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What Did You Say?

En tu decimosexto cumpleaños, las primeras palabras que te dirá tu alma gemela aparecerán en tu muñeca.

SweetCrexturs · LGBT+
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Todo el mundo a su alrededor siempre le había dicho que cuando cumplía los dieciséis años, en su muñeca aparecerían las primeras palabras que le diría su alma gemela. Toda su vida escuchando la historia de amor de los que la rodeaban, sintiéndose desplazada por aún no tener esa edad. Elsa no sabía cual sería su frase, pero conocía a personas que tuvieron frases realmente extrañas o comunes que les complicaban su búsqueda. Incluso pocos no habían recibido frase porque su alma gemela era muda.

¿Y si su alma gemela era muda? O peor, ¿Y si la secuestraba? Conocía casos. También casos en los que uno de los dos moría frente a los ojos de la otra persona, quien no sabía que era su persona destinada. Millones de historias que recorrían las calles de Arendelle y que agobiaban a Anna Reinsdyr. La pelirroja que no creía en eso y lo veía algo ridículo, sobre todo porque hubo un caso de un chico de catorce años que recibió la frase dos años antes y encontró a su alma gemela en una de sus vacaciones al exterior.

Faltaban pocas horas para su fiesta de cumpleaños número dieciséis y su familia se encontraba más emocionada que ella. La platinada veía la lista de cumpleaños que sus padres le ayudaron a hacer, tachando las cosas que ya se encontraban más que listas. Solo faltaba la lista de invitados, serían pocos por ser una fiesta que unía a su familia y círculo de amigos más cercano. Eran pocos. Eugene, Moana, Rapunzel y Honeymaren. Las dos primeras eran pareja, Moana y Rapunzel tuvieron una historia bastante descabellada, se conocían desde hace tiempo, pero se detestaban... hasta que ambas obtuvieron su frase y decidieron conocerse mejor. Excepciones que Elsa encontraba fascinantes.

Y luego Eugene y Honeymaren. El chico ya tenía diecisiete, pero aún no encontró a su alma gemela. En cambio, Honeymaren seguía teniendo quince años y no parecía emocionada al respecto.

– Elsa, linda.

Giró la cabeza, encontrándose a su madre en la entrada a la cocina. Iduna sostenía un bowl de vidrio y realizaba movimientos envolventes en la mezcla del paste. Aún teniendo a Gerda en la cocina, su madre insistió en hacerlo por ser su cumpleaños número dieciséis. Agnarr también estaba ocupado con las preparaciones. Siendo guiado y ayudado por Kai en la puesta de banderines y globos.

– ¿Si?

– ¿Por que no ayudas a Gerda con la comida?

Elsa asintió mientras avanzaba hasta la cocina con su madre. Allí, una mujer algo regordeta se encontraba terminando de acomodar los mini sándwiches que habría. Su sonrisa se ensanchó al ver las pequeñas cookies.

– Gerda.– llamó, con un tono de voz suave y bajo.– ¿Como te sentiste al encontrar a Kai?

La mujer le sonrió, mirando sobre su hombro a su esposo. Ambos eran almas gemelas y se conocieron apenas Gerda cumplio los dieciséis.

– Feliz.– contestó. Simple y conciso.– Pero no siempre te sentirás feliz, quizás te sorprenderás al encontrar a esa persona o no te gustara.

Con esa respuesta, Elsa comenzó a pensar e imaginar cómo podría ser su alma gemela y cual sería su reacción. Las palabras de Gerda movieron algo en ella, realmente no sabía cual sería su reacción. Quizás se pondría feliz al encontrar a esa persona o lo detestaría... tal vez se sentiría desilusionada con la persona.

– ¿Todo en orden, señorita Andersen?

– ¿Uh? – Elsa parpadeo un poco para dirigir su mirada a Gerda.– Todo en orden, Gerda. Solo me quede pensando.

La mano de la mujer se colocó en su hombro para sonreírle, Gerda la conocía desde siempre. Cuidando de ella cuando sus padres trabajaban o tenían que viajar por cuestiones del mismo. Y conocía cada expresión de la platinada.

– No te preocupes, encontrarás a esa persona en su tiempo.– habló Gerda.

– Lo sé.– aseguró Elsa.– Es solo que me causa intriga saber cómo será...

