Prominencia.
Frente a ella, un funcionario de Aslan se acercó y le tocó la muñeca con un dedo, recordándole que la reunión comenzaría pronto.
—¿Lo extrañas?
La pregunta sorprendió a Aina. Ella no dijo nada durante mucho tiempo, con la mente llena. Algunas emociones suprimidas al instante. Como princesa, sabía que tenía que controlarse, y siempre se protegía contra el deslizamiento de ese control. Pero una frase descuidada de Lin Huiyin había abierto las puertas en su corazón.
«Soy una princesa. ¿Por qué debo sacrificarme? ¿Por qué debe ser siempre un conflicto? ¿Por qué me debe importar tanto la opinión de los demás?»
—Hermana, ¿estás bien?
Aina, que había estado callada por un tiempo, sonrió radiantemente.
—Huiyin, gracias, ¡eres más valiente que yo!
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