Mei permanecía inmóvil junto a la cama de Amelia, observando su cuerpo frágil y vulnerable mientras uno de los guardaespaldas la depositaba cuidadosamente entre las sábanas. El rostro de Amelia, que normalmente reflejaba control y elegancia, estaba ahora relajado, ajeno a todo lo ocurrido. Respiraba profundamente, sumida en un sueño provocado por la droga. El peso de la responsabilidad aplastaba a Mei, mientras veía cómo la persona que debía haber protegido había estado tan cerca de un destino horrible.
Amelia no tenía idea de lo que había estado a punto de suceder. "Ignorante... de lo cerca que estuvo de ser violada," pensaba Mei, con un nudo en el estómago. El solo hecho de imaginar lo que Diego habría hecho, grabándola y fotografiándola sin ninguna restricción, como había hecho con tantas otras mujeres, le provocaba asco y repulsión.
El reloj avanzaba, pero Amelia no despertaba. "¿Cuánto tiempo seguirá dormida? ¿Debí haberla llevado al hospital?" La culpa se mezclaba con la preocupación. Mei no sabía exactamente qué tipo de droga había utilizado Diego, pero había sido lo suficientemente fuerte como para mantenerla inconsciente durante horas. El pensamiento de haber fallado en cada nivel la atormentaba. "Si hubiera hecho algo antes... Amelia no estaría en esta situación."
A solas en la habitación, Mei se inclinó hacia Amelia, sintiendo un abismo de culpa abrirse en su interior. "Siento haberte puesto a prueba. Debí haberte protegido, no dejar que esto llegara tan lejos," susurró, su voz rota por la culpa. Hacía días que había estado observando, con la excusa de poner a prueba la lealtad de Amelia hacia Jason, y ahora esa decisión la aplastaba. "¿Qué clase de hermana soy?"
Mei había podido detener todo antes de que comenzara. Tenía pruebas de sobra para desactivar la trampa de Laura, y Diego... ella había tenido el poder de detenerlos desde el principio. Sin embargo, se había quedado en la distancia, observando fríamente, como si todo fuera un juego que ella podía controlar desde la seguridad de su oficina. Pero ahora, viendo a Amelia tendida e indefensa, el remordimiento se convertía en una cadena que la apretaba más con cada pensamiento. "Lo hice por Jason... ¿pero a qué costo?"
El sonido de su teléfono rompió el silencio. Era un mensaje de Laura. Mei frunció el ceño al leer la súplica que destellaba en la pantalla:
<<Por favor, no publiques esas fotos y videos.>>
Mei apretó los dientes, el desprecio inundando su mente. Laura no había mostrado piedad con Amelia, tendiéndole una emboscada que pudo haber acabado en tragedia. "¿Ahora pides clemencia?" pensó Mei con amargura. Ella no podía ignorar lo que había visto; Laura había estado a un paso de destruir a Amelia, sin mostrar ni un ápice de remordimiento.
<<¿Por qué debería perdonarte? ¿Qué gano yo?>> respondió Mei con frialdad, dejando que la crueldad de sus palabras calara en Laura. No tenía intención de publicar esos videos y fotos, al menos no por ahora. Sabía que poseía un arma poderosa contra Laura, y si esta cambiaba, las imágenes nunca verían la luz. Pero Mei ya no confiaba en nada ni en nadie. "Solo la usaré si te atreves a intentar algo más."
Unos segundos después, el teléfono volvió a vibrar:
<<¿Trabajas para Amelia? ¿Para Mei? Te puedo pagar más.>>
Mei soltó una risa amarga. "No eres tan tonta, Laura." Sabía que no debía responder de manera comprometedora. Dejar a Laura en la incertidumbre era su mejor jugada. Podía percibir el miedo detrás de la oferta de dinero, y ese miedo era ahora su aliado.
