—Solo son unas cuantas verduras —Cielo observaba a su guardaespaldas, Oso, investigar las plantas desde el área de esparcimiento del invernadero con una cara aburrida.
Desde que llegaron, ella no había hecho nada más que holgazanear mientras Oso revisaba diligentemente cada rincón y planta. Si no supiera mejor, lo confundiría con alguien investigando una escena del crimen, por lo serio que se veía.
—¿Ya terminaste? —gritó, reclinándose perezosamente en la silla intrincada—. Probablemente solo sea un gato callejero o algo así.
¿Un gato callejero? ¿En esta mansión?
Oso giró la cabeza en dirección a la voz, solo para ver a Cielo derritiéndose en la silla. Él todavía estaba agachado frente a la hilera de plantas, suspirando ya que parecía que Cielo no estaba tan interesada como él pensaba.
¿Por qué insistió en venir con él?
—Si es un animal callejero, eso es mucho mejor —pensó, levantándose para ponerse de pie—. Sin embargo, si es una persona, entonces no es bueno.
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