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Capítulo 48: Coincidencias

Capítulo 48: Coincidencias

Narra Brenda

- ¿Qué haces aquí? — le pregunté sorprendida al verlo parado ahí.

- Me dijeron que aquí era la reunión de profesores, ¿no es así? Yo soy profesor de esa escuela – dijo, formándose una sonrisa en su rostro.

No pude evitar sonreír también.

- Qué tonto eres, ¿por qué no me lo dijiste en la mañana? Vamos, pasa.

Claro... había olvidado que él también era profesor de mi escuela y también lo habían invitado.

- Esto es para ti – dijo, entregándome un ramo de rosas.

Iba a agradecerle, pero en ese momento llegó mi mamá y nos interrumpió, ya no pude decir nada.

- Hola, Alan, te estábamos esperando. ¿Vienes solo? Te dije que podrías traer a tu novia.

Él sonrió y respondió:

- Gracias, pero mi novia está ocupada en este momento – volteó a mirarme, tenía miedo de que fuera muy obvio.

- ¿Y esas rosas, hija? Son muy bonitas.

- Ah, sí, el profesor Freeman las trajo para adornar la mesa – dije nerviosa – Gracias, profesor – tratando de disimular.

- No hay de qué – dijo Alan sonriendo.

Él se sentó en la mesa con los demás maestros y yo fui a ayudar a mamá en la cocina.

- ¿Puedes sostener esto, por favor? — me pidió, dándome un cucharón.

Mientras cocinábamos, aprovechamos para tener una plática madre e hija, algo que no hacíamos desde hace tiempo.

- Entonces, hija... ¿Estás enamorada de alguien?

Me sonrojé... ¿acaso era tan evidente que estaba enamorada? Por alguna extraña razón, le respondí:

- Sí, mamá – bajando la mirada.

- Cuéntame sobre él, hija. Comparte tu felicidad conmigo.

Comencé a contarle sobre Alan, pero lógicamente no le dije su nombre ni su edad.

Después, mi mamá me miró a los ojos.

- Se nota que estás enamorada, nunca te vi tan radiante y con una sonrisa tan perfecta.

Mientras ayudaba a servir la sopa, sonó el timbre.

- ¿Más maestros? – pregunté.

- No lo sé, ve a abrir.

- Pero tengo esto en las manos – dije, sosteniendo la sopa caliente.

- No te preocupes, puedo ir a abrir si no les molesta – ofreció Alan, quien parecía haber estado escuchando nuestra conversación con mamá.

- Muchas gracias, Alan – agradeció mi mamá.

Narra Alan

Abrí la puerta y me llevé una gran sorpresa al encontrarme con Laura.

- Laura, ¿qué haces aquí? - pregunté sorprendido.

- Alan, ¿qué haces tú aquí? - respondió sorprendida al verme.

- Por favor, responde a mi pregunta - insistí.

- Yo vine a entregar este abrigo que se olvidaron en mi evento de anoche... por suerte la dueña, amm "Brenda", dejó sus credenciales adentro y pude ver que era de ella... ¿Qué haces tú en su casa?

- Tengo una reunión de trabajo aquí - expliqué.

- Bueno, yo tengo que entregar esto... ¿Está la señorita propietaria de este abrigo?

Narra Brenda

Alan tardaba en la puerta, así que fui a ver qué ocurría. Me sorprendí al ver a Laura. ¿Qué hacía ella aquí? Al verme, dijo:

- Oh, eres Brenda, ¿verdad? Toma, esto es tuyo - dijo, entregándome mi abrigo - te lo olvidaste anoche en el baile. ¿Por qué te marchaste tan rápido?

Me quedé sin palabras, miré a Alan buscando una respuesta. No dije nada y, de repente, mamá apareció detrás de nosotros.

- ¿Qué sucede aquí?

- Nada, mamá. Tenemos visita - respondí.

- Oh, hola. Soy Laura Miller - se presentó, extendiendo su mano.

- Oh, debes ser la novia de Alan - asumió mi mamá, estrechando su mano - Pasa, por favor.

- Ella no es... - intentó aclarar Alan.

- Vamos, todos al comedor - interrumpió mi mamá - La comida ya está lista.

De repente, Laura estaba en mi casa con Alan y yo, sin comprender qué sucedía. Quería gritarle que no lo tocara.

- Alan, qué bien que trajiste a tu novia. Es refrescante tener a jóvenes entre nosotros - bromeó mi mamá, provocando risas entre los profesores.

- Ella no es mi... - Alan intentaba aclarar, pero siempre era interrumpido.

Laura se sentó junto a Alan, donde se suponía que yo me sentaría. Me quedé de pie, viendo cómo coqueteaba con él.

- Hija, siéntate. ¿No vas a comer?

No quería sentarme y ver a Laura coqueteando con mi novio, pero si me iba, levantaría sospechas. Además, quería ver cómo reaccionaba Alan.

- Sí, mamá - respondí, y me senté frente a Alan.

