El ambiente en la Hacienda Real era sombrío aquella tarde.
Mientras todos se mantenían en línea recta, todos enfrentando al hombre que los había guiado hasta ese momento, una energía electrizante se apresuraba dentro de sus corazones a pesar de la atmósfera solemne.
Un tinte de naranja teñía sus rostros gracias a los reflejos del cielo que tenían encima. Todos los estudiantes —algunos más que otros— tenían los ojos brillantes. Incluso los dos miembros sobrevivientes del Consejo Real estaban presentes, parados detrás de los Otromundistas mientras miraban a un solo hombre.
—Señor Ralyks... en nombre de todos aquí presentes, me gustaría agradecerle por todo lo que ha hecho por nosotros —Adonis dio un paso adelante e inclinó la cabeza.
—¡GRACIAS, SEÑOR RALYKS! —Todos hicieron una reverencia en señal de respeto.
El hombre envuelto en oscuridad no dijo nada. Simplemente observó su muestra de respeto en silencio.
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