—Estás extrañamente callado —señaló Aldric, levantando su copa de vino en dirección a André, aparentando relajación en su asiento, pero lo suficientemente vigilante como para observar el cambio en el semblante de su hermano.
André bajó su cuchara sobre la mesa, empujando el plato más lejos de él —Quizás, es hora de que tengamos esa conversación y preferiblemente, en privado —respondió, desviando la mirada hacia Islinda.
Islinda en cuestión notó la conversación no verbal entre ellos, encontrando su mirada antes de cambiar a la de Aldric. Les dijo a ambos Fae —No se preocupen, ambos pueden hablar libremente en mi presencia, no es como si tuviera a alguien con quien compartir los detalles. Te aseguraste de eso, ¿no es así, Aldric?
—No sé por qué de repente estás actuando tan amargamente hacia mí, querida Isla —dijo Aldric.
—¡No me llames así! —ladró ella, apretando la cuchara fuertemente mientras se sentaba recta como una estaca, y lo miraba fijamente.
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