Durante la comida, Laura no cesaba de coquetear con Alan. Ya no lo soportaba y necesitaba alejarlo de ella. Discretamente, deslicé mi mano por la mesa, tomé un vaso de jugo y derramé el líquido sobre Alan. Él se levantó y yo fingí que había sido un accidente.

- ¡Ay, perdón, profesor Freeman! - exclamé levantándome y tomando una servilleta - Fue un accidente.

Me acerqué a Alan para secar su saco con la servilleta.

- Hija, debes tener más cuidado... mira lo que has hecho - reprochó mi mamá.

- Sí, mamá, lo siento, profesor - respondí, tomando otra servilleta de la mesa.

- No hay problema... los accidentes pasan - dijo Alan, pareciendo notar que lo había hecho a propósito.

- Venga conmigo, le daré un traje de mi esposo y pondré eso en la lavadora - ofreció mi mamá.

- No hace falta que se moleste - se opuso Alan.

- Mamá, puedo acompañarlo yo, quiero reparar mi error - propuse.

- Está bien, Brenda... es correcto que repares tus errores - aceptó mi mamá.

- Insisto que no hace falta - insistió Alan.

- Sí, hace falta - dijo mi mamá - No puedes quedarte con el traje mojado... Brenda, acompaña a tu profesor y dale un traje de tu padre.

Asentí con la cabeza y luego dije:

- Acompáñeme por aquí, señor Freeman.

- Con permiso - dijo Alan, siguiéndome.

Subimos las escaleras y lo llevé hasta el cuarto de mis padres.

- De verdad, lo siento... supongo que soy muy torpe - dije.

Alan me tomó de la cintura y me atrajo hacia él.

- Me encanta tu torpeza... - dijo, acercando sus labios a los míos.

- ¡Alan, aquí no! - exclamé, con la respiración entrecortada.

- No puedo evitarlo - dijo, también con la respiración entrecortada - Eres muy bella... tenerte tan cerca me provoca besarte.

Después me besó y yo no pude resistirme. Comencé a quitarle su saco para que se se lo cambiara.

- Si sigues haciendo eso, no voy a poder resistirme - dijo, sonriendo y mirándome a los ojos.

Logré quitarle su saco y comencé a desabotonarle la camisa.

- Esto es mejor que desvestirme solo - dijo Alan, con una sonrisa juguetona mientras me miraba a los ojos.

El roce de su piel desnuda contra mi mano envió una oleada de electricidad a través de mi cuerpo. Mi pulso se aceleró, mi corazón latió con fuerza en mi pecho y mi respiración se volvió entrecortada. Sentí una intensa conexión entre nosotros, una atracción magnética que era difícil de resistir. Por un momento, me tenté a empujarlo hacia la cama y dejarnos llevar por el deseo que nos consumía. Pero entonces, la realidad de la situación volvió a mí.

- Buscaré algo que te puedas poner - dije, tratando de controlar mi voz temblorosa. Rápidamente, me dirigí al armario de mis padres en busca de un traje de mi padre. Mientras Alan continuaba desvistiéndose, sentí cómo mi corazón latía con una mezcla de excitación y nerviosismo. Cuando me di la vuelta, me encontré con la imagen tentadora de Alan en ropa interior.

Tragué saliva, intentando mantener la compostura. - Aquí tienes - dije, extendiéndole el traje que había encontrado. Sus dedos rozaron los míos mientras tomaba la prenda, enviando un escalofrío por mi espina dorsal. Observé cómo comenzó a vestirse lentamente, cada movimiento acentuando su atractivo.

- Iré a llevar tu traje a la lavadora - dije, luchando por mantener la calma. Salí de la habitación, sintiendo el calor en mis mejillas y el latido acelerado de mi corazón.

Mientras caminaba hacia la lavadora, mi mente estaba llena de pensamientos y emociones encontradas. Quería estar cerca de Alan, dejarme llevar por la pasión que había surgido entre nosotros. Pero también sabía que había expectativas y compromisos que nos esperaban abajo, y no podía ignorarlos por completo.

Llegué a mi habitación y cerré la puerta detrás de mí. Necesitaba un momento para procesar todo lo que estaba sucediendo. Me apoyé contra la pared, sintiendo mi respiración agitada. ¿Qué estaba pasando entre Alan y yo? ¿Podríamos resistir la tentación que nos envolvía? Estaba claro que había una conexión poderosa, pero también había mucho en juego.

Narra Alan

Terminé de ajustar mi camisa y, con curiosidad, comencé a buscar a Brenda por la casa. Abrí y cerré varias puertas, buscando señales de su presencia. Finalmente, llegué a su cuarto y allí estaba ella, de pie junto a la ventana, perdida en sus pensamientos.

Me acerqué con cautela, sin querer interrumpir su momento de reflexión. Nuestros ojos se encontraron cuando me acerqué.

Narra Brenda

Estaba sumida en mis pensamientos cuando, de repente, sentí unas manos tomar mi cintura. Me giré rápidamente, sorprendida por la presencia de Alan frente a mí.

- ¿Estás loco? ¿Por qué me seguiste hasta aquí? - pregunté, con un tono de voz que mezclaba sorpresa y molestia.

