—Las Damas Blancas son débiles al fuego. Según los innumerables libros que he consultado últimamente, arden como gasolina. No sé qué tipo de relación tienen estas dos, pero si coordinan sus ataques, estaré en problemas. Debo nivelar el campo de batalla. —Pensó Lith.
El Asesino de Magos ignoró las quejas de la Dama Blanca y saltó hacia el hechizo de Lith, incapaz de ver más allá de la comida servida frente a sí mismo. Lith disolvió su cúpula de aire y golpeó con la espada Guardiana infundida con magia de oscuridad, el único elemento del que los Asesinos de Magos no podían alimentarse.
La criatura no pudo gritar, pero sus ojos se agrandaron cuando el metal encantado perforó el gas naranja, creando un agujero del tamaño de un balón de fútbol en su pecho durante un instante.
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