—Además, no podría enfrentarme a mi hermana y decirle que maté a su marido para que ella pudiera heredar todo y recuperar a sus hijos. Ella nunca me perdonaría y yo tampoco podría hacerlo. Lo que puedo hacer es entregarlos y pedir la pena máxima.
—Que es ser torturados hasta la muerte. —sonrió Jirni— Matarlos en el acto era en realidad el mayor acto de misericordia que podían hacer a sus agresores.
—Exactamente. —asintió Kamila recuperando su amuleto de comunicación— No voy a ensuciar mis manos ni mi conciencia por esta escoria. Ellos tomaron sus decisiones y pagarán las consecuencias.
—Excelente elección, querida. —dijo Jirni, guardando la varita en su cinturón de utilidades— ¿Quieres que informe a tu hermana sobre lo que le pasó a su difunto esposo?
—Gracias por tu ofrecimiento, pero quiero ser yo quien le dé la noticia. Se lo merece.
***
Campamento del equipo de expedición, en el mismo momento.
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