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Vendida al destino

Amelia no siempre fue Amelia. En una vida pasada, fue un joven que se dejó llevar por la apatía y la indiferencia, grabando en silencio una atrocidad sin intervenir. Por ello, una organización secreta decidió aplicar un castigo tan severo como simbólico: transformar a los culpables en lo que más despreciaban. Convertido en mujer a través de un oscuro ritual, Amelia se ve atrapada en un cuerpo que nunca pidió y en una mente asediada por nuevos impulsos y emociones inducidos por un antiguo y perverso poder. Vendida a Jason, un CEO tan poderoso como enigmático, Amelia se enfrenta a una contradicción emocional desgarradora. Las nuevas sensaciones y deseos implantados por el ritual la empujan a enamorarse de su dueño, pero su memoria guarda los ecos de quien fue, y la constante lucha interna amenaza con consumirla. En medio de su tormento personal, descubre que Jason, al igual que la líder de la organización, Inmaculada, son discípulos de un maestro anciano y despiadado, un hechicero capaz de alterar el destino de quienes caen bajo su control. Mientras intenta reconstruir su vida y demostrar que no es solo una cara bonita, Amelia se ve envuelta en un complejo juego de poder entre los intereses de Inmaculada y Jason, los conflictos familiares y las demandas del maestro. Las conspiraciones se intensifican cuando el mentor descubre en ella un potencial mágico inexplorado, exigiendo su entrega a cualquier precio. Para ganar tiempo, Jason e Inmaculada recurren a métodos drásticos, convirtiendo a los agresores de Amelia en mujeres bajo el mismo ritual oscuro, con la esperanza de desviar la atención del maestro. En un mundo donde la magia, la manipulación y la lucha por el poder son moneda corriente, Amelia deberá encontrar su verdadera fuerza para sobrevivir y decidir quién quiere ser en un entorno que constantemente la redefine.

Shandor_Moon · Urban
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96 Chs

027. Más allá de la tormenta

Tras un viernes tenso, en el cual Jason y Amelia apenas se dirigieron la palabra, la atmósfera en la mansión estaba cargada de incertidumbre. Jason, sintiéndose culpable y sin saber cómo disculparse, encontraba difícil consolarla. Amelia, aún resentida y sin comprender qué había hecho para merecer el ataque de Sandro, la desconfianza de Jason y el mar de rumores, se mostraba distraída, perdida en sus pensamientos.

Incluso cuando se retiraron a dormir, solo se dieron un beso de buenas noches, sin ninguna pasión. La tensión se mantuvo latente, como una barrera invisible entre ellos. Con la primera luz de la mañana filtrándose por las cortinas, Jason observaba a Amelia aún dormida. Aunque legalmente la había comprado y ella le debía obediencia, Jason no quería forzarla a amarlo; deseaba que sus sentimientos fueran auténticos.

Le apartó suavemente un mechón de la cara y la besó en los labios con delicadeza. —Lo siento, sigue descansando —murmuró mientras se separaba para ir a hacer su carrera matutina.

Estaba a punto de salir de la cama cuando Amelia le sujetó la muñeca izquierda con firmeza pero ternura. —No te vayas. Abrázame —susurró, abriendo los ojos y mirándolo con cariño.

Jason, conmovido por el gesto, volvió a su lado y la abrazó con afecto. Amelia se acurrucó entre sus brazos, sintiendo la calidez y los latidos del corazón de su compañero. Quería quedarse todo el día entre sus brazos protectores. Aunque aún sintiera algo de rencor por la desconfianza de Jason y la poción de la verdad, sabía que él lo era todo para ella. Lo de Sandro había sido asqueroso y violento, pero debía aprender a afrontarlo. Contra los rumores, Jason debía ser su mayor aliado, al menos dentro de la oficina.

—Jason —comenzó Amelia, con voz suave—, lo de ayer... fue muy difícil para mí. Pero sé que también fue duro para ti. No quiero que esto nos separe.

—Lo sé, Amelia. Lo lamento mucho —respondió Jason, apretándola un poco más contra su pecho—. Estoy aquí para ti, y no dejaré que nada ni nadie vuelva a hacerte daño.

—Gracias, Jason. Confío en ti, solo te tengo a ti e Inma, pero necesito que confíes en mí, que me apoyes —dijo Amelia, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Jason.

—Te prometo que nunca más dudaré de ti, pero cuando te pase algo como lo de ayer, ven inmediatamente. Yo te protegeré —aseguró Jason, besándola en la frente.

