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Capítulo 2: Conociendo a mi profesor

Capítulo 2: Conociendo a mi profesor

Narra Alan

Mientras hablaba sobre la importancia de la literatura, noté que Brenda estaba nerviosa y evitaba mi mirada. De repente, se le cayeron todos sus libros al suelo y el ruido llamó la atención de todos en la clase.

- ¿Algún problema, señorita Brown? - pregunté con calma.

Todos se quedaron viendo a Brenda y me miraron a mí, pero no tardé en darme cuenta de que había llamado a Brenda por su apellido sin haber pasado lista todavía.

- Lo siento, señorita Brown. Sé quién es porque está en el cuadro de honor - dije con seriedad, tratando de arreglar mi error.

En realidad, había inventado eso de los nervios, pero resultó que no era tan mentira, ya que había fotos de ella en la vitrina y el mural de honor. Por eso los estudiantes no dudaron cuando dije eso.

- ¡Típico! - exclamo, el chico rebelde. - Todos conocen a la cerebrito, el mural está lleno de fotos de ella como mejor estudiante en todas las materias, la vitrina de trofeos está llena de trofeos con su nombre, y no olvidemos la vitrina de medallas también con su nombre.

- Hay algo que quisiera compartir con la clase - dije con un tono afable, tratando de cambiar el tema.

- ¿Cuál es su nombre? - pregunté con amabilidad, al chico rebelde.

- Jackson Lane - respondió con una mirada desafiante.

- Bueno, Jackson Lane, te haré un reporte de atención y esto irá a tu expediente - dije mientras agarraba una hoja y la firmaba.

- Y esto va para todos. Cuando escucho que se burlan de algún compañero, estamos aquí para aprender, no para hacerle bullying a nadie. ¿Está claro? - pregunté con un tono afable.

- Sí, profesor - respondieron todos al mismo tiempo.

Narra Brenda

Bajé la mirada sonriendo, agradecida de que Alan me hubiera defendido. No podía quitarme de la cabeza el beso que nos dimos, pero sabía que estaba mal. Él era mi profesor y yo era su alumna.

Alan se sentó en su escritorio, sacó una carpeta y comenzó a pasar lista. Luego, sacó unos papeles de su portafolio y empezó a repartir uno a cada uno.

- Este es un cuestionario. Me gustaría saber su nivel en Literatura para poder saber quién necesita más ayuda y quién no - dijo Alan con un tono autoritario.

Todos comenzaron a hacer el cuestionario. Miré alrededor y vi que algunos estudiantes se oprimían la cabeza. Para mí, el cuestionario era como un juego de niños. Podría terminarlo en cinco minutos.

Pero esta vez, no quería terminarlo tan rápido. No quería ser la primera en entregar, así que me tomé mi tiempo y lo hice lo más lento que pude. Aun así, terminé primero que los demás.

Traté de demorar la entrega todo lo que pude, pero noté que empezaron a mirarme. Se dieron cuenta de que ya había terminado y que por algún motivo estaba retrasando la entrega. Así que decidí sacar una hoja aparte, escribir una nota y entregarla junto con el cuestionario a Alan.

- Aquí tiene, profesor Freeman. Ya terminé – dije mientras le entregaba el cuestionario.

- Muchas gracias, señorita Brown. Puede sentarse – dijo Alan mientras tomaba mi trabajo y sentía sus manos sobre las mías.

Me senté y observé desde mi pupitre cómo él leía la nota. Después levantó un poco la mirada y me miró con unos ojos que transmitían ternura, como diciéndome que sí. La nota decía:

"Necesito hablar contigo después de clases. Por favor".

- Tienen poco tiempo para terminar el cuestionario – dijo Alan mirando su reloj. Yo saqué un cuaderno y empecé a escribir. Por alguna razón, solo podía pensar en Alan y sin darme cuenta, empecé a escribir su nombre con mi apellido y mi nombre con su apellido.

Cuando sonó el timbre para el recreo, antes de que comenzara la clase optativa, todos empezaron a levantarse para entregar el cuestionario. Yo rápidamente cerré el cuaderno para que nadie viera lo que estaba escribiendo, lo guardé en mi mochila y luego salí del aula esperando a que todos salieran. Cuando todos salieron, esperé un momento y entré otra vez.

