—Entrarás primero tú. Yo esperaré afuera de la puerta —sugirió Tom y Lucy lo miró con el ceño fruncido desconcertada.
—¿Por qué? ¿Qué se supone que debo decirle? —preguntó Lucy mientras se abría la puerta del ascensor y salían.
—¿Por qué? Porque no voy a dejar pasar su actitud hacia mi novia. Si no hago nada, va a hacer que ella crea que está bien acercarse a ti y decir lo que quiera. Si aparezco en su oficina en lugar de invitarla a la mía, va a hacer que todos se den cuenta de que algo anda mal, y pasará un mensaje a todos de que nadie puede meterse contigo. Entra y di lo que quieras para sacarla de quicio. Quiero que diga algo que no debería —insistió Tom, y Lucy suspiró mientras se detenían afuera de la puerta.
En momentos como este, la diferencia entre ella y Tom parecía tan obvia. Mientras ella preferiría ignorar algunas cosas, Tom preferiría ser mezquino.
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