Gemma
Caminaba por la casa, mi respiración atrapada en los pulmones. Sentía que mi cuerpo no era mío mientras seguía al guerrero escaleras arriba, mis ojos enfocados en la puerta abierta del dormitorio de Rosalía y Ethan a medida que ascendíamos al final de la escalera.
No podía ser verdad. No lograba comprenderlo.
—Envía la palabra a Mirage, inmediatamente. No me importa si tienes que enviar mensajeros sobre las Montañas Orientales. ¡Debes darle la noticia a Ethan, ahora! —dije con dureza, mi voz firme a pesar de la tormenta de emociones despiadadas que se agitaban en mi cuerpo. Sabía que era un esfuerzo inútil por parte del guerrero. Ethan habría podido sentir la partida de Rosalía. Él sabría. Tendría que saberlo.
Oh, Diosa, no. Esto no puede ser real.
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