- Hola – dije mirándolo a los ojos con timidez. Él me miró y noté en su mirada una mezcla de amor y temor. Por un momento sentí que quería abrazarme y por otro lado sentí que quería alejarse de mí.

- Yo no sabía que eras estudiante. De hecho, lo que dije de que vi tu foto era mentira – dijo Alan con una mirada triste.

- Creí que eras profesora. Te vi llegar cuando la escuela recién estaba abriendo. Solo estaban el director y la bibliotecaria – suspiró Alan aún más abatido.

- Bueno, yo siempre vengo temprano para tener tiempo de ir a la biblioteca antes de entrar a mis clases. Yo me imaginé que eras mayor que yo, pero creí que tú eras un estudiante universitario – le dije mientras mis ojos se posaban en los suyos.

- Mira, eres increíble, Brenda. Cuando te conocí, me pregunté '¿Dios, quién es esta chica?' Pero en realidad, no fue ese momento el que me impactó solamente. Cuando te vi llegar a la escuela, tú no me viste, pero yo estaba llegando. Me detuve un momento a lo lejos y te observé a la distancia. Estabas hablando con el director y la bibliotecaria – continuó Alan.

- Me dije, 'Dios, es la chica más hermosa que he visto'. Luego, cuando entraste a la escuela, te perdí de vista y lo único que pensaba era en cómo encontrarte. Por algún motivo, decidí ir a la biblioteca. Al llegar, decidí leer uno de mis libros favoritos sin imaginarme que mis manos chocarían con las manos de la chica más hermosa del mundo. Y cuando tuvimos la oportunidad de hablar, mi fascinación aumentó. Y cuando te fuiste, me sentí como un idiota porque ni siquiera te había dado mi número. Lo único que tenía en mi mente era reencontrarme con esa chica – dijo Alan con una mirada que transmitía amor cuando hablaba.

- Yo me acerqué despacio hacia su escritorio. Con timidez y con cautela, tomé su mano y él me miró a los ojos.

- Sigo siendo esa chica, nada es distinto – dije mirándolo a los ojos.

- Sí, claro que sí. Soy tu maestro – dijo Alan algo arrepentido.

- Sé que no soy yo nada más, sé que tú también sientes lo mismo que yo – dije acariciando su mano.

- Pero no está bien – dijo Alan mirándome a los ojos y sin mirarlos a la vez.

- ¡No podemos!... – dijo Alan soltando mi mano. Después se levantó y salió del salón. Yo me quedé un momento ahí, frente a su escritorio, hasta que sonó el timbre. Había finalizado el recreo y era hora de ir a las clases optativas.

Eran las 12:30 y yo estaba en la clase de primeros auxilios. Sentada ahí, me pasó algo que nunca me había pasado: no podía concentrarme en la clase, solo podía pensar en Alan. Ni cuenta me di cuando terminó la clase, todos mis compañeros empezaron a retirarse y yo estaba por retirarme también, pero justo en ese momento la profesora Herrera me llamó.

- Señorita Brown, ¿puede quedarse un momento, por favor? – dijo la profesora con tono serio.

- Sí, por supuesto, señora Herrera – dije pensativa.

- ¿Qué le pasó hoy, señorita Brown? Noté que no prestó atención a la clase y eso no es normal en usted, señorita – dijo la profesora con tono de preocupación.

- Nada importante, señora Herrera. Hoy estaba cansada, pero le prometo que para la próxima clase ya voy a estar mejor - dije tratando de disimular mi nerviosismo.

- ¿Está segura de que es solo cansancio? - preguntó la profesora con tono de preocupación.

- Sí, profesora. ¡Gracias por preocuparse! - dije sonriendo.

- Ok, toma esto - dijo la profesora mientras me entregaba un papel.

- Es lo que se dio en la clase de hoy, para que te pongas al día y no te atrases - dijo la profesora con un tono amable.

- Gracias, profesora - dije sonriendo.

- De nada, después de todo es la primera vez que no te concentras en clase - dijo la profesora mirándome a los ojos.

- Muchas gracias. Hasta mañana, profesora - dije sonriendo y salí del salón.

Después de la escuela, fui a una cafetería llamada Café & Amor, que era mi lugar favorito después de clases. Me gustaba estar ahí y había un postre que no estaba en el menú, pero que igual me lo preparaban.

