Al principio, no pasó nada.
Después de beber la sangre, el Dr. Pullman colapsó inerte al suelo, con los ojos vidriosos y la expresión vacía, sin mover un músculo.
Jonathan sabía que esto era un suceso normal durante la recuperación de memoria. Su conciencia estaba viajando a través de los recuerdos de otra persona, sus pensamientos luchando tumultuosamente con las emociones ajenas. Escenas fragmentadas parpadeaban de vuelta, sumergiéndolo en un vórtice de memoria del que no podía escapar.
Observó en silencio al Dr. Pullman, esperando una respuesta. Si Pullman no había perdido la cordura, las cosas serían simples: ya fuera que Pullman le contara la verdad a Jonathan o que Jonathan leyera la sangre él mismo, ambas opciones eran viables. Pero si se había vuelto loco... bueno, eso se esperaba. Jonathan se había preparado mentalmente para el fracaso.
—¿Por qué no está diciendo nada? —preguntó Fisna muy suavemente, como si temiera perturbar algo.
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