Lith pudo distinguir el paso de varias personas diferentes en la sala, cada una con su propio olor y miedo. Lith iluminó el área, revelando varios jirones de ropa cerca de los bordes de la mesa, donde las personas amarradas a ella habían luchado por escapar.
Manchas marrones de sangre seca eran visibles tanto en la mesa de piedra como en el suelo, haciendo que pareciera más un altar de sacrificio que un laboratorio de ciencias. La gran cantidad de mana en el aire ponía la piel de Lith de punta.
—Por mi creador. Lo que sea eso, necesita tanta mana para funcionar que no me sorprendería si encontramos un segundo Reactor de Mana. —Solus pensó mientras Lith escaneaba el dispositivo con su amuleto del ejército.
—Esto no es un cristal de mana. —Lith señaló el prisma blanco que se suponía debía alimentar el artefacto.
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