<<Nos vemos mañana. No hagas nada contra Amelia y no tendrás problemas. Mañana podremos llegar a un acuerdo.>>
Mei envió el mensaje y luego dejó el teléfono en la mesa, mirando el cuerpo dormido de Amelia una vez más. La furia burbujeaba en su interior. Parte de ella quería destruir a Laura, hacerle pagar por lo que había hecho, pero otra parte se sentía casi... compasiva. Sabía que Laura también había sido traicionada por Diego, manipulada como muchas otras mujeres. "Ambas sois víctimas de este depredador... pero no sois iguales."
Laura no contestó más esa noche, y Mei suspiró, agotada, sintiendo que la tensión acumulada se convertía en un peso casi insoportable. "He fallado a Amelia, a Jason, y a mí misma," pensaba, mientras el miedo comenzaba a apoderarse de ella. Sabía que Jason no tardaría en llegar, y la bronca que recibiría sería monumental. Él confiaba en ella para proteger a Amelia, y lo único que había hecho era ponerla en peligro. Jason no lo entendería, no vería el dilema en el que se había encontrado. Para él, Mei habría sido cómplice de la trampa, al menos por omisión.
"¿Qué haré si Jason me envía de vuelta a Suryavanti? ¿Cómo podré ganarme su perdón?"
El temor de lo que podría suceder con Jason la carcomía. Sabía lo protector que era con Amelia. "Si supiera lo cerca que estuve de no detener esto a tiempo..." Mei apretó los puños, sintiendo cómo la angustia y el miedo se mezclaban con la culpa. Ahora, solo quedaba esperar el castigo que se avecinaba, un castigo que, por primera vez en mucho tiempo, sentía que realmente merecía.
En la penumbra de la habitación, Mei escuchó el sonido metálico de la manivela al girar. Su corazón se detuvo por un instante, consciente de lo que estaba por venir. Sabía que enfrentarse a Jason en ese estado de furia desatada no sería fácil, pero ya no tenía opción. La puerta se abrió lentamente, y la figura imponente de Jason apareció, seguido por Li Wei. La habitación se iluminó con un destello repentino cuando Jason encendió la luz, revelando el rostro pálido y tenso de Mei junto a la cama donde Amelia yacía inconsciente.
Jason corrió hacia Amelia, su preocupación evidente en cada movimiento, mientras Li Wei lo seguía a cierta distancia, con la mirada seria y evaluadora.
—Mei, ¿qué le ocurre a Amelia? —preguntó Jason, su voz gélida como una cuchilla afilada—. ¿Quién es el responsable?
El tono helado de Jason hizo que Mei sintiera un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que las próximas palabras que dijera debían ser precisas, o desataría una tormenta violenta. Tragó saliva antes de responder, su voz apenas un susurro tembloroso.
—Ha sido drogada. —Hizo una pausa, el miedo apretándole la garganta—. El alcohol debió potenciar los efectos. Estaba esperando que llegaras para decidir si llevarla al hospital o llamar al médico. No sabía qué hacer exactamente…
Jason la interrumpió, avanzando hacia ella con una mirada de puro hielo.
—¿Quién fue, Mei? —Su tono era implacable, exigente—. Quiero nombres.
Mei temblaba visiblemente ahora. Sabía que si le daba el nombre de Diego, Jason iría directo a matarlo. "Y si Diego muere ahora, perderíamos la oportunidad de usarlo." Se obligó a mantener la calma, aunque cada palabra que debía pronunciar era como caminar sobre brasas.
—Te lo diré, Jason —dijo Mei con un tono suave, tratando de mantenerlo controlado—. Pero ahora no puedo decírtelo. Si lo hago, saldrás a buscar su muerte, y todavía puede ser útil... como un segundo regalo. —Intentó que su voz sonara convincente, pero temía que Jason la viera a través de la delgada capa de excusas.
Jason se quedó en silencio, pero sus ojos oscuros ardían con una furia contenida. Sabía lo que Mei estaba haciendo, pero algo en su interior lo obligaba a escucharla... por ahora.
—Cuéntamelo todo, Mei —ordenó Jason con frialdad—. No sé por qué, pero pareces... culpable.