Luego, el mesero se acercó para tomar mi orden. Era un año mayor que yo y era mi mejor amigo o más bien mi único amigo. Él trabajaba ahí por las tardes y por la mañana iba a la universidad, estudiaba para ser profesor de matemáticas.

- Brenda, ¿cómo estás? - dijo el mesero Ian sonriendo.

- Hola, Ian. ¡Todo bien! ¿Y tú? - dije sonriendo.

- ¡Todo bien! - dijo Ian sonriendo.

- ¿Quieres lo mismo de siempre? - preguntó Ian sonriendo.

- Me conoces bien - dije sonriendo.

- ¡Helado de oreo con extra de chocolate y galletas aparte! Tu orden estará lista en 10 minutos - dijo Ian sonriendo antes de retirarse.

Después de quedarme pensando un rato, alguien entró a la cafetería y me vio pensativa. Se acercó a mí.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó Alan mirándome a los ojos.

- ¿Te interesa? - dije con tono insolente.

- No sé qué me duele más, tener que alejarme de ti o la manera como te traté - dijo Alan mirándome a los ojos. Hice un ademán con la mano para que se sentara en la silla frente a mí. Él se tropezó y tumbó un servilletero sobre mí.

- Lo siento - dijo Alan sentándose frente a mí.

- ¿Por el servilletero o por ser un idiota? - le dije mirándolo a los ojos.

- Ambos - dijo él mirándome a los ojos.

Después, llegó Ian con mi helado.

- Aquí tienes, Brenda - dijo Ian entregándome mi helado.

- Gracias, Ian - dije agarrando mi helado.

- ¡Ah! Te presento, él es mi profesor de literatura - dije haciendo un ademán con la mano.

- Mucho gusto, señor. ¿Qué le puedo servir? - preguntó Ian mirando a Alan.

- "Lo mismo que pidió la señorita - dijo Alan mirando a Ian.

- Su orden estará lista en 10 minutos - dijo Ian y se retiró.

- ¿Vienes seguido aquí? Veo que el camarero te conoce - preguntó Alan mirándome a los ojos.

- Ian es mi mejor amigo... mi único amigo, mejor dicho. Este es mi lugar favorito, me gusta venir siempre después de la escuela - dije mirándolo a los ojos.

- Sí, supongo que es un buen lugar. Acabo de mudarme de Nueva York, no conozco mucho todavía - dijo Alan mirándome a los ojos.

Después llegó Ian con el helado de Alan.

- Aquí tiene, señor - dijo Ian entregándole el helado a Alan.

- Muchas gracias - dijo Alan mirando a Ian.

- De nada - dijo Ian y se retiró.

- ¿Estudiaste en Nueva York? - pregunté mirándolo a los ojos.

- Sí, soy recién graduado de Harvard - dijo Alan mirándome a los ojos.

Y así nos quedamos platicando durante una hora. Disfrutaba cada palabra de lo que decía. Ian nos observaba a lo lejos, creo que sospechaba que algo pasaba. Después se acercó a la mesa con la cuenta de los dos. Yo estaba a punto de sacar mi billetera para pagar mi helado, pero Alan pagó por mí.

- Nos vemos luego, Ian - dije mirando a Ian.

- Nos vemos luego, Brenda - dijo Ian mirándome.

- Nos vemos mañana, profesor - dije mirando a Alan. Después me levanté y salí.

Después de un rato, Alan se levantó y me alcanzó una cuadra después de la cafetería.

- ¿Entiendes que esto es malo, no? Podemos tener problemas por esto - dijo mirándome a los ojos.

- Yo jamás haría algo que te pusiera en problemas - dije mirándolo a los ojos. Besé su mejilla y me di vuelta para irme. Él se quedó parado por un momento. Después me jaló del brazo y me besó. Yo rodeé mis brazos alrededor de su cuello y respondí al beso.

Conociendo a mi profesor, algo dentro de mí cambió. Un mundo completamente nuevo pareció abrirse ante mí, un mundo lleno de emociones intensas y desconocidas. Cada vez que lo veía, un cosquilleo se apoderaba de mi estómago y mi corazón parecía latir al ritmo de una melodía desconocida. Me sonrojaba cada vez que nuestras miradas se cruzaban o cuando me dirigía la palabra. Sí, estaba viviendo algo nuevo, algo emocionante. Conociendo a mi profesor, había descubierto una nueva forma de entender el amor.