El día comenzó con una nueva energía. Después de la carrera matutina, de ducharse y de desayunar, Jason y Amelia salieron al jardín. El sol de la mañana bañaba las flores y los árboles, creando un ambiente de paz y serenidad. Jason tomó la mano de Amelia mientras caminaban, disfrutando de la tranquilidad del momento.

—Siento haberte tratado mal ayer —dijo Jason, rompiendo el silencio—. No debí dudar de ti ni un segundo, ni ser tan violento en mi reacción.

—Tranquilo, Jason. Estamos juntos y ya está todo arreglado entre los dos —respondió Amelia, apretando su mano—. Ahora necesito tu comprensión, apoyo y cariño.

—No me puedo perdonar por dudar de ti. Sentí celos —se recriminó Jason, cogiéndola por los hombros y mirándola a los ojos—. Quizás a veces te considero una propiedad. Pagué por ti, pero no quiero transmitirte eso. Yo te libero; tienes tu contrato laboral, tu cuenta en el banco y tu dinero. Si estás conmigo, será porque lo merezco.

Amelia sonrió a Jason. —Te lo mereces y no acepto la libertad. Como dije esta mañana, solo os tengo a ti y a la señora Montalbán. Ahora mismo me siento como una niña que se porta mal y sus padres le dicen: "eres libre de irte y buscar otros padres". ¿Dónde iba a ir? Sois mis anclas, mis guardianes, mis guías. Quizás solo por el gusano, pero además quiero estar junto a ti. Eres el único hombre para mí.

—Podrías volver con Inmaculada, pero no estés conmigo por el acuerdo comercial. Aunque volvieras con la señora Montalbán, yo te seguiría teniendo en mi empresa contratada. No debes temer volver al punto de partida si te vas, pues no vuelves ahí. Aunque sería doloroso verte todos los días en la empresa y no poder abrazarte —dijo Jason. Tras estas palabras, la abrazó, y ambos permanecieron así un rato.

Necesitaban ese abrazo. No hicieron falta más palabras; ambos se querían y hacía falta mucho más para romper su unión. Después de unos minutos abrazados, se encaminaron hacia una mesa situada a la sombra de un gran roble, abriendo sus portátiles para trabajar un rato. El jardín, con sus flores coloridas y el canto de los pájaros, ofrecía un refugio de serenidad que contrastaba con la tormenta emocional que ambos habían atravesado.

Amelia se sorprendió al ver varios correos de apoyo en su bandeja de entrada. No llevaba mucho tiempo en la empresa y, para ser sincera, se relacionaba poco con los demás, por lo cual fue una grata sorpresa recibir esos mensajes de solidaridad. Hasta ahora, su enfoque había sido trabajar sin parar, tratando de apagar un incendio tras otro.

Unos criados discretos se acercaron para ofrecerles refrescos y pequeños bocados. La atención y el cuidado con los que los sirvieron añadieron un toque de comodidad y calidez al ambiente.

Más tarde, Isabel llegó a la mansión con algunos documentos que necesitaban revisión por parte de Jason. Amelia se preguntó cuándo encontraba Isabel tiempo para descansar, pero comprendió que, al igual que Jason, su dedicación era plena. Isabel no conocía horarios.

Tras firmar Jason los documentos, Isabel decidió aprovechar la ocasión para tener una conversación sincera con Amelia sobre lo sucedido, brindándole apoyo y consejos.

—Amelia, sé que lo de ayer fue horrible y encima las habladurías, las cuales atajaremos despidiendo a los culpables. Quería asegurarme de que estás bien y decirte que puedes contar conmigo como con Jason —dijo Isabel, con una mirada comprensiva—. Mi horario son las veinticuatro horas del día para descargaros de trabajo, pero también si necesitas una amiga.

—Gracias, Isabel. Ha sido muy difícil. No esperaba que esto pasara, y me siento... tan impotente —respondió Amelia, con voz temblorosa.

Isabel asintió, acercándose más a Amelia. —Lo entiendo. Desafortunadamente, para las mujeres, especialmente las atractivas como tú, situaciones como esta son demasiado comunes. Pero quiero que sepas que no estás sola en esto. He pasado por experiencias similares y sé lo que se siente.

Amelia la miró, sorprendida. —¿De verdad? Nunca lo hubiera imaginado.

Isabel sonrió con tristeza. —Sí, he enfrentado acoso y desprecio solo por ser mujer en un mundo dominado por hombres. Al principio, me sentí perdida, pero aprendí algunas cosas que me ayudaron a superar esos momentos difíciles.

—¿Qué cosas? —preguntó Amelia, interesada.