─────────────────

Anna Reinsdyr no era muy apegada a su familia, no porque fuera un infierno vivir con ellos, sino porque sus padres eran realmente muy cariñosos entre ellos y eso agobiaba a Anna. Verlos darse besos casi todo el tiempo, abrazarse mientras veían algo en la televisión o cuando Bulda se encontraba cocinando, Cliff la abrazaba por detrás.

Su hermano no era así. Claro, tenía a su pareja que conoció hace un año cuando viajo con Pabbie a la granja y allí conoció a Ryder. Ambos cruzaron sus frases que involucraban renos. Anna los adoraba, no eran tan melosos como sus padres y siempre estaban con ella para todo, cuidándole como una hermana menor... y era divertido porque Kristoff literalmente era su hermano mayor.

– ¡Anna Reinsdyr!

La susodicha se volteó, colocando sus ojos en blanco al escuchar aquella voz. Hans estaba acercándose junto a Gastón LeGume y Killian Jones. Las tres personas que Anna más odiaba en todo el mundo, que se pasaban su tiempo molestando a la pelirroja por la frase en su muñeca.

– ¿Como va todo, rarita? ¿Encontraste a tu alma gemela? – preguntó Hans, cerrando el casillero en su cara.

Dio un paso hacia atrás, levantando una ceja y volteando a ver a los tres idiotas pertenecientes al equipo de fútbol.

– ¿Y ustedes? – ataco.– ¡Es cierto! No tienen una porque sus muñecas están vacías.

Algunas risas se pudieron escuchar de fondo, provenientes de alumnos y el golpe en seco de Anna contra los casilleros. Hans la había empujado contra, sujetándola del cuello de su hoodie y del mentón, obligándola a mirarlo

– Escúchame, Reinsdyr... Eres rara, ¿De acuerdo? No me sorprendería que jamás encuentres a su alma gemela, quizás se lleve una gran decepción al conocerte.

– ¡Hans, suelta a mi hermana!

Kristoff gruñó, dando zancadas hasta donde ambos estaban. Empujó sin cuidado al pelirrojo, lo suficiente para que soltara a Anna, la cual fue socorrida por Ryder.

El chico rubio dio un último empujón, viendo como el pelirrojo caía al suelo. Ryder debió sujetar a su novio del brazo para que no hiciera algo que lo llevara directo a la oficina de Weselton, incluyendo a Anna y Hans.

– Que sea la última vez que molestas a mi hermana, ¿Queda claro? – masculló.

Hans asintió, siendo ayudado por Gastón y Killian que no tardaron en alejarse del rubio. Era lo único que alejaba a esos tres de Anna, su hermano podía ahuyentarlos sin mucho problema. Al ser alto y fornido, Kristoff intimidaba lo suficiente para alejar a Hans.

– ¿Estas bien? – preguntó acercándose hasta Anna, la cual asintió.– Bien. Nos vemos en el receso, ¿De acuerdo? No te metas en problemas.

Tras haber despejando a su hermana menor, Anna quedó completamente sola en el pasillo de la escuela, observando a un punto fijo del lugar qué pasó a su muñeca. Levantando la manga del hoodie para poder ver su muñeca.

"Eres rara."

Aquella frase que apareció cuando cumplió dieciséis y sería la que su alma gemela le día la primera vez que cruzarán palabras. Dio un corto suspiro, volviendo a bajar la manga para ir hasta su siguiente clase.

─────────────────

Elsa Andersen veía emocionada como su hogar poco a poco se iba llenando con los invitados. Observó como Moana y Rapunzel hablaban entre susurros, con risas y besos de por medio. Honeymaren estaba a su lado, con un vaso rojo en su mano y un ceño fruncido. Sabía que no estaba del todo cómoda en la situación, sobre todo porque Rapunzel no dejaba de besar a Moana y arrastrarla de un lado al otro.

– ¡Elsa! – grito Moana, agitando su brazo para que fuera donde estaban ellas dos.– Ven aquí, te daremos tu regalo.

Las comisuras de sus labios se alzaron, dando paso a una brillante y emocionada sonrisa. Se alejó de Honeymaren, pensando en las moles de posibilidades que pudiera contener aquella caja que Rapunzel sostenía. Relamió sus labios, sus ojos brillaron al ver la caja moverse de forma brusca. Retiró rápidamente el moño y saco la tapa, dándole la bienvenida a un pequeño gato blanco, con manchas negras y una pequeña mancha naranja en su hocico. Elsa chillo, cargándolo con cuidado y recibiendo un maullido del pequeño animal que no tardó en clavar sus pequeñas garras en su suéter azul cielo.

