de las manos procediendo a leerla: era de un sujeto despidiéndose de su hijo explicando lo que ocurría, al parecer nadie de las cercanías sabía de esa mina excepto su líder; pero este no había dado indicios de querer explotar la mina, con un gesto de indiferencia devolvió la nota a la casi podrida mano agusanada de su dueño diciendo
- Vaya viejo y yo creía que mi vida era dura- mirando a Ana colocar al convaleciente Santiago en la cama que había en dicho lugar, le dijo- está bien, esta mina es segura, no parece que las personas de este pueblo sepan de este lugar ni tampoco las de San Dominguez. Podemos dejarlo por aquí; pero ahora me gustaría conocer el pequeño pueblito de San Dominguez, empezando preferentemente por la cantina
- No sé si deba volver allí así como así, Winchester- le dijo Ana preocupándose por su seguridad y por la seguridad de su amado
- ¿Alguna vez te amenazaron?- le preguntó Winchester a Ana
- No- le respondió ella con certeza
- ¿Intentaron agredirte?- continuó con su interrogatorio Winchester
- Tampoco- le contestó Ana con calma
- ¿Fuiste un peligro para ellos?- finalizó Winchester con su interrogatorio
Bajando su cabeza y dando un pequeño sollozo Ana le confesó, con su voz entrecortada:
- No… jamás les hice nada… solo era la espía de Santiago- secándose sus ojos afirmó- por no haber hecho nada es que esto ocurrió
- ¿Crees que te harán algo al volver?- le preguntó Winchester con ese tono calmo
- Es probable que al saber que Santiago no les representa más un peligro, me ignoren por completo- supuso Ana sobándose el mentón- pero no estoy segura del todo
- Yo si- afirmó Winchester tomando un cartucho de Dinamita y dirigiéndose a la salida- no les representas un peligro. Yo puedo ser una simple forastera para ellos y al no saber las razones por la que estoy allí, me será más sencillo el poder acabar con ellos de un solo golpe
- ¿Tienes algún plan en mente?- le preguntó Ana sorprendida al verla partir
- Podría decirse- le contestó ella adentrándose en la oscura caverna, antes de hacerlo dio vuelta su cabeza y le preguntó- ¿piensas acompañarme o deseas quedarte un poco más de tiempo con tu novio?
- Allí voy- susurró Ana. Tomando el brazo de Santiago con su mano, le dijo- no te preocupes amor mío, pienso volver, no te abandonare nunca
- Por favor… mamá… no te vayas, no me dejes solo- sollozo Santiago en sueños
- Nunca lo haré, te lo prometo- besando su mejilla y secando sus ojos, Ana partió sosteniendo su escopeta y siguió a Winchester adentrándose a ese oscuro corredor
La noticia corrió como la pólvora en aquel pequeño pueblo: a pesar de no estar muerto, lo ocurrido con Santiago fue suficiente para que los revolucionarios bajasen los brazos por el pesar o el miedo, quizás ambos, mientras que el Alguacil junto al gobernador respirasen aliviados por la alegría de haber vencido al idiota que los fastidiaba. Todos daban por hecho que aquella revolución había terminado.
El caballo de Ana se adentró en el pueblo, ella lo cabalgaba y Winchester iba a su lado. Las miradas no eran distintas de siempre, prejuiciosas en los ojos de las mujeres y libidinosas en los ojos de los hombres. La presencia de Winchester era la única cosa nueva en todo ese pueblito y aun así la ignoraban, tenían mejores cosas de las que ocuparse que una mujer que le gustaba vestirse como hombre y jugar a que era uno. Mirando con atención el pueblo, Winchester reconoció cada edificación con rapidez: era de una sola calle. A la izquierda estaba la peluquería, el almacén y un hotel que ocupaba lo que quedaba de la calle. A la derecha se encontraba la oficina del Sheriff, otro almacén, el banco del pueblo y la taberna. En el centro estaba la casa del gobernador que era una enorme mansión de aspecto español. La Iglesia se encontraba a unos metros de distancia a la izquierda, la escuela a la misma distancia hacia la derecha, solo que esta se veía en un estado desastroso, dando a entender que ese pueblo de tener niños entonces ellos no iban a ese edificio ni por curiosidad. Mirando la cantina, Winchester, preguntó:
- ¿Es allí donde te hospedabas?
- Si- le respondió Ana deteniendo el galope de su caballo- ¿Quieres entrar?
- Si, en realidad me muero por beber algo- sonrió Winchester mirando dicha cantina
Entrando por las pequeñas puertas de madera corredizas, el humo a tabaco fue lo primero que olio y vio. Mesas de póker en un costado, la barra en el centro y varias mesas de madera a su alrededor. Esbozando una sonrisa, Winchester, vio que esa cantina no era distinta de las que había estado en el pasado. Sentándose en la barra vio al cantinero y le dijo
- Cantinero, quiero un poco de whisky
El sujeto que tocaba el piano se detuvo al oír aquello y casi todos la vieron sorprendidos, acto seguido rompieron a reír.
