Tom llegó muy temprano a la casa de Andy al día siguiente. Aparcó el coche y se estiró, echando un vistazo al reloj del tablero. Eran justo las 8 AM, pero no le importaba. Tenía muchas ganas de ver a Lucy.
Cuando Tom se acercó a la puerta principal, pudo oír charlas y risas desde adentro. Le hizo sonreír, e imaginó las secuelas de la noche de chicas. Llegó a la puerta y tocó el timbre.
Andy abrió la puerta, su cabello todavía desordenado por el sueño, su rostro libre de cualquier maquillaje. Parpadeó sorprendida, asimilando la presencia de Tom en su umbral.
—¿Tom? —exclamó, con la voz aún ronca por el sueño—. ¡Estás aquí tan temprano!
Tom sonrió, apoyándose con casualidad en el marco de la puerta.
—Fue una noche de chicas, ¿verdad? Bueno, ahora es mañana, así que es mi turno de estar con mi Joya antes de que se vaya de nuevo a la ducha nupcial.
Andy soltó una carcajada, abriendo más la puerta para dejarlo entrar.
—Pasa. Las demás todavía están vagueando en la sala de estar.
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