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Cubriéndome de la tormenta

El teléfono se cayó de mis manos, y mi visión se hizo borrosa. Muy lejano oía la voz de Kenny. Este era el fin, no puedo escapar de los Rosset.

Yo fui criado por mi madre hasta los 10 años. Él era un omega con una personalidad temeraria, y también fue un campeón de artes marciales, reconocido mundialmente. Sin embargo, sobre recargó su cuerpo, colapsando en un torneo, que lo llevó a la muerte. Desde entonces, mi padre cambió por completo su personalidad. Haciéndome creer que amó a mi madre, no lo sé con certeza.

Sin embargo, ese maldito viejo, tortura a sus hijos como se le da la gana, y de ellos, yo soy el que peor la pasa. Entre Cyer que carga con toda la responsabilidad, Franc que es ignorado, pero complacido por sus caprichos y yo encerrado en una jaula que crearon...

Abrí los ojos, todo se había acabado, mi padre me obligará a casarme, tal vez solo debí aceptar la propuesta de Fred. No, si aquello pasara, hubiera sido una guerra entre compañías.

—¿Cómo te sientes?— Kenny me cuidó desde que me desmayé.

—Aturdido... Mi padre me obligará a casarme pronto. No quiero... ¿Por qué tengo que casarme? ¿Por qué?— Mis ojos se pusieron llorosos. El moreno me abrazó.

—Debe haber algún modo...—

—No la hay, ya lo he retrasado mucho... Tengo 25 años y ellos quieren asegurar los herederos. Pero, si van a hacer eso, creo que preferiría morir...— Declaré.

—¡No!— Me observó asustado. —¿Estás seguro que no hay alguna forma...?— Su usual tranquilidad la había perdido por completo. —¿No hay algo en lo que pueda ayudarte?—

—Ni siquiera sé con quién me va a comprometer papá... Ya pensaré en algo, y si no se puede hacer nada, me tiraré por la ventana— Reí decaído.

—¡Si saltas esperaré abajo para frenar tu caida!— Me reí con su noble respuesta.

—Ya veremos mañana, padre organizará una fiesta de compromiso—

Tal cual dijo por teléfono, a la noche siguiente, invitó a mis pretendientes, y a los más cercanos de la familia.

En la entrada de la mansión, me separaron de Kenny. Padre quería discutir una cosa a solas. Mi frente ya estaba sudando. Me abrieron la puerta de su oficina y pasé. —Padre...— Decía entre dientes.

—Ya no puedes huir más tiempo, muy bien dejé que hicieras lo que quisieras estos años— Quería golpearlo.

—Sí, claro...— Comenté sarcástico, gesto que lo hizo enfadar.

—¡Ya basta de tus jueguitos!— Golpeó el escritorio. —¡Tráiganlo!— Se dirigió a los guardaespaldas y de la otra habitación trajeron a Fred y lo tiraron a mis pies. El miedo me recorrió por todo el cuerpo. —De todos los betas, escoges a un Rous... Siempre me he preguntado que cosa le vez a tus parejas— ¡Me había alejado de Fred para que esto no pasara! Lo vi venir, y aún así no fui capaz de protegerlo.

—¡Antes eras buen de amigo de los Rous!— Mi padre hizo una señal y uno de los hombres tomó a Fred y lo apuntó con una pistola. Él miró con pánico el arma con la que le amenazaban. —¡Él no tiene nada que ver con esto!— Apreté mi puño fuertemente, soportando no explotar.

—Por supuesto que tiene que ver, él es un obstáculo para que mantengas el apellido Rosset...— Antes de que siguiera hablando entré en pánico.

—¡Está bien! Haré lo que quieras... Solo déjalo ir— Pedí afligido.

—¡Elián, no!— Me dijo él, me dolía verlo todo golpeado y con las manos amarradas. —¡Eli, no lo hagas!— Se lo llevaron.

—¿Con quién me voy a casar?— Mostrarme débil no servía de nada. Mi papá se rió un poco.

—Acompañame— Me llevó hasta el centro de la mansión, donde todos esperaban pacientemente a que apareciera. —Lamento la espera, pero finalmente mi hijo decidirá con quien casarce—

—¿Qué?— Él sonrió diabólico.

