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Vendida al destino

Amelia no siempre fue Amelia. En una vida pasada, fue un joven que se dejó llevar por la apatía y la indiferencia, grabando en silencio una atrocidad sin intervenir. Por ello, una organización secreta decidió aplicar un castigo tan severo como simbólico: transformar a los culpables en lo que más despreciaban. Convertido en mujer a través de un oscuro ritual, Amelia se ve atrapada en un cuerpo que nunca pidió y en una mente asediada por nuevos impulsos y emociones inducidos por un antiguo y perverso poder. Vendida a Jason, un CEO tan poderoso como enigmático, Amelia se enfrenta a una contradicción emocional desgarradora. Las nuevas sensaciones y deseos implantados por el ritual la empujan a enamorarse de su dueño, pero su memoria guarda los ecos de quien fue, y la constante lucha interna amenaza con consumirla. En medio de su tormento personal, descubre que Jason, al igual que la líder de la organización, Inmaculada, son discípulos de un maestro anciano y despiadado, un hechicero capaz de alterar el destino de quienes caen bajo su control. Mientras intenta reconstruir su vida y demostrar que no es solo una cara bonita, Amelia se ve envuelta en un complejo juego de poder entre los intereses de Inmaculada y Jason, los conflictos familiares y las demandas del maestro. Las conspiraciones se intensifican cuando el mentor descubre en ella un potencial mágico inexplorado, exigiendo su entrega a cualquier precio. Para ganar tiempo, Jason e Inmaculada recurren a métodos drásticos, convirtiendo a los agresores de Amelia en mujeres bajo el mismo ritual oscuro, con la esperanza de desviar la atención del maestro. En un mundo donde la magia, la manipulación y la lucha por el poder son moneda corriente, Amelia deberá encontrar su verdadera fuerza para sobrevivir y decidir quién quiere ser en un entorno que constantemente la redefine.

Shandor_Moon · Urban
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96 Chs

032. Fachada de cortesía

El comedor junto al jardín con todo el acristalamiento abierto haciéndoles estar en el mismo jardín estaba iluminado suavemente por las luces colgantes y las velas, creando un ambiente acogedor y elegante. La brisa cálida del verano acariciaba las cortinas blancas que ondeaban ligeramente, mientras el aroma de las flores del jardín se mezclaba con el de los platillos exquisitos que se servían en la mesa.

Jason, Amelia, Mei y Li Wei se acomodaron en sus asientos, la mesa bellamente decorada con centros de mesa florales y vajilla de porcelana fina. Amelia sentía una mezcla de nerviosismo y determinación mientras se sentaba al lado de Jason, consciente de las miradas evaluadoras de Mei.

Mei sonrió, aparentemente amable, mientras servía un poco de vino en su copa. —Amelia, debo decir que has hecho un esfuerzo admirable al organizar esta cena. La decoración es encantadora. Aunque, claro, la elección de las flores es un poco... tradicional, ¿no crees?

Amelia forzó una sonrisa, tratando de mantener la compostura. —Gracias, Mei. Pensé que un toque clásico sería apropiado para la ocasión.

Mei asintió, tomando un sorbo de vino. —Sí, claro. Aunque un poco de modernidad no hubiera estado mal. Pero, supongo que no todos tienen un gusto tan refinado. —Su mirada se deslizó hacia Jason, buscando su reacción.

Jason, percibiendo la tensión, intervino rápidamente. —Me parece perfecto, Amelia. La combinación de lo clásico y lo moderno siempre es bienvenida.

Li Wei, notando el ambiente cargado, trató de suavizar la conversación. —La verdad es que el jardín se ve precioso con esta iluminación. Debes haber dedicado mucho tiempo a prepararlo, Amelia.

—Así es, Li Wei. Quería que todo estuviera perfecto para vuestra visita —respondió Amelia, agradecida por el intento de su aliada inesperada.

Mei sonrió de nuevo, esta vez dirigiéndose a Jason. —Hermano, recuerdo que solías ser muy exigente con los detalles. Es sorprendente que no hayas supervisado todo personalmente. Aunque supongo que ahora tienes a alguien para hacerlo por ti.

Amelia sintió una punzada de incomodidad, pero decidió no responder a la provocación. En cambio, se concentró en su plato, esperando que la conversación tomara un rumbo más tranquilo.

