webnovel

Capítulo 1

15 de Septiembre del 2015, Entre Ríos, Argentina.

Nadia

Había pasado un tiempo de mí última salida, una que fue bastante decepcionante para mí corta etapa adolescente. En ese entonces, y a la corta edad de 13 años, creía mandarme sola, sin ningún tipo de preocupación.

Sin embargo, mis padres fueron una gran reflexión durante estos dos años. Por ende, esperé paciente la respuesta que iban a darme; había aprendido que todo llevaba su tiempo y calma.

Cuando tuve la aprobación de ambos, llamé a mis amigas para organizarnos. Esta sería mí primer salida real, una fiesta de primavera hecha por la promoción de nuestro colegio y otros más. La temática del baile era de disfraces, por eso, y a mi pesar, le pedí ayuda a mí mamá con respecto al disfraz que usaría.

Decidí ir por algo sencillo y fácil de hacer, Minnie. Calza negra, pollera roja con lunares, remera negra y zapatos rojos junto con las orejas, y el moño.

Un disfraz de lo más básico, aunque repetitivo.

Ese día, por alguna razón, me sentía extrañamente motivada. Como sí fuera a pasar algo interesante.

Nunca le daba importancia a ese tipo de cosas, porque al final terminaba siendo una decepción; sin embargo, ésta vez decidí hacerle caso y esperar.

Con mis amigas habíamos planificado juntarnos en mí casa, ellas se cambiarían ahí y después nos iríamos al club. No obstante, ya tenía la negativa de una cancelación a último minuto; nunca se sabía con esas dos.

No quise darle tanta vuelta al asunto, y procedí a buscar lo que me pondría. Saqué del ropero la remera, calza y pollera; había pensado en acompañar el disfraz con un poco de maquillaje, pero creí que sería algo excesivo.

Con el tiempo algo en contra, y esperando alguna señal de mis amigas, me encaminé al baño para poder ducharme. No lo necesitaba, ya lo había hecho con anterioridad, pero en esta ocasión lo precisaba.

Mientras estaba en el baño, mí madre me gritó que las demás ya habían llegado. Me tomé mí tiempo dentro de la ducha, necesitaba un poco de espacio antes de salir hacia el alboroto que eran esas dos.

Estuve pensando por un par de minutos, hasta que decidí salir. Había sido tan relajante el momento, que casi estaba a nada de quedarme dormida.

Sin embargo, envolví la toalla alrededor de mí cuerpo y fui camino a mí habitación. Agradecía tener un baño privado.

Al salir, mis amigas ya se encontraban sentadas en mí cama. Las miré, volviendo a pensar cómo llegué a tenerlas en mí vida.

Ailén y Malena eran completamente diferentes a mí, lo cual, hacía que nuestro trío fuera único.

Ailén era alocada, extrovertida y fiestera.

Malena era más sería, introvertida y tranquila.

En cambio, yo era un poco de ambas; y amaba eso. Nos hacía especiales de alguna forma.

Arrastrando mis pies, agarré la silla más cercana y me senté. Miré a mis amigas con cierta pereza y tiré mí cabeza hacia atrás soltando un pequeño suspiro.

—¿Ya estás cansada? —La voz de Ailén resuena en mí oído como una leve caricia.

—No —respondo con pesadez—, solo quería estirar un poco el cuello antes de cambiarme.

—Ajá —murmuró Male—. No creo que cerrar los ojos forme parte de ese estiramiento.

—Sí, bueno, no todas podemos darnos el lujo de contratar un personal trainer.

Nos quedamos un momento en silencio hasta que la risa de Ailén se escuchó en toda la pieza. Era bastante estúpido reclamar eso, más sabiendo el tipo de personal trainer que Male tenía.

Sin embargo, sabía que no lo iba a dejar pasar por nada del mundo.

—¿Estás celosa porque tengo un viejo sabroso? —pregunta Malena, mientras dirige su mano hacia su pecho como sintiéndose ofendida.

—Baboso, querrás decir —corrige Ailén con diversión.

—¡Claro que sí! —exclamo de manera dramática—. Yo también quiero uno como vos tenés, y me parece injusto eso.

Fingí una mueca de tristeza mientras me levantaba para abrazar a Ailén. Cada vez que podíamos, las tres nos burlábamos del pobre viejo. Lo hacíamos sin ningún tipo de maldad, solo mera diversión.

Teníamos 15 y 16 años, algo normal en nuestro comportamiento.

Nos reímos por un largo rato, era tranquilo estar así, en paz. Sin exámenes, maestros o algún otro tipo de preocupación.

Lentamente, empezamos a levantarnos, había sido demasiada diversión por estos pocos minutos. Necesitábamos estar listas.

—Deberíamos cambiarnos —dije caminando a mí cama—. A pesar de que aún nos queda algo de tiempo, somos mujeres, vamos a tardar.