—Así que ahora, Elián, anuncia a tu prometido— Maldito viejo, por lo menos tuvo la solidaridad de dejarme escoger entre ellos. —Den un paso al frente— Los alphas obedecieron, y a quién podía escoger era obvio, mi decisión se encontraba entre mis hermanos, Jack, Mikaela y Kenny. Los miré un millón de veces, ya había descartado a mis hermanos, Jack ama a Cyer, y no le quitaría su oportunidad. Mikaela era una buena chica, sin embargo me sabra mal casarme con ella, a pesar de lo mucho que me quiere. Podría vivir normalmente con ella, pero la única oportunidad de escapar mentalmente de los Rosset era con Kenny. Pero, él solo tiene 19 años, sería una desgracia estar al lado de él, estaría haciendo trizas su futuro. ¿Qué debía hacer? ¿Elegir a Franchesco para no joder el futuro de nadie y soportarlo por el resto de mi vida?

—Tú eres el que merece ser más feliz de nosotros cinco—

Sieg me dijo que escogiera lo que aseguraría mi felicidad. ¿Qué es eso al fin de cuentas? ¿Optar por alguno de ellos, en verdad me garantiza la felicidad? Si es el caso, entonces, sacrificaré todo por la persona que apunte. Podría escoger no casarme, pero eso pondría en peligro a Fred, por él hago todo esto, por él pasaré por la humillación de mi padre.

—¿Kenny Rosset, aceptarías ser mi prometido?— No aceptes Kenny, puedes salir de esta si lo niegas.

—No hay cosa que me hiciese más feliz— Dió una respuesta inmediata, incluso sonrió.

Cyer soltó la copa que tenía en sus manos. —¡NO PUEDES!— Gritó histérico. —¡No puedes casarte con ese! ¡Es un Sanz! ¡Tú me...!— Jack lo golpeó antes de que siguiera hablando.

—Tú me perteneces, Cyer. ¡Así que cállate!— Mi hermano perplejo se fue llorando de rabia.

—Lo siento mucho, Elián— Se disculpó mi primo por él. —Espero sean felices juntos— Nos apoyó antes de retirarse. Los demás no estaban nada contentos tampoco. Franchesco estaba irritado y Mika se encontraba triste.

—¡Estoy tan feliz!— La madre de Kenny me abrazó. —Cuida bien de mi hijo ¿Sí?— Yo le respondí positivamente, a pesar de que es toda una farsa para mí. Nuestros padres ya estaban planeando la boda por nosotros, y querían que nos mudaramos a un lugar donde podríamos criar a los niños tranquilos. Como sea, mi mente estaba en otra parte.

En el auto de vuelta a casa, ni siquiera cruzamos palabras. Y cuando llegamos ya me ponía a llorar. Kenny me abrazó sin decirme nada. —¿Por qué aceptaste, Kenny?—

—Sabía que estabas en una posición difícil, y no iba a permitir que alguien más te tuviera. Los alphas de tu familia son peligrosos, te obligarían a llevar una vida miserable, y no tendrían en cuenta tus sentimientos... Y aunque tú no sientas nada por mí, estaba orgulloso que me escogieras— Secó mis lágrimas.

—Pero, ahora no podrás vivir la vida que desees—

—¿Quién dijo que no? ¿Cómo sabes que esto no era lo que buscaba desde un comienzo? Bueno, pasó un poco rápido— Sonrió. —Vayamos lento desde ahora, aún falta mucho por conocernos él uno al otro. No pienses en este compromiso como una cárcel, piensa en él como una libertad. ¿No fue por eso que me elegiste? Porque no soy un Rosset, aunque eso digan, yo continuo siendo un Sanz— Sus feromonas me abrazaron adormeciendome, en un viento caluroso.

Es verdad, Kenny será mi salida, y si puedo hacer feliz a alguien entonces yo también podré serlo, si logro congeniar con él como ha sido hasta ahora, entonces significa que no tomé una mala decisión. Y aunque me equivoque, creo que podremos comenzar de nuevo en cualquier momento, si el destino así lo quiere... Y de todos modos, es gracias a Kenny que mi odio hacia los alphas desapareciera.

Dejándome llevar por el fresco aroma del moreno, elevé mis brazos, y las puntas de mis pies para besarlo.

—¿Estás bien conmigo?—

—Debería ser yo quien te lo pregunte, sé que estás enamorado de Fred— Dijo.

—Sí, pero ya no puedo hacer nada por él... Kenny, si hay alguien que te guste, yo no te detendré...— Él me tomó en brazos. —¿Qué estás haciendo?— Me trasladó a su habitación y me dejó sobre la cama.

—No hay nadie más que tú. Y jamás pondré los ojos en otra persona— Sus labios me devoraron. Su lengua se comportó salvaje. Y sus manos me estremecieron.