—Primero, debes recordar siempre tu valor. Nadie tiene derecho a hacerte sentir menos. No importa lo que digan o hagan, tu valor no depende de ellos —dijo Isabel, con firmeza—. Segundo, nunca tengas miedo de alzar la voz. Si alguien te trata mal, denúncialo. La vergüenza es de ellos, no tuya. Y por último, apóyate en las personas que te quieren y te respetan. Ellos serán tu red de seguridad.

Amelia asintió, sintiendo que esas palabras la reconfortaban. —Gracias, Isabel. Es bueno saber que puedo contar también contigo.

Isabel la abrazó con fuerza. —Siempre, Amelia. Aquí no estás sola. Y si alguna vez te sientes abrumada, recuerda que estamos a tu lado para ayudarte.

La conversación continuó, con Isabel compartiendo más detalles de sus experiencias y estrategias para enfrentar el acoso y la discriminación. Amelia se sintió fortalecida, no solo por las palabras de Isabel, sino por la conexión que se estaba formando entre ellas. Las flores del jardín parecían más brillantes, y el ambiente más ligero, como si el peso que había estado cargando se disipara lentamente.

En ese tranquilo rincón del jardín, Amelia comprendió que no estaba sola, y que con el apoyo de Jason e Isabel, podría enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

Isabel se fue dejando a Jason y Amelia enfrascados en sus portátiles, aunque habiendo comprobado cómo la tensión había desaparecido y de vez en cuando ambos se miraban de forma amorosa, desviándola de donde estuvieran concentrados.

—Señores, ¿van a comer en el jardín o les preparo el comedor? —preguntó el mayordomo al acercarse.

Jason miró a Amelia esperando su decisión con una sonrisa. Ella miró alrededor, el jardín, a pesar de acercarse el verano, aún presentaba un estado primaveral y la temperatura era muy agradable. Vio cómo un par de gorriones se habían posado en la mesa y se acercaban con prudencia al plato donde había unos cuantos frutos secos.

—Me gustaría comer aquí, si no es mucha molestia. Esos gorriones desvergonzados seguro que disfrutan de alguna migaja —sonrió Amelia, mirando al mayordomo.

—Para nada es una molestia. Les serviremos el almuerzo aquí mismo —el mayordomo hizo una reverencia y se marchó para ordenarlo todo, mientras un par de criadas recogían y limpiaban la mesa de los restos de la tapa que habían tomado con Isabel.

Al poco tiempo, los entrantes estaban en la mesa y Amelia y Jason retiraron sus portátiles para disfrutar de la comida.

—Amelia, quiero que sepas cuánto lo siento. Nunca debí dudar de ti. Estoy aquí para ti, y haré todo lo que esté en mi mano para que te sientas segura y apoyada —dijo Jason, con voz sincera.

—Gracias, Jason, pero no hace falta recordarlo cada dos horas —respondió Amelia, con una sonrisa agradecida—. Por cierto, si aún no has hecho nada con Sandro, preferiría destruirlo de forma distinta a como hizo Inmaculada conmigo.

Jason miró con una sonrisa a Amelia; sin duda, era una mujer perspicaz y ya se había dado cuenta de que tanto él como Inmaculada eran bastante expeditivos a la hora de aplicar justicia.

—Si es posible, me gustaría verlo destruido comercialmente. En la ruina, y a ser posible sin que salga mi caso, pero que su comportamiento salga a la luz pública —Amelia quería verlo en la miseria y, si era posible, con todos dándole la espalda por machista.

Jason valoró la propuesta mientras se llevaba el tenedor a la boca. Deseaba darle una paliza, pero quizás pudiera ser viable hacer ambas cosas.

—Tomaré en consideración tu petición, pero no es fácil. Contratar un sicario y pegarle dos tiros es mucho más sencillo que tu propuesta.

Amelia lo miró horrorizada. Solo la había incomodado mucho. ¿Iba a matarlo por eso? ¿Si la llegaba a violar, cuál hubiera sido su castigo?

—Tranquila, solo bromeaba —añadió Jason al ver cómo la cara de Amelia se había transfigurado—, pero si me lo pidieras, lo haría.

Amelia no terminó de tranquilizarse; cuando lo dijo por primera vez, no parecía bromear, y ya comenzaba a conocer muy claramente sus caras. Deseaba cambiar de tema y solo se le ocurrió preguntar por cuándo vendría la hermana de Jason.

—Mi hermana y su amiga llegarán mañana. Sé que es mucho para asimilar, pero espero que su visita te distraiga un poco y traiga algo de alegría a nuestra casa —dijo Jason.

