webnovel

Capítulo 2: Los rostros del poder y la sombra del hogar

El veredicto llegó como un puñal oxidado, lento y sucio. No era suficiente con el dolor de haber perdido a Amada; tenía que escuchar cómo los llamaban inocentes, cómo los aplausos de sus padres poderosos llenaban la sala, como si sus crímenes hubieran sido un malentendido menor.

Yo estaba allí, apretando los dientes hasta que el sabor metálico de mi propia sangre llenó mi boca. Había pruebas. Por supuesto que las había. Sus huellas estaban en su cuerpo. Había grabaciones de seguridad que los mostraban siguiéndola aquella noche. Y, aun así, los dejaron ir. La jueza ni siquiera me miró cuando anunció el fallo. Sus ojos estaban puestos en ellos, en sus padres, en los bolsillos llenos de poder que sellaban el destino de mi hermana y el mío.

Algo en mí se rompió ese día. Quizás fue la última pieza de esperanza que quedaba, la pequeña voz que me decía que, al final, las cosas se arreglarían. Era una mentira, una mentira que arrastré conmigo durante toda mi vida. Los vi salir de la sala, caminando como si fueran héroes. Uno de ellos incluso se permitió sonreírme, una mueca de victoria que nunca olvidaré. Fue entonces cuando supe que no podía quedarme de brazos cruzados.

Pero antes de que todo explotara, ya había algo en mí que estaba roto desde hacía años. Mi madre. Ella siempre decía que mi problema era que nunca debí haber nacido. Amada era su hija perfecta, su orgullo, y yo era el error que le recordaba a un hombre que no quería recordar. No siempre fue así de directa, claro. Al principio, sus palabras eran susurros que pretendían ser bromas. "Eres igualito a tu papá", decía, y aunque yo era un niño, podía oír el veneno detrás de sus palabras.

La casa donde crecimos era pequeña, con paredes tan delgadas que no podías guardar secretos. Pero Amada y yo creamos los nuestros. Cuando mamá me castigaba por cosas que ni siquiera había hecho, Amada se colaba en mi cuarto con una manta y se quedaba conmigo hasta que me calmaba. "No le hagas caso", decía, "es su dolor hablando". Yo quería creerle, pero era difícil.

Había una noche que siempre recuerdo. Tenía unos ocho años, tal vez nueve. Mamá había llegado del trabajo furiosa, yo había olvidado lavar los platos cuando se dio cuenta, me tomó del brazo y me empujó contra la pared. No sé qué dijo exactamente; estaba demasiado ocupado intentando no llorar. Pero recuerdo que Amada se interpuso entre nosotros. "No lo toques", le dijo, con una voz tan fría y dura que no parecía la de una niña.

Esa fue la primera vez que la vi como mi protectora. Su valentía era algo que yo nunca podría imitar. Pero también fue la primera vez que entendí que nuestra madre no nos veía como iguales. Si Amada era un reflejo de lo que ella quiso ser, yo era el recordatorio constante de todo lo que había perdido.

Los años pasaron y las cosas no mejoraron. Mamá seguía reservando su amor para Amada, aunque a mí no me molestaba. Yo prefería que la atención estuviera lejos de mí. Pero Amada nunca dejó de cuidarme. Incluso cuando estábamos en la universidad, me ayudaba con cosas simples, como recordarme comer cuando pasaba días enteros frente a la computadora. Era su forma de decirme que yo importaba, incluso si el mundo decía lo contrario.

Y luego llegaron ellos. Esos tres que la acosaban. Los encontré más de una vez siguiéndola, diciéndole cosas que no repetiré. Intenté enfrentarlos, pero no era como en las películas donde el hermano protector logra asustar a los matones. Ellos se reían de mí, me empujaban al suelo y seguían con su camino.

Amada nunca me dejó saber cuánto miedo tenía realmente, pero yo lo veía en sus ojos. Traté de protegerla, de convencerla de que los denunciara, pero decia que no serviría de nada. Y tenía razón. Cuando finalmente hicieron lo peor, cuando la destrozaron y la dejaron morir sola, las pruebas no sirvieron para nada.

Ahora estoy aquí, en esta celda, con nada más que mis recuerdos y el peso de lo que hice. Pero, honestamente, no me arrepiento. Porque si no era yo, ¿quién más? La ley no iba a detenerlos. Nadie iba a hacerlo. Así que me convertí en lo que siempre había temido ser: un monstruo, pero un monstruo que cumplió su propósito.

No es fácil crear una obra, ¡deme un voto por favor!

Misty_Lifscreators' thoughts