Jason entrelazó sus dedos con los de Amelia bajo la mesa, ofreciéndole un apoyo silencioso. —Confío plenamente en Amelia. Ha demostrado ser muy capaz de manejar estos detalles sin problemas.

Mei fingió una expresión de sorpresa. —Oh, no lo dudo. Solo me pregunto si tendrá el mismo ojo crítico que tú. Pero, claro, eso es algo que solo el tiempo dirá.

Li Wei intentó nuevamente desviar la conversación hacia un terreno más neutral. —Amelia, escuché que estuviste los últimos años en el extranjero. ¿Cómo has encontrado Hesperia a tu vuelta? Debe ser un cambio interesante respecto a tu vida anterior.

Amelia sonrió, agradecida por la pregunta. —Hesperia es un lugar hermoso. Me encanta la mezcla de culturas y la rica historia que tiene. Aunque, por supuesto, readaptarse a algunas cosas lleva tiempo.

Mei no dejó pasar la oportunidad. —Sí, adaptarse puede ser difícil. Especialmente cuando uno viene de un entorno tan... diferente. Pero, estoy segura de que con suficiente esfuerzo, cualquiera puede aprender a encajar.

Amelia mantuvo la calma, pero su tono fue firme. —¿Entorno diferente? Mei, ¿de qué entorno crees que vengo? He pasado cuatro años estudiando en la universidad más prestigiosa del mundo rodeada de la élite de ese país, y mi madrina, con quien estuve desde el fallecimiento de mis padres, es una de las diez principales fortunas de Hesperia, incluso por encima de la rama del grupo Xiting en este país.

Amelia había hecho la tarea de estudiar bien toda la historia montada sobre ella por Inmaculada Montalbán y sin duda no tenía nada que envidiar a la posición de la familia Xiting.

—¿Tu madrina? —preguntó Mei con cierto aburrimiento en su voz—. Solo eres una hija postiza, para nada serás apreciada cuando ella tenga una hija propia. Además, sois varias las hijas postizas de la señora Montalbán, ¿qué puesto ocupas? Ni siquiera te ha dado su apellido.

Jason miró enfadado a su hermana, estaba siendo demasiado directa con la descalificación hacia Amelia.

—Hermano, puedo entender que Amelia tenga sus encantos, pero ella no fue acogida por la señora Montalbán hasta los dieciséis años. ¿Qué ha vivido con ella? ¿Dos años? Sus padres eran solo trabajadores de ella. Por mucho que ella quiera aparentar venir de nuestro mismo estatus, su educación dista mucho de ser la recibida desde pequeña en nuestra familia. Solo lo decía por su propio bien.

—¿Mi propio bien? —Sonrió Amelia. ¿Cómo podía ser tan hipócrita? Estaba desacreditando su origen para ponerla en mal lugar.

—Amelia, en algún momento deberás ir a fiestas refinadas o Jason te llevará a Suryavanti. ¿De verdad crees estar preparada para codearte con las principales familias de nuestro país? Precisamente porque Jason se ha encaprichado de ti, no quiero que sufras ningún daño.

Amelia suspiró. La actuación de Mei era digna de un Oscar. Mientras decía estar preocupada por ella, estaba diciendo que su clase dejaba mucho que desear.

—Muchas gracias por tu preocupación, Mei, pero estamos en Hesperia y las normas sociales de este país distan mucho de las de Suryavanti. Afortunadamente, cuando vayamos a Suryavanti, ya habré aprendido todas vuestras normas sociales y no cometeré errores comportándome como otras se comportan cuando salen de su país sin tener en cuenta las normas sociales locales.

Mei sonrió, pero sus ojos reflejaban un desafío. —Eso espero, Amelia. Será un verdadero placer verte adaptarte a nuestras costumbres. Estoy segura de que con el tiempo aprenderás lo que significa ser parte de nuestra familia. Aunque claro, hay cosas que no se aprenden solo con libros o clases, sino viviendo desde la cuna, como el porte y la gracia natural de una dama de Suryavanti.

Amelia sintió cómo sus palabras pretendían rebajarla, pero mantuvo la compostura. —Por supuesto, Mei. Estoy dispuesta a aprender todo lo necesario para estar a la altura.

