Exasperada con toda la situación con Warren y Sofía, y con el estómago doliéndome de comer tanto pastel, salí al pasillo, pensando que tendría que idear otro plan. Debería haber sabido que simplemente hornear un pastel no sería suficiente para llegar al corazón del hombre. Después de todo, como rey, tenía muchos chefs para hacer eso.
Apenas salí al pasillo, Theo estaba allí esperándome, con una mirada de expectación. —¿Y bien? —me preguntó en un susurro bajo. —¿Cómo te fue?
—Genial —le dije—. El rey y yo nos estamos casando en este mismo momento.
Él entrecerró los ojos hacia mí. —Tu cara dijo algo más.
—Está bien, fallé —admití, pero debí haber parecido muy molesta.
Por eso, Theo me lanzó una mirada algo compasiva. Me llevó a la vuelta de la esquina donde era menos probable que nos oyeran. —¿Qué pasó?
—En primer lugar, tu hermano es el rey.
—¿Y luego?
—Sofía es con quien él planea casarse.
—Ah, claro —El Príncipe Theo asintió como si no le sorprendiera en absoluto.
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