Había algo pecaminoso en leer Gloria de la Mañana a plena luz del día, ¿y si alguien la sorprendía en el acto? Islinda no sabía cómo se explicaría para salir de esa situación. Solo era para propósitos de investigación, ¿quién la creería?
Sin mencionar que no podía cerrar su puerta ya que sus acciones solo parecerían sospechosas.
Así que decidió guardar el libro para más tarde por la noche cuando todos estuvieran profundamente dormidos. Las llamas que los Fae usaban como su fuente de luz eran el doble de brillantes y mejores que las velas en el reino humano. Afortunadamente, había aprendido a usar la lámpara de vidrio que tenía fuego de lava flotando en su interior y no necesitaría la ayuda de Aurelia con ella.
Islinda decidió concentrarse en las novelas clásicas que había recogido antes solo para que la emoción le fuera arrebatada de la cara.
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