—En eso tenés razón —secunda Ailén.

—¿Tienen todo? —pregunta Male.

—Sí —contesto poniéndome la ropa interior—. Aunque, aún estoy indecisa sobre el tema del maquillaje.

—Por eso estamos acá, mí amor, para ayudarte.

—Son lo más —hablé con una sonrisa.

—Lo sabemos, y es por eso que, en el próximo SR, vamos a disfrazarnos igual.

Miré a Malena con cierto miedo, y ambas observamos a Ailén como sí se le hubiera zafado un tornillo.

—¿Vos estás segura? —cuestioné nerviosa—. O sea, no es mala idea, pero creo que es…—hice una pausa y volví mí mirada a Malena—, ¿mucho?

—Puede que tengas razón, pero será divertido —contesta con una sonrisa—. Además, no es como que vayamos a tener muchos más SR de disfraces. Quiero decir, nos queda el año que viene y el que hagamos nosotros cuando seamos promo.

—Cierto —afirma Malena—. Son dos SR los próximos que tenemos, y uno de esos es el nuestro.

»No obstante, tampoco apresuremos las cosas, estamos con demasiado tiempo. Sabremos qué hacer.

—Veremos que pasa en estos dos años que nos quedan, por ahora, vamos a disfrutar de hoy.

Malena y Ailén me abrazaron con fuerza, eso ocurría cuando algo bastante importante salía de mí boca.

Siempre tuvimos altos y bajos, pero aún seguíamos juntas, esperaba que siguiera así en un futuro.

Después de risas, pequeñas discusiones y mucho maquillaje, las tres nos encontramos listas.

Ailén se había disfrazado de Kitana, mí personaje favorito del Mortal Kombat.

Malena, decidió disfrazarse de Gatúbela. Sí, con Ailu intentamos por todos los medios que no se comprara el traje, pero se enojó con las dos y tuvimos que humillarnos para que nos perdonara.

Al final, ella se disfrazó de lo que más le gustaba y yo de Minnie.

Viéndome y viéndolas, me daba cuenta que mí disfraz era un tanto más decente. A diferencia de ellas, yo era bastante tímida con el tema de escotes y más.

Nos quedaba una hora y media todavía, así que nos sacamos algunas selfies y salimos de mí habitación.

—Seb dijo que iría con unos chicos del otro curso. —Seb o Sebastián, era otro amigo más nuestro. Los cuatro empezamos juntos en la secundaria; ya llevamos un poco más de año y medio siendo un grupito pequeño.

—¿Nos vamos a encontrar ahí? —pregunté mientras tomaba mí campera.

—Aún no me dijo, pero puede ser que sí.

—Solo esperemos que esté, porque no pienso buscarlo dentro de SR.

Nunca fui partidaria de buscar gente dentro de un lugar lleno de personas. Sin embargo, Sebastián era nuestro amigo y siempre hacíamos una excepción con él.

Pero, al final, siempre terminaba siendo lo mismo con él. Quiero decir, no nos molestaba su grupo de hombres, solo era algo estresante tener que cambiar los planes.

Necesitaba un poco de paz mental, y un poco de alcohol. Lo que venga primero.

—Bueno, hagamos de esta noche, algo completamente inolvidable —dijo Ailén con una sonrisa.

—¡Eso! —exclamó Male—. ¡Dejemos nuestra piel ahí adentro!

—Olvidémonos de todo, y que ésta sea nuestra noche.

Nos dimos un último abrazo, nos despedimos de mí mamá y emprendimos camino hacia SR. No teníamos plata como para pagar un remis, y el padre de Ailu no quiso llevarnos. Entonces, no nos quedó de otra que ir caminando.

Estábamos bien de horario, así que no nos preocupamos tanto.

Nos sumergimos cada una en su mundo, haciendo boludeces en Facebook, riéndonos de alguna otra cosa. Cantábamos canciones, o simplemente nos tomábamos de las manos e íbamos saltando.

En nuestra caminata, nos encontrábamos con distintas personas que nos conocían. Un ejemplo, mí papá.

—Princesas —nos saludó bajándose del auto—. Están preciosas.

Ailu y Male se sonrojaron. Amaba cuando mis padres eran capaces de hacer eso con ellas dos.

—Gracias —dijo Male.

—Estoy un tanto triste —dice mirándonos—. Pensé que iban a llamarme para que vaya a buscarlas.

—Perdón, pa, me había olvidado de que hoy trabajas de noche.

Mí papá niega con una sonrisa.

—No te preocupes, cariño, sólo espero que se diviertan mucho.

—Y eso vamos a hacer —contesta Ailu.

—Eso me parece perfecto —ríe—. Móvil 30, Mitre 2135.

La risa grave de papá se hace presente, indicando que tiene trabajo que hacer.

Nos despedimos de él con un abrazo y volvemos nuestro camino hacia SR.