– Es hermoso... – suspiro, acariciando con su dedo meñique la cabeza del gatito.

– ¿Como le pondrás? – preguntó Moana.

Un silencio corto se formó en la fiesta, todos los presentes atentos a las acciones de la cumpleañera. Elsa observó al pequeño en sus brazos, acariciando y sintiendo como este ronroneaba. Sonrió, casi al tiempo en que un nombre cruzó por su cabeza.

– Olaf.– contestó, sintiéndose feliz de haber encontrado el nombre perfecto.– Se llama Olaf.

La fiesta siguió hasta la interrupción de Iduna golpeando gentilmente una copa de vidrio. La atención fue directo a ella, señalando a Gerda y Kai, ambos trayendo el pastel que su madre había preparado. Elsa se acercó, aún cargando a Olaf con los vagos intentos de quitar sus garras de los hilos del suéter, sin suerte alguna.

Dieciséis velas puestas, encendidas y en espera de que la platinada soplara. Todos atentos a cuando el reloj marcara las doce en punto.

– ¡Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!

Elsa sopló al tiempo que todos los presentes entonaban el feliz cumpleaños. Sonriendo y abrazando a la platinada, que no hacía más que agradecer entre cortas risas. Sus padres se acercaron, llenándola de besos y alegres palabras.

– ¡Tú muñeca, Elsa! – grito Rapunzel.

Los murmullos no tardaron en aparecer, y Olaf paso a brazos de Iduna para que Elsa pudiera ver su muñeca. Su ceño se frunció al no ver nada, aunque no tardó mucho en que la frase se apareciera en su muñeca.

"Y tu eres hermosa."

– ¿Que dice? – preguntó Moana, logrando acercarse con su pareja.

Honeymaren también se acercó, logrando ver la frase que la platinada tenía escrita en su muñeca. Levantó la ceja en cuando la leyó, no era más que una frase sencilla y que muchos le decían a la ojizarca.

– Y tú eres hermosa.– leyó, a voz alta y clara, para que todos los presentes pudiera oír su frase.– Uh... Es una frase algo...

– Extraña.– interrumpió Honeymaren sin titubear.– ¿Qué? Lo es. ¿Quien no te ha dicho que eres hermosa?

Agnarr apoyó su mano en el hombro de su hija, sonriéndole y Elsa no dudó en responder con una pequeña sonrisa.

– Lo sabrás cuando la veas, ¿Si? No tienes que preocuparte.– aseguro Agnarr.– Todo a su debido tiempo, Elsa... ¡Ahora que siga la música!

Olaf regreso a brazos de la platinada. La música se retomó y el pastel se corto para degustarlo. Moana fue la primera en exclamar lo excelente que sabía, halagando a Iduna por su dote culinario y el buen sabor del pastel

Horas más tarde, Elsa se encontraba en busca de su pijama. Quedándose en ropa interior tras arrojar su ropa al suelo. Se estiró, quitándose el poco maquillaje que llevaba y tomando el short azul con puntillos blancos que usaba de pijama.

– A veces creo que conozco a mi alma gemela, pero necesitaba la frase para poder encontrarla.– murmuro, dejándose caer en la cama una vez que se puso el pijama.

Olaf estaba acostado a su lado, divirtiéndose con los hilos de la chalina de su madre, mientras que Elsa se sentaba y tomaba su libro para terminar otro capítulo. Se limitó a observar al gatito, acariciando su cabeza y edificándolo ronronear ante su tacto, lo que causó una sonrisa en ella.

– ¿Y si la encuentro pronto? – soltó de repente Elsa, cerrando su libro.– Quizás encuentre a mi persona pronto, es ridículo, pero tengo una corazonada.

"Meow"

– Si, si. Se que papá dijo que no debía darle vuelta al asunto y que debía ser paciente con esto, pero se que no estoy equivocada con esto.– siguió, dejando a un lado el libro.– Y pienso que...

"Meow..."

Elsa puso los ojos en blanco al ser interrumpida por el felino, entendiendo que el pobre quería y necesitaba dormir luego de todo lo que estuvo viviendo allí abajo. La platino bostezo, acomodándose de forma que Olaf pudiera acurrucarse en su pecho y darle un pequeño beso en su cabeza.

– Descansa, Olaf...

"Meow..."

– Si, también te quiero.