—Sí, creo que será bueno. Estoy deseando conocerlas —respondió Amelia, sintiendo alivio al cambiar de tema—. ¿Su amiga es la joven con la cual desea emparejarte?

—Sí, aunque lo he hablado con ella. Le he explicado que tiene una cuñada encantadora y no pienso mirar a otra mujer.

Amelia lo miró divertida ante el intento de piropo encubierto. No había hablado mucho de su familia y eso la intrigaba.

—¿Qué debo saber de mi cuñada? —preguntó Amelia, con una mezcla de curiosidad y deseo de agradar.

Jason sonrió, complacido por el interés de Amelia.

—Mei es mi hermana menor y es muy diferente a mí. Es extrovertida, llena de energía y siempre está buscando aventuras. Puede ser un poco impulsiva a veces, pero tiene un corazón enorme. Le gusta mucho conocer gente nueva y hacer amigos. Seguro que te caerá bien —dijo Jason con cariño.

Amelia asintió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción por la llegada de Mei.

—¿Y su amiga? —preguntó Amelia, deseando saber más.

—Li Wei es un poco más reservada que Mei, pero también es muy amable y comprensiva. Han sido amigas desde la universidad y siempre están juntas en todo. Li Wei es una persona muy inteligente y tiene una gran capacidad para escuchar y entender a los demás. Estoy seguro de que también te caerá bien —respondió Jason.

Amelia sonrió, sintiéndose un poco más tranquila.

—Espero poder llevarme bien con ellas. Será interesante conocer a más personas cercanas a ti —dijo Amelia, sintiendo que poco a poco se estaba integrando más en la vida de Jason.

—Estoy seguro de que te llevarás bien con ellas. Eres una persona maravillosa, y ellas lo verán —dijo Jason, apretando su mano con afecto.

Con el cambio de tema, la conversación fluyó con más facilidad. Amelia y Jason disfrutaron del resto de la comida en el jardín, hablando sobre cosas cotidianas y planes futuros, dejando atrás las tensiones de los días anteriores.

—¿Algo más? —preguntó Amelia, sintiendo como si le estuviera ocultando alguna cosa.

—Bueno, es un pelín caprichosa y demandante. Posiblemente hará berrinche si no la complaces y seguramente deseará que seas su guía turística. Por lo cual te disculparé en la empresa, pues no irás a trabajar —respondió Jason, sonriendo.

Amelia se rió, imaginando las posibles travesuras de Mei. —Parece que será una experiencia interesante. Pero, ¿estás seguro de que no me necesitas en la empresa?

—Estoy seguro. Quiero que disfrutes y te relajes un poco. Has pasado por mucho y mereces un descanso. Además, Mei estará encantada de tenerte como guía —dijo Jason, apretando su mano con afecto.

Amelia suspiró, agradecida. —Gracias, Jason.

—Por cierto, Amelia, esta tarde necesito que te asegures de que el servicio haya dejado perfectamente preparadas las habitaciones para Mei y su amiga —dijo Jason, rompiendo el silencio.

Amelia frunció el ceño, algo contrariada. —¿Y por qué no te encargas tú de eso?

Jason sonrió con paciencia. —Porque es trabajo de la mujer asegurarse del buen funcionamiento de la casa. Además, Mei se sentirá más cómoda si ve que tú te has encargado de los detalles.

Amelia recordó lo que había estudiado sobre la cultura de Suryavanti y se resignó a aceptar su papel de anfitriona. —Está bien, lo haré. Aunque creo que necesitamos un ama de llaves de confianza para descargarme de ese tipo de tareas.

Jason asintió, apreciando su disposición. —Puede que tengas razón. Pero por ahora, sé que harás un excelente trabajo.

Amelia se levantó de la mesa y comenzó a dar instrucciones al servicio. Supervisó personalmente la preparación de las habitaciones, asegurándose de que todo estuviera impecable. A medida que inspeccionaba los detalles, pensaba en cómo delegar mejor estas responsabilidades en el futuro.

Finalmente, se recostaron en las tumbonas bajo la sombra del gran árbol, observando las nubes pasar lentamente en el cielo azul. Amelia sintió una paz interior que hacía mucho tiempo no experimentaba. Aunque aún quedaban desafíos por enfrentar, en ese momento, todo parecía estar en su lugar.

—Te quiero, Jason —murmuró Amelia, cerrando los ojos y dejando que la tranquilidad la envolviera.

—Y yo a ti, Amelia —respondió Jason, acariciando suavemente su cabello.