- ¡Por dios, que cómico! No sé si reír o sentir cariño por esta loca que le gusta jugar al macho- dijo uno de los presentes
- Ana ¿acaso tu amiga es una bromista?- le preguntó el cantinero sintiéndose molesto ante lo que veía; pero Ana le respondió
- No y creo que sería buena idea que le sirvas- en su mirada se veía que la situación iba en serio y lo mejor era no provocar a aquella mujer que se vestía como hombre
- Sabes que no puedo hacerlo- se quejó aquel hombre- señorita, por favor, no me malentienda; pero aun siendo un pueblito dentro de este rudo oeste, hay cosas que me niego hacer como darle una bebida fuerte a una dama… es decir tengo valores…
- ¿Acaso tiene miedo de que una mujer tenga más bolas que usted?- le preguntó Winchester con un tono duro y una sonrisa maliciosa en su boca- ¡deme lo mejor y más fuerte que tenga! Le aseguro que lo soportare
- Yo no puedo…- continuaba aquel cantinero tratando de convencerla; pero Winchester puso en la mesa una roca dorada que lo dejo sin palabras y solo pudo suspirar en un tono inaudible- ¡Oh dios mío!
- Insisto- dijo Winchester con un tono de desafío, aunque sonreía, en sus ojos azules se veía ese desafío que los Pistoleros, muy por lo general, poseían
- Yo… ¡oh está bien, pero no diga que no se lo advertí!- sacando un vaso debajo del mostrador con una botella, puso ambas cosas en la mesa y se las sirvió a Winchester
- ¡Jimmy, por dios!- se horrorizó un hombre de piel morena con cabello negro que tenía una camisa azul junto a unos pantalones marrones sujetos por un cinturón con un arma en el costado derecho
- El cliente siempre tiene la razón- se defendió James Tetero tomando la roca dorada
- Gracias- sonrió Winchester sirviéndose aquel líquido color amarillo en el vaso. De un solo movimiento bebió aquel Whisky sin siquiera respirar y al terminar se mantuvo en silencio por un minuto, manteniendo su sonrisa gritó- ¡Es muy bueno!
Sin siquiera pensárselo dos veces se sirvió un poco más y volvió a tomarla, para el tercer vaso se la veía bajo los efectos del alcohol; pero seguía en pie.
- ¡Puta madre!- murmuró uno de los que estaba allí- puede tomar la Orina Del Diablo y seguir en pie después del tercer vaso
Tras tomar el cuarto vaso acabando con su bebida, Winchester, se levantó dando pequeños pasos en zigzag, Ana la siguió diciendo:
- Ella es una sobrina mía, vino de visita, se llama…
- Winchester- le respondió ella con sus mejillas rojas debido al alcohol
- En realidad es su apodo, le gusta mucho; pero su nombre es Shirley- finalizó Ana con su explicación
- ¿Acaso tienes una sobrina norteamericana?- preguntó James sorprendido y Ana le respondió
- Es que mi hermana se caso con un norteamericano y él le dio ese nombre, Shirley Winchester- sosteniendo a su "sobrina", Ana, ayudó a Winchester a subir por las escaleras añadiendo- no quiero que nadie nos moleste, James
- De acuerdo- afirmó James viendo como Ana se llevaba a su sobrina hacia su cuarto
Cuando llegaron a la habitación, Ana llevó a Winchester donde estaba la cama y cerró la puerta con llave. Al sentarse en una silla le preguntó, casi con un gritó:
- ¡¿Qué carajos se supone que fue eso?!
- Reconocimiento del terreno- le respondió Winchester con un tono ebrio, largando algunos hipos- tenía que… ver… en donde me… iba a hospedar
- No sería mejor el preguntarme antes- le sugirió Ana sintiéndose aun molesta
- Posiblemente contigo fuesen más amables debido a que al ser una puta te dan por hecha; pero necesitaba saber si las personas del pueblo eran problemáticas o no. Creo que he saciado mi curiosidad- le explicó Winchester acostándose sobre la cama
- ¿Y qué descubriste?- preguntó Ana molesta cruzándose de brazos
- Pues que ninguno de ellos se pasara de listo conmigo, incluso se preocuparon por mí, también que la gran mayoría está del lado de tu novio antes que del alcalde
- ¿Por qué dices eso?- inquirió Ana sorprendida ante tal afirmación
- Son gente decente que no quiso que me hiciera daño al tomar una bebida capaz de hacerme orinar sangre durante semanas- colocándose el sombrero sobre su rostro afirmó antes de dormir la borrachera- son buenas personas que tienen miedo, nada más. La razón por la que no actuaron a favor de tu novio es porque ellos tienen algo que perder y Timber podría quitárselos si lo desea… una revolución no es la respuesta sino un ataque directo; pero bien orquestado
- Entonces tendremos que planearlo… ¿Winchester?- al ver que se había dormido, exclamó- ¡Winchester!
Al ver que no tendría respuesta, Ana, se acercó a la ventana y vio el sol ocultándose en las colinas marcando el atardecer e inicio de la noche. Dando un fuerte suspiro, Ana, se preguntó como estaría ahora su amado Santiago y si estaba tomando la decisión correcta al seguir las órdenes de esa loca llamada Winchester.