Alan parecía incómodo y trató de justificarse.

- No tengo ganas de estar ahí abajo - dijo, con una mirada evasiva.

Sus palabras me recordaron a Laura, la persona que todos creían que era su novia. Sentí un nudo en el estómago, pero decidí mantener la compostura.

- Claro... porque ahí está la persona que todos creen que es tu novia - respondí, tratando de ocultar mi decepción.

- No te enfades conmigo, no sabía que vendría, no tengo idea de cómo se enteró - se disculpó Alan, con una expresión de sincera confusión.

Intenté controlar mi frustración y respondí de manera más serena:

- Da igual... - respondí, intentando mostrar indiferencia.

Alan se sentó en mi cama y elogió mi habitación y mi cama.

- Qué bonito cuarto tienes - comentó, admirando el entorno - Y tu cama también es preciosa.

Sentí un ligero rubor en mis mejillas por su halago, pero rápidamente recordé la situación incómoda en la que nos encontrábamos.

- ¡Alan! Cálmate, alguien podría vernos... será mejor que bajemos antes de que comiencen a sospechar - le dije, instándolo a actuar con cautela.

- Después de ti, hermosa - respondió, ofreciéndome el paso.

Antes de salir de mi habitación, Alan me tomó del brazo y me besó. Sentí una mezcla de emociones, desde la excitación hasta el nerviosismo. Aunque me resultaba difícil resistirme a sus encantos, sabía que debíamos ser cautelosos.

- Lo siento - dijo él, con una sonrisa juguetona - No pude resistirme.

Sonreí, incapaz de negar la atracción que sentía hacia él. Salimos de mi habitación y bajamos las escaleras. Una vez abajo, me dirigí a Alan para informarle sobre su traje.

- Listo, profesor Freeman... su traje está en la lavadora - le dije, intentando mantener la compostura.

- Muchas gracias, señorita - respondió él, mostrando gratitud en sus ojos.

Nos sentamos a la mesa para terminar la comida y luego nos trasladamos a la sala. Laura se sentó junto a Alan, y yo luché por contener mi frustración, recordándome a mí misma que debía ser paciente y discreta.

Narra Alan

- Laura, no tenías por qué haberte quedado - le susurré a Laura mientras nos sentábamos en la sala.

- Bueno, Alan, todos han sido muy amables conmigo - respondió Laura.

En ese momento, un profesor se dirigió a Brenda.

- Aprovechemos que tenemos una estudiante entre nosotros - dijo el profesor - Señorita Brown, ¿cuál es su materia favorita?

Brenda sonrió y respondió con entusiasmo.

- Me gusta todo, pero si tuviera que elegir, diría que Literatura.

Su sonrisa iluminaba la habitación, y no pude evitar sentirme atraído por su encanto. Sin embargo, tuve que contener mis impulsos y mantener la compostura.

- Es verdad lo que dice - comentó su mamá

De repente, la madre de Brenda se acercó al armario y sacó una caja. Al abrirla, reveló una colección de cuadernos. Noté que Brenda se puso nerviosa, como si intentara evitar que leyéramos lo que había dentro.

- Mamá, ¿qué estás haciendo? - preguntó Brenda, visiblemente alterada.

- Quiero que todos vean tu talento, cariño - respondió su madre con ternura.

- Desde pequeña le ha apasionado la Literatura... Aquí están todos los cuentos que ha escrito desde los 10 años - añadió, mostrando orgullosamente los cuadernos.

La miré con admiración, impresionado por su talento y pasión por la escritura. Era evidente que la Literatura era algo que la inspiraba desde temprana edad.

Narra Brenda

Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras observaba a mis profesores sosteniendo mis cuadernos de cuentos. Para mi sorpresa, Alan tomó uno y, aún más inesperado, Laura también agarró otro.

- Por favor, no - supliqué, con voz temblorosa.

- Este es realmente bueno - comentó Alan, ya había leído los dos primeros capítulos.

- Y este también - añadió Laura, también había leído los primeros capítulos.

Sentí un nudo en el estómago y bajé la mirada, sintiéndome vulnerable.

- No, solo están tratando de ser amables. Esos cuentos los escribí cuando era niña - admití, con una mezcla de vergüenza y humildad.

Mi madre intervino, tratando de darme ánimo.

- Hija, confía en tus profesores... ellos tienen la capacidad de reconocer el talento literario, ¿no crees?

Los profesores asintieron al unísono y expresaron su admiración.

- De verdad están muy bien escritos - afirmaron, llenos de sincero aprecio - Tienes un talento innegable.

Agradecí con un simple "gracias", incapaz de articular más palabras. Observé cómo leían mis cuadernos hasta el final, haciendo comentarios positivos sobre mis escritos. Aunque los elogios eran alentadores, no pude evitar sentirme nerviosa. Para mi mala suerte, Laura agarró el cuaderno más reciente, aquel que hablaba de mi historia con Alan. Aunque había cambiado los nombres, temía que descubriera la verdad oculta entre las líneas.