—Bueno, no todos tienen la misma facilidad para adaptarse —continuó Mei, cortando delicadamente su filete—. Recuerdo cuando Li Wei llegó por primera vez a nuestras reuniones familiares. Fue un poco difícil al principio, pero con el tiempo y mucha dedicación, logró encajar perfectamente. —Mei sonrió a Li Wei con complicidad.

Li Wei, aunque incómoda, asintió. —Sí, fue un proceso de adaptación. Pero con el apoyo adecuado, se puede lograr.

Amelia sonrió amablemente. —Estoy segura de que con el apoyo de Jason y de todos ustedes, podré adaptarme bien. Además, ya he aprendido mucho de mi tiempo con la señora Montalbán y en la universidad.

Mei levantó una ceja, fingiendo sorpresa. —Oh, ¿de verdad? Es bueno saberlo. Aunque, claro, la teoría y la práctica son dos cosas muy diferentes. Pero no te preocupes, Amelia, te ayudaré a discernir entre ambas.

La cena continuó con ese juego de sutiles ataques e intentos de conciliación, cada palabra de Mei cargada de un veneno disfrazado de cortesía. Amelia se mantenía firme, recordando las palabras de Jason y su determinación de no dejarse vencer. Li Wei, aunque silenciosa, observaba con una mezcla de preocupación y resignación, sabiendo que la verdadera batalla apenas comenzaba.

Los platos fueron servidos con esmero, cada uno una obra maestra culinaria que apenas lograba distraer a los comensales de la tensión palpable en el aire. Jason intentaba mantener la conversación en un tono más ligero, hablando de anécdotas de sus viajes y proyectos en la empresa, pero Mei siempre encontraba la forma de volver a centrar la atención en Amelia, cuestionando sutilmente su capacidad y su lugar en la familia.

—Amelia, cuéntame, ¿cómo manejas la presión en tu trabajo? —preguntó Mei, fingiendo interés—. Estoy segura de que con tu... experiencia, has tenido que lidiar con situaciones bastante desafiantes.

Amelia tomó un sorbo de su vino antes de responder, manteniendo la calma. —La presión es parte del trabajo, Mei. Aprendí a manejarla durante mis años en la universidad y con la guía de mi madrina. Es cuestión de mantenerse enfocada y no dejarse llevar por las emociones.

—Interesante —replicó Mei—. Aunque, claro, la verdadera prueba de carácter se da en las situaciones más personales, ¿no crees? Las presiones familiares, por ejemplo, pueden ser mucho más difíciles de manejar.

Amelia sonrió, notando la indirecta. —Tienes razón, Mei. Las situaciones personales pueden ser complicadas, pero con el apoyo de la familia y una comunicación abierta, todo se puede superar.

—Exactamente —dijo Mei, su tono dulce pero sus ojos fríos—. Espero que encuentres ese apoyo en nuestra familia, Amelia. Jason siempre ha sido muy protector con las personas que le importan.

La cena continuó, cada bocado acompañado de una nueva sutil puñalada de Mei. Amelia seguía firme, respondiendo con gracia y seguridad, decidida a no dejarse intimidar. Sabía que esta batalla apenas comenzaba y que tendría que mantenerse fuerte si quería ganarse su lugar en la vida de Jason y en su familia.

Tras los postres, Mei sonrió a Amelia. —¿Podrías ayudarme con una cosa en mi habitación?

Amelia de inmediato sospechó de una trampa. Negarse a acompañarla sería de mala anfitriona. Con un suspiro, asintió con la cabeza sonriendo. Se levantó, inclinó su cuerpo para besar a Jason y le susurró al oído: —Si tardamos, ven a buscarnos, por favor.

Mei estaba pensando en aplicarle un par de sus ideas para torturar a Amelia, pero aún no sabía cuál aplicar en primer lugar. Cuando llegaron a la habitación, Mei sonrió cerrando la puerta.

—Querida cuñada, creo que teníamos un pacto. —Amelia asintió ante las palabras de Mei. —Arrodíllate y pide disculpas por tu grosero comportamiento durante la cena.

Amelia no consideraba haber sido grosera. De hecho, se había cuidado mucho de no ofenderla con Jason presente. Por desgracia, solo podía o romper el trato y reanudar la guerra abierta o obedecer. Tragándose su orgullo, se arrodilló y golpeó su cabeza contra el suelo.