El impacto de sus palabras cayó como un martillazo sobre Mei. La culpa, ya insoportable, se intensificó, y sus manos empezaron a juguetear nerviosas. "Lo sabe. Jason lo intuye..."
—Por favor, déjame explicarlo todo... —suplicó Mei, con la voz quebrada—. Pero, por favor... sé indulgente conmigo. —Hizo una pausa, esperando la reacción de Jason. Finalmente, él asintió, con un rostro duro como el mármol, dándole permiso para continuar.
Mei tomó aire, su mente buscando las palabras correctas, sabiendo que cualquier desliz podía desencadenar una tragedia.
—Estuve investigando a un hombre... un donjuán que se había acercado a Amelia. Al principio pensé que solo quería seducirla. —Mei hizo una pausa, evaluando cómo las palabras afectaban a Jason, pero su rostro seguía impenetrable. "Nada de lo que diga lo calmará."
Li Wei observaba en silencio, sus ojos oscuros fijos en Mei, como si también la juzgara. Mei sentía cómo todos en esa habitación parecían gritarle lo mismo: "Es tu culpa. Amelia podría haber muerto por tu juego."
—Pero no fue solo eso —continuó Mei, su voz rota por la tensión—. Una mujer... quería hacerte dudar de la fidelidad de Amelia. Querían conseguir fotos comprometedoras, algo que te hiciera cuestionar todo. —Mei vio los ojos de Jason abrirse, revelando la furia que había estado conteniendo—. Nunca pensé que ese donjuán llegaría tan lejos. Quería comprobar hasta qué punto Amelia te era fiel... y permití que las cosas avanzaran.
Mei estaba al borde del llanto, atrapada por la desesperación. Su propio juicio la había traicionado, y ahora estaba enfrentando las consecuencias.
El silencio de Jason, cargado de juicio, era aún peor que sus gritos. Mei sabía que estaba jugando con fuego. "Si Amelia no se recupera... seré la única responsable."
—Estaba supervisando todo, vigilando las cámaras. Vi cómo intentaban manipular las imágenes para que pareciera que había algo entre ellos... —continuó, temblando—. Pero luego, ese individuo... fue más allá. Puso algo en su copa de vino. No quería solo fotos comprometedoras... quería llevarla a una habitación, violarla, grabarla, y... y añadirla a su colección.
El rostro de Jason se tensó aún más, su rabia visible, pero contenida. Mei no había dado aún el nombre que él necesitaba.
—En ese momento... entré en pánico. —Mei apretó los puños—. Salí corriendo a buscar un coche, pero el tráfico me retrasó. Te llamé, pero los guardaespaldas no podían llegar hasta ella a tiempo. Si no fuera por Laura, que lo detuvo en el ascensor... Amelia habría... habría...
La voz de Mei se rompió en un sollozo sofocado. No podía continuar. La realidad de lo cerca que había estado el desastre la aplastaba. Jason permanecía inmóvil, pero su furia era palpable. Mei sabía que estaba caminando sobre el filo de una navaja.
—Hermano... merezco un castigo. Pero dame un par de días, y te entregaré todas las pruebas. Podrás meter a ese ser despreciable en la cárcel... o torturarlo hasta la muerte... o convertirlo como hiciste con Sandro.
El rostro de Jason seguía impasible, pero sus ojos ardían con una intensidad que hacía temblar el aire a su alrededor. Mei sabía que estaba al borde del abismo. Si no jugaba bien sus cartas, el caos sería inminente.
—Quiero el nombre del instigador —rugió Jason, acercándose un paso más hacia Mei, exigiendo la verdad.
Mei levantó la vista, finalmente reuniendo el valor para enfrentarse a su hermano.
—Yo me ocuparé de ella. No volverá a hacer daño a Amelia ni a otra mujer. Te lo juro, Jason. —Sabía que revelar el nombre en ese momento sería un error fatal. No podía permitir que Jason cargara contra Laura de manera impulsiva. No ahora.
