Lith levantó sin ceremonias la camisa gris hasta arriba, revelando el vientre plano y liso de Nindra. Luego, mejoró su metabolismo con magia de la luz, cubriendo su abdomen con gotas lechosas de sudor saturado de toxinas.
Sus ojos y manos se movían ágilmente, cuidando de no perder ni una gota del preciado líquido. El destino del Reino, pero aún más importante el suyo propio, dependía de que los alquimistas lograran neutralizarlos o al menos analizar sus propiedades, facilitando el trabajo de Lith.
A pesar de que su compañero no se preocupara, Solus miraba con envidia los senos llenos y turgentes de Nindra que subían y bajaban mientras jadeaba presa del pánico.
— "Si alguna vez tengo un cuerpo, me gustaría que fuera como este." Pensó para sí misma. —
Los temores de Nindra se disiparon rápidamente con el tacto cuidadoso de Lith, llenando un vial de contención tras otro sin detenerse a mirar el paisaje, o peor aún, aprovecharse de su vulnerabilidad.
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