—Siento haber sido grosera. No fue mi intención y ruego tu perdón. Pues mi cuna no es tan noble como la vuestra y no entiendo cómo algunas palabras y expresiones pueden ser groseras.

Mei la dejó un rato arrodillada con la cabeza pegada al suelo mientras pensaba cuál de los dos castigos ideados en su mente sería mejor. Obligarla a ir sin bragas, dado su corta falda, o hacerle usar sus bragas para limpiar sus zapatos y luego volver a ponérselas.

—Amelia, como comprenderás, una simple disculpa no basta para compensar tu enorme falta de respeto. No deseo hacerte sufrir, pero mi deber es disciplinarte y educarte. —La voz de Mei parecía genuinamente apenada, pero ambas sabían la falsedad de la frase.

—Lo comprendo, Mei. ¿Cuál será mi merecido castigo?

"Niña malcriada, deja ya tu tono hipócrita y acabemos con esto. Me has obligado a venir solo para torturarme un rato antes de irnos. Hazlo de una vez y volvamos al comedor", pensó amargamente Amelia.

—En casa, deberías ser disciplinada con golpes de vara o con el látigo. Por desgracia, solo podría usar algún cinturón a modo de látigo. Además, sería una pena dañar esa preciosa piel de la cual está enamorado mi hermano.

Mei caminó hasta su cama y se sentó. Amelia dudó por un momento si levantarse o seguir arrodillada con la cabeza pegada al suelo, pero optó por la segunda opción. Mei no le había dado permiso para levantarse y podría tomarlo como otra falta de respeto y ampliar el castigo. Mei sonrió con malicia al ver temblar a su cuñada.

—Ven a cuatro patas como la perra que eres. Quítate tus bragas y limpia mis zapatos.

La cara de Amelia, aun sin levantar del suelo, se transformó en un gesto de rabia. Apretó los dientes para evitar soltar alguna palabra inconveniente. Sin dejar de mirar hacia el suelo para no darle la satisfacción de ver a Mei su cara de furia, gateó hasta ella.

—Muy bien, perra. Ahora quítate las bragas y limpia mis zapatos.

Para añadir mayor humillación, Mei acarició la cabeza de Amelia como si de verdad fuera una perra. Con resignación, Amelia se quitó las bragas y comenzó a limpiar los zapatos de Mei con ellas.

—Escupe en las bragas, si no las humedece, no limpiarán bien y no te olvides de las suelas.

Mei estaba yendo muy lejos. ¿Cómo se atrevía a humillar de este modo a la novia de su hermano? Si no fuera la hermana preferida de Jason, le cruzaría la cara. Ahora era una mujer, por lo cual pegar a otra mujer no era algo deshonroso, pero esta era la hermana de Jason. Con todo su odio contenido, escupió en sus bragas y se afanó en seguir limpiando los zapatos de Mei.

Mei disfrutaba viendo cómo Amelia usaba su ropa interior para limpiar sus zapatos. Una pena que no estuvieran más sucios. Por un momento, se le pasó por la cabeza hacerle lamer sus pies, pero ahora mismo estaban muy limpios y ya la estaba castigando bastante. Cuando Amelia terminó, Mei sonrió.

—Vuelve a ponerme los zapatos.

Amelia, con resentimiento y sin querer mirar a Mei para evitar su sonrisa triunfante, se afanó en ajustar los zapatos de nuevo en los pies de Mei, temblando ante la idea de que esto pudiera no ser suficiente.

—Como tus bragas han quedado tan asquerosas, mejor te las dejas aquí y vas a la discoteca sin ellas.

Amelia tragó saliva, pero después pensó de forma racional. Aún estaban en casa, solo tendría que subir a su habitación y ponerse otras. Para su desgracia, eso lo había también pensado Mei.

—Por cierto, tienes prohibido separarte de mí hasta que salgamos de la mansión rumbo a la discoteca. Vas a ir a la discoteca sin ellas. Ahora volvamos al comedor, no sea que mi hermano se preocupe por la tardanza.

Amelia asintió, sintiendo el peso de la humillación y el desafío por delante. Sabía que Mei no se detendría hasta verla completamente derrotada, pero también sabía que, de alguna manera, tendría que encontrar la fortaleza para enfrentarla y ganar su respeto, o al menos, su tolerancia. Con cada paso que daba de regreso al comedor, se prometía a sí misma que no dejaría que Mei la destruyera.