El trayecto se nos hizo corto, y en menos de diez minutos ya estábamos en la puerta.

—Creo que deberíamos avisarle a Seba que estamos acá —digo sentándome en unos de los escalones.

—Sí —secunda Ailu.

Male nos mira y luego saca su celular para enviar un mensaje. A pesar de que las puertas todavía estaban cerradas, nosotras no éramos las únicas en el lugar.

Pude notar, que así como yo, Male y Ailu había guardado una esperanza de encontrar a Seb acá.

—Seb dice que Héctor aún no está listo.

"¿Héctor?"Era la primera vez que escuchaba ese nombre. Aunque lo sentía familiar de algún modo, cómo si lo hubiera escuchado en otro lugar.

—Sebastián y sus amistades me generan estrés —masculla Ailén sentándose a mí lado—. Siempre termina siendo lo mismo.

Yo asiento a lo dicho, dando la razón a las palabras que dijo Ailén. No obstante, no me molestaba esperar a que llegaran.

—¿Sabés para cuánto tienen? —pregunté apoyando mí cabeza en el hombro de mí amiga.

—Unos 20 minutos más o menos —responde Male.

—Bueno, vamos a hacer esto —digo mirándolas—. Lo esperamos esos 20 y si él no llega, le mandamos un mensaje y entramos.

Ambas parecen estar de acuerdo y yo suelto un suspiro. Presentía otra pequeña decepción.

Habían pasado 25 minutos y Sebastián no apareció por ningún lado. Male estaba frustrada mientras parecía discutir con el celular; Ailu se había levantado y ahora parecía querer hacer un círculo en el suelo. Yo intentaba mantener la paz, cosa que no estaba funcionando.

Iba matar al maldito una vez lo vea aparecer.

—¡Esto es el puto colmo! —dice Ailén—. ¿Cuánto más vamos a estar esperando? —pregunta deteniéndose—, parece una eternidad lo que llevamos esperando al señor.

Malena no decía nada, yo me había alejado hacia la calle. Aún seguíamos con tiempo, solo necesitaba ver que Sebastián venía.

—Más te vale que aparezcas, Cardoso —susurré con rabia.

Miré una vez más a mis amigas y luego hacia los costados. Hice eso por unos minutos, hasta que, en la esquina del semáforo, noté la alta silueta de Seba.

Suspiré con alivio, pero fruncí las cejas recordando los minutos que tuve el culo cuadrado.

Malena y Ailén se acercaron a dónde estaba, las dos enojadas con el muchacho que venía riéndose a carcajadas limpias con los demás.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, mis amigas se lanzaron a él con reclamos y algunos gritos.

Negué con diversión y caminé para intervenir. Mí pobre amigo ya tenía bastante.

—Ya, es suficiente —dije con seriedad—. Sebastián llegó, y eso es lo importante.

Sebastián me abrazó con fuerza y luego le sacó la lengua a las otras dos:

—¿Ven? Nadia si tiene consideración de mí, no cómo otras.

—Estoy enojada, Sebastián —sentencié—. Solo tengo consideración porque no tengo ganas de perder el tiempo. —Con frustración, llevé una mano hacia mí pelo—. Entremos.

Me alejé del abrazo y caminé hacia la entrada. Ahora más que nunca, necesitaba algo de paz.

No obstante, no dejaría que mis emociones me controlaran en este momento. Debía sobrellevar mí enojo, claro, siempre y cuando nadie me moleste.

Sentí un brazo en mí hombro, conté hasta donde fuera posible y me giré.

Delante de mí había un chico no tan mayor que yo, parecía nervioso por la forma en que se rascaba la nuca. Mis amigos estaban detrás de él, expectantes a la situación.

Levanté una ceja confundida, esperando que dijera algo. Ya estaba perdiendo más tiempo de lo esperado.

El joven delante mío puedo notarlo.

—Me quería disculpar —dice en voz baja—. Por mí culpa las tres están enojadas con Seba.

—No te preocupes —contesto—, no es la primera vez que pasamos por esto.

Mí voz salió demasiado seria para mí gusto, pero no me arrepentía.

—Sí… quizás tengas razón, pero igual quería disculparme.

—Está bien.

Quería escaparme lo más rápido posible, me sentía nerviosa y necesitaba entrar al club con urgencia.

—Soy Héctor, encantado de conocerte.

Me alejé de él con rapidez, compré la entrada y me sumergí en toda esa gente.

¿Quedé mal con él? Tal vez.

¿Iba a disculparme después? Lo consideraría seriamente.

¿Quería huir? Definitivamente.

Llevaba menos de dos minutos de conocerlo, y ya estaba sintiendo mí corazón latiendo a mil. Con pequeñas palabras, Héctor causó estragos en mí y eso me estaba dejando mal.

Esperaba no volver a encontrarlo en un futuro.