Desde el día de la muerte de Manohar, sintió como si hubiera pasado de ser el sol que brillaba en su familia a una nube de tormenta que amenazaba su seguridad.
Tenía un estado de ánimo sombrío y también evitaba el pueblo, sabiendo que estaba tan cerca de hacer que Lutia hiciera honor a su apodo y convertirla en un cementerio.
El día de la boda, Lith se alegró de tomarse un descanso de su trabajo, esperando aliviar su mente del dolor gracias a la presencia de sus amigos.
—Odio molestarte, pero Friya me invitó como su acompañante y no tengo un traje. ¿Puedo pedirte uno prestado? —Nalrond preguntó mientras Lith se miraba en el espejo.
—Claro, elige lo que quieras. —Lith buscaba colores cálidos que mitigaran la fría expresión que parecía incapaz de eliminar de su rostro.
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