—Además, soy un ser vivo y no quiero que un montón de Maestros Forjadores Reales pongan sus manos en mí, manipulando el legado de mi madre para replicarlo. —Dijo Solus.
Locrias abrió la boca para responder, pero podía ver su punto. La Corte Real siempre sería un nido de víboras y la idea de lo que las personas equivocadas podrían hacer con una torre le mandaba escalofríos por la espalda.
Lith y Locrias aparecieron en el sitio donde el cadáver de Lark había sido dispuesto como un espantapájaros. Para borrar esa imagen para siempre, sus herederos habían construido una estatua de él, representando a Lark mientras pintaba.
Jadon había dado instrucciones al escultor para que la estatua llevase el antiguo monóculo de Lark, reemplazando la cuerda de seda con un alambre de metal para asegurarse de que nunca más lo perdería.
Ver la expresión serena de la estatua le recordó a Lith a su viejo amigo, pinchando su corazón.
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