—Espera...— Sus dedos estaban bajo mi camisa. En un momento sacó volando todos los botones, dejando a la vista mi torso. —¿Se puede saber que tienen los alphas con destrozar la ropa? Ya no sé cuantas poleras he perdido...— Él se rió con mi molestia.

—A cambio, ¿Qué tal si tomas mi virginidad?— Se abrió la camisa lentamente. Y tomó mi mano para que tocara su musculatura.

—Quién lo diría... Puedes ser realmente atrevido si quieres.— Lo empujé y me coloqué encima. —Ningún otro te hará sentir tan bien como yo en tu primera vez.— Lo besé rápidamente, hasta bajar a sus pantalones, los desabroché dejando a la luz una gigante anaconda. —¡Oh, por Dios es una anaconda! ¡No me digas que por esto estás virgen!— Me reí.

—La mayoría huye al verlo...— Comentó sombrío.

—Me pregunto si cabrá— Lo lamí. Besé la punta y lo metí en mi boca.

—¡N-no!— Trató de apartarme, pero continué chupeando su gran miembro. Se vino más rápido de lo que esperaba.

—Qué precoz— Le sonreí.

—¡E-es mi primera vez!— Se tapó los ojos con una mano. Su entrepierna seguía dura como una piedra, así que podíamos continuar.

—Solo te estoy molestando— Comencé a meterme poco a poco su miembro viril. Enseguida, una corriente eléctrica sacudió todo mi cuerpo y fue peor una vez entró por completo. —¡AH!— Llegaba muy profundo. Su escencia estumeció mi ser y al comenzar a moverme era casi como si explotaran fuegos artificiales dentro de mí. Llegaba a todas partes.

Agarró mi cintura y me tumbó penetrando con fuerzas. —¡Ahh, ahh, espera, ahm...!— Tenía que enseñarle como hacerlo correctamente, pero su falta de experiencia y brutalidad, estaba dejando mi cabeza en blanco. —¡No... No tan fuerte!— Ni siquiera me oyó. Hizo todo lo contrario, acercándose, uniéndonos más, resoplando sobre mi pecho. Obligándome a retorcerme bajo su dominio. A decir verdad, me gustaba. Me encandilaba con su salvajismo, regalándome un placer que jamás había sentido antes.

Debo estar haciendo una expresión demasiado lasciva, perdí totalmente la cabeza ya. Su verga no entraba y salía como solía estar acostumbrado, se dirigía más a lo profundo, podía, sentirlo en mi útero. —¡Kenny, ah, espera!—

—¡Quiero venirme!—

—No te vengas dentro... Te lo prohibo— Dije apenas. Por suerte, lo sacó a tiempo, desparramando todo su semen sobre mí.

—¡L-Lo siento!— Se disculpó tomando los pañuelos de su mesita. Yo sonreí, relamiendo lo que llegó hasta mi rostro. —No te lo comas...— Comentó muy avergonzado.

—Tu cara está toda roja— Me limpié y lancé al basurero el papel. —¿Y cómo se sintió?—

—Eso...—

—A mi me encantó— Sonreí. —Aunque aún te falta práctica— Le guiñé un ojo.

—No eres nada tranquilo en la cama, quién lo hubiera dicho— Tomé mi ropa.

—¿A dónde vas?—

—A darme una ducha. ¿Deseas venir?— Me fui riendo. Una vez limpio y seco me coloqué mi pijama. Me iba a dormir cuando mi celular interrumpió, por lo que salí a la terraza para contestar. Era Fred.

—¡Fred! ¿Estás bien? ¡Dime que estás a salvo!— Era increíble la forma en que me cambió el ánimo con solo ver su nombre.

—Lo estoy— Volví a relajarme.

—Perdóname, Fred, perdóname— Me disculpaba. —Perdón— Me apoyé sobre la baranda.

—Hey... No fue tu culpa... Desde un comienzo no iba a funcionar. Estoy agradecido, que aunque fuera un corto tiempo, hubieras luchado por lo nuestro, y por mí— Dijo. —... Espero puedas conseguir la felicidad... ¿Sabes? Todavía quiero estar contigo... Todavía quiero luchar y quitarte del lado del alpha con el que sea que estés... Pero, es imposible ¿No?—

—¿Por qué tienes que ser tan honesto ahora mismo? Ese no eres tú...—

—Supongo que no— Rió tristemente. —Adiós, Eli... Mi primer amor— Cortó la llamada.