Jason permaneció en silencio, su mirada fija en Mei. El aire en la habitación se volvía más denso con cada segundo que pasaba, cargado de tensión. Sabía que Mei estaba intentando proteger a alguien, pero no le quedaba claro hasta qué punto su hermana estaba dispuesta a traicionar la confianza que él depositaba en ella. La furia de Jason estaba contenida, pero Mei sabía que si tomaba una mala decisión, el caos sería inevitable.
—De acuerdo —murmuró Jason finalmente, sus palabras cortantes como una hoja de acero—. No voy a matar a una mujer. Hazlo tú. Pero si fallas, Mei, pagarás con tu vida.
Mei sintió cómo la presión en su pecho aumentaba, el peso de las palabras de Jason aplastándola. "¿Matar a Laura?" La duda la invadió, algo que nunca había previsto que podría llegar tan lejos.
—¿Matarla? —preguntó Mei, su voz temblorosa—. Ella solo quería unas fotos comprometedoras... No planeaba ir más allá. El donjuán, actuó por su cuenta. Ella también es víctima de ese ser despreciable. —En lo profundo de su ser, Mei deseaba venganza contra Laura, pero no la muerte—. Si te doy el nombre de quien está detrás, ¿le perdonarás la vida?
Jason la miró fijamente, sopesando sus palabras. La venganza que él había imaginado era rápida y brutal, pero Mei estaba introduciendo una complicación que lo hacía pensar más allá del impulso.
—Dame también el nombre del responsable del estado de Amelia, y lo pensaré —respondió Jason, su tono implacable. Sabía que Mei estaba intentando ganar tiempo, y no tenía paciencia para juegos.
Mei sentía que el aire en la habitación se volvía más pesado. Sabía que cualquier decisión errada podría costarle caro. Si revelaba el nombre de Laura, Jason la despediría, tal vez incluso algo peor. Y si le daba el nombre de Diego, lo mataría esa misma noche sin dudarlo. Ninguna opción era buena. Ambos errores podrían volverse en su contra.
Diego... Mei sabía que podían usarlo como habían hecho con Sandro. Podría ser un buen "regalo" para ese Maestro. Pero si Laura no tenía nada que perder, podría buscar venganza, y una venganza dirigida a Amelia sería catastrófica. Mantener a Laura cerca, bajo vigilancia, sería mucho más seguro.
—Te daré el nombre del cabrón —dijo Mei, intentando sonar decidida—, pero no lo mates. Será un buen regalo para ese tal Maestro. En cuanto a la instigadora...
Se detuvo. No podía pronunciar el nombre de Laura. Si lo hacía, Jason actuaría sin piedad. Ya había estado implicada en el incidente con Sandro, y Mei sabía que cualquier señal de traición por parte de Laura la pondría directamente en la mira de Jason.
—Es Laura, ¿cierto? —Jason la interrumpió, su voz baja pero llena de certeza. Mei no necesitaba confirmar verbalmente, su expresión lo decía todo—. No me engañes. ¿Cuál es tu plan para ella? No creo en tu benevolencia. Y ahora, dime el nombre del desgraciado que se atrevió a drogar a Amelia.
Mei exhaló profundamente, consciente de que estaba caminando por una cuerda floja. Si jugaba bien sus cartas, aún podría negociar la vida de ambos y ganar tiempo para proteger a Amelia de futuras represalias.
—El hombre se llama Diego Rivas —respondió Mei, sintiendo cómo cada palabra que decía pesaba más y más—. Laura lo contrató para seducir a Amelia, para sacar algunas fotos comprometedoras. Pero drogarla y planear violarla fue todo cosa de Diego.
La habitación quedó en silencio, solo roto por la respiración pesada de Jason. Diego... El nombre resonaba en la mente de Jason, y en su interior, la furia crecía como un fuego imparable.
—Quiero a ese desgraciado bajo mi control —exigió Jason finalmente—. Si Laura está implicada, la mantendré vigilada. Pero si se atreve a dar un paso en falso, Mei... no habrá piedad.
Mei asintió, sabiendo que había logrado ganar algo de tiempo, pero también consciente de que cualquier error futuro podría costarle no solo la vida de Diego y Laura, sino también la suya propia.