Cuando Archer vio la sonrisa de la mujer, quedó cautivado mientras examinaba sus rasgos. El cabello rubio platino de Lucrezia estaba recogido en una cola de caballo, enmarcando su rostro como un velo resplandeciente que danzaba en la luz de las estrellas.
Sus llamativos ojos rojos brillaban como rubíes, atrayéndolo con su intenso resplandor. A pesar de ser más baja que él, poseía una fuerza que irradiaba desde su interior, y su cuerpo era esbelto y parecía el de una atleta de la Tierra.
Archer notó que sus ropas se parecían a las que llevan las brujas, pero parecían tener algunos toques personales suyos, lo que le gustó. Lucrezia sonrió ante su reacción y dijo, "Necesito tu ayuda para lidiar con unas plagas que invadieron mi montaña."
—¿Dónde están? —Archer se sacudió la cabeza. —Podemos resolver tu problema antes de partir hacia el imperio.
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