Miguel puso su mano en mi espalda. Su aliento me reconfortaba. Después de todo, solo era un recuerdo. No estaba tan enojada como cuando escuché todo esto por primera vez.
—Ella también dijo que tú nunca me marcarías porque no quieres hacerlo, y el resultado es que me dejarás y volverás con ella —dije con desgano.
Miguel no pareció divertido.
Esto en cambio fue un consuelo para mí. Miguel estaba molesto por las palabras de Joanna, lo que simplemente mostraba que Joanna estaba mintiendo.
—¿Qué dijiste? —La voz de Miguel sonó fría. Aún sostenía mi brazo como si temiera que fuera a escapar.
Retorcí mi brazo incómodamente, pero Miguel no tenía intención de soltarlo.
—Le dije que se callara —pensé por un momento—. Y que se largara del infierno.
Escuché el zumbido en el pecho de Miguel, y de repente me sentí aliviada.
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