Maldición, mi pecho dolía, se encogía sobre si mismo, queriendo desaparecer. Toda mi vida usaron mi cuerpo egoístamente para complacerse, pero de entre todos, estoy seguro que Fred jamás me usó así, él en verdad me quería. ¿En serio sería capaz de encontrar la felicidad en lo que he hecho? Aunque lo hiciera con alguien más, mis sentimientos todavía perduran por Fred. Ese chico que me vió como un igual, que se pasaba regañandome para que no me mal encaminara.

Sin embargo, ya había tomado mi decisión, y como pensé hace unas horas atrás, tal vez exista una mínima posibilidad de que alguien más me haga feliz. Pero, antes aprenderé a amarme a mí mismo.

—Está haciendo frío afuera, entra— Me arrastró el alpha al interior. —¿Era él?—

—Sí...— Observé el suelo.

—No me digas que te estás sintiendo culpable por responder su llamada.— Se sentó, por lo que lo imité. —Elián, está bien... Yo sé que sus sentimientos son fuertes. Y nunca podré remplazarlo. No te pediré una oportunidad, sé que de a poco, puedo ir poniendo un granito de arena cada día, hasta que tus heridas se sanen. Y si es lo que quieres, puedes ir a verlo— Lo último no lo dijo con buena cara.

—Gracias, tú eres el primero en hablarme así— Sonreí. —Estoy profundamente agradecido contigo— Tomé sus manos. —Gracias por no tratarme como los demás alphas— Volví a derramar lágrimas. Kenny debe pensar que soy un llorón.

—Te trato como corresponde. También... Quisiera tratarte debidamente como mi prometido, pero supongo que aún es pronto— Puso un rostro adorable.

—Ahaja, me gustaría esperar hasta que termines tus estudios, pero creo nuestros padres forzaran las cosas— Desalenté. —Mi padre ya quiere que tenga hijos...— Suspiré. —Pero, tú eres muy joven, no puedo darte esa responsabilidad todavía.— Alboroté su cabello. —Lamento que estés en medio de este embrollo—.

— ⚡ —

Fue inevitable no juntarme con Fred después. Y no es porque no quisiera verlo, era lo que más anhelaba, sin embargo tenía que mantenerme firme y no sabía cuanto más aguantaría así. Sieg y Jake no dejaron de lado nuestros problemas, por lo que decidimos juntarnos los cuatro.

—¡Por lo menos Kenny es un buen chico!— Aportó Sieg.

—No lo conozco, así que no puedo opinar— Respondió Jake aspirando las papas fritas que ordenamos.

—¿Cuándo será la boda?— Preguntó la pareja.

—Para el siguiente año— Fred permaneció callado. Por lo que lo miramos.

—¡Fred, es en este instante en el que tú y Eli se pelean por una papita!— Evocó Sieg.

—No tengo el ánimo, me estoy reponiendo— Se llevó un manojo de papas fritas a la boca. -De todos modos es culpa de Elián-

—Perdón...—

—¡Fred, eres un insensible!— Le pegó el pelirrojo.

—Está bien, Sieg... Tiene todo el derecho de estar enojado. Perdón, Fred— Me fui, cuando iba a pedir un taxi, el pelinegro me bajó la mano.

—No es tu culpa— Me abrazó desde la espalda. —No quiero separarme de tí—

—No quiero darte alguna esperanza...— Ya es demasiado doloroso para él, no puedo ponerlo más en peligro de lo que está.

Me agarró la muñeca fuertemente, y me llevó hasta su auto, tirándome sobre el asiento. —¿No puedes ser un poco más delicado?— Me vió con una deplorable expresión.

—Lo hiciste con ese alpha ¿Cierto?— Me sorprendió. —Te conozco bien... Y sé que tú y Kenny son compañeros destinados.— Empujó mi asiento hacia atrás. —¿Te gustó hacerlo con él? Obvio que sí, amas que no se contengan contigo— Me acorraló sobre el asiento.

—Así es, sin embargo... ¿Solo sentirse bien en el sexo importa? Para mí no es fácil sacarte de mi mente...— Recordé cuando estudiábamos juntos, las veces que se enojaba conmigo al descuidarme, y cuando mantenía su distancia corporal conmigo porque me respetaba. —Tú fuiste parte de mi sueño, Fred. Eras mi pareja en las competencias internacionales, si tú perdías yo también, pero ganamos incontables veces juntos— Acaricié su cara. —Tienes que dejarme ir, Fred— O nunca podré dejarte ir tampoco.

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