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Oficialmente, Sugardaddy

Narra Alekxandra.

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Quisiera decir que no me acosté con él varias veces más esa noche.

Hubiera querido decir que no me había sentido en el  cielo cuando estaba deslizándose dentro de mí.

Hubiera querido decir que no lo deseaba, pero no, estuviera mintiendo.

¿Estaba loca? Sí, era un hecho.

Su lengua caliente y mojada acariciaba mi pezón circularmente.

Mis dedos acariciaron su cabello castaño. Un jadeo quiso salir de mis labios pero empezaba a sentir vergüenza y el arrepentimiento llegó como un balde de agua fría.

Maldición, ni siquiera yo podía comprender porqué lo deseaba y luego me sentía tan culpable; tal vez era porque me estaba faltando el respeto a mi misma al estar con un hombre que me humillaba, me trataba mal y solo me veía como una prostituta o como un objeto sin valor alguno.

Las lágrimas de impotencia me atacaron y un sentimiento vacío invadió mi pecho. Estaba tan confundida. Así que lo empujé. Me miró, desconcertado cuando levemente intenté salir debajo de él.

—¿Qué sucede Alekxandra?— inquirió. Podía sentir esa mirada zafiro mirarme un con una intensidad, que si lo miraba estaba segura de que me iba a tentar a caer en esas caricias desenfrenadas.

—Solo estoy confundida — respondí sin mirarlo a los ojos—. Estoy muy cansada, quiero dormir.

—Estoy muy desconcertado Alekxandra— habló —. ¿Qué es lo que sucede?

Las lágrimas no tardaron en salir y se deslizaron por mis mejillas, cerré mis labios y contuve esos sollozos, no quería que me viera de ese modo. Parecía una estúpida que se dejó llevar por sus sentimientos. Puse el deseo y la pasión por encima de mí dignidad y eso era algo de lo que no estaba orgullosa. Por lo contrario, estaba decepcionada.

—No quiero hablar de eso, ¿Para qué? Para que continúe con sus humillaciones. Dígame. ¿Qué es lo que quiere que le expliqué señor Evliyaouglu? ¿Qué lo deseo, que a pesar de que le dije que lo aborrecía y que me daba asco me demostró que lo deseaba? ¡Bravo! Usted ganó.

—No quiero que me explique lo que es evidente. — respondió, acarició mi brazo y me moví incómoda. No dejaba de ser un gilipollas—. No tiene nada de malo que usted me deseé. ¿Qué es lo que le incomoda?

Lo miré a los ojos. ¿De verdad lo estaba preguntando, de verdad quería saberlo y su interés era genuino? ¿Dónde se había ido el patán de siempre?

Lo que más me enojaba era que él me preguntaba lo que era evidente.

Él me preguntaba por qué estaba tan incómoda con lo que había pasado; tal vez su nivel de cinismo y ego no lo hacían entrar en razón. Me enfurece demasiado por su maldita inmadurez. Porque él sabía por qué me comportaba de ese modo.

—Usted me humilla, me pisotea y luego me hace esas.. cosas...— intenté explicarle buscando el nombre exacto de lo que era esto, sin embargo, no lo pude encontrar.

Lo miré a los ojos, estaba pensativo y con la mandíbula tensionada, así que estaba segura y no explotaría. Genial, podía tener una conversación con él.

—Usted nunca me ha tratado con respeto, usted me odia pero ni siquiera le he hecho daño.

—Tiene razón, pero a usted le excita. —pronunció—. A usted le encanta. Sé que tiene una guerra interna en su cabeza, pero déjese llevar por el placer.

Observé su rostro, nuestras miradas se encontraron y su mano se posó en mi mejilla. Me besó suave, nuestros labios se movían en una caricia superficial. Mi corazón latió tan deprisa y un cosquilleo invadió mi estómago. Abrí la boca, le dí paso a su lengua, su mano se deslizó por mí desnuda cadera y la piel se me erizó, estremecí por la sensibilidad que desprendía cada rincón de mi cuerpo.

—La deseo tanto…

volvió a besarme con violencia y lancé un jadeo sonoro cuando sentí esa sensación de placer y ese cosquilleo en mi espina dorsal.

—Yo también lo deseo— respiré profundo —. Y no debería porque... Usted no ha sido bueno conmigo.

Su mano dejó de acariciar mi cadera, se levantó un poco y se posicionó encima de mí, abrí un poco mis piernas para recibirlo. Podía sentir esa erección dura, y estaba deseosa de que se enterrara en mí.

—¿No he sido bueno con usted?—

Se hundió  nuevamente en mi interior con una rudeza que me desarmó— . ¿Dígame, acaso esto que le hago sentir no es suficiente?

Jadeó nuevamente contra mis labios y terminó de unirse a mí, piel con piel en ese magnífico, exquisito y placentero tacto.

Primero me besó y luego acomodó mis piernas en sus hombros, presionó sus manos contra ellas y se hundió duro y rápido. 

—Oh mi … Demonios …— arremetió tan fuerte, que la cama y el sonido de su pelvis chocando con la mía, ligado a nuestros gemidos de placer era lo único que podía escucharse en la habitación.

Clavé mis uñas en sus hombros, cuando empezó embestir y cambió sus movimientos, primero se levantó un poco y comenzó a mover su pelvis circularmente y su gran tamaño se deslizaba lentamente hasta el fondo. Era exquisito. No podía respirar con normalidad, podía sentir cómo su pecho se aceleraba contra el mío y, su respiración de igual manera, estaba descontrolada. Sus ojos me miraban con tanto deseo y con tantas ganas, y a pesar de que estaba unido a mí, podía sentir como intentaba acercarse más y besarme.

Sus labios estaban entreabiertos y sus ojos se cerraron con cada estocada que me otorgaba.

Y Mis pechos rebotaban de arriba hacia abajo con cada embestida, por la fuerza que estaba ejerciendo mi pequeño y delgado cuerpo, tanto así, que me estaba maltratando, pero yo era una masoquista.  lo comprendí cuando lo dejaba estar entre mis piernas y ni siquiera lo merecía.

Su mano se posó en mi cuello y lo apretó con fuerza. Arañe sus hombros varias veces y me dejé llevar por esas embestidas que me robaban el aliento. Estaba enferma de él, me había convertido en una mujer enferma y con la mente retorcida.

Se levantó y salió de mí, y se puso de pie en la orilla de la cama, me tomó en brazos, me volteo dejándome expuesta, de espaldas hacia él.

Me proporcionó una nalgada y brinque en respuesta, podía sentir esa tensión, porque estaba en esa tentadora posición, en la cual invitaba hacer muchas cosas sucias de las que nunca imaginé.

Me sentí algo rara, tímida e insegura. No sabía cómo tener sexo con nadie pero el parecía fascinado. Volteé la cara un poco y lo ví, se estaba acariciando los labios mientras me observaba con una lujuria, como si hubiera estado admirando con deseo de poseer eso que estaba tan cerca de él.

Se fue acercando, levantó su miembro y lo posicionó en mi entrada, lo deslizó y su virilidad se mezcló con mi húmedad. Gemí cuando una y otra vez con su glande acariciaba mi clítoris haciéndome cosquillas.

—Me encanta como sobresale su hermoso coño en esa posición — murmuró, dejó de torturarme y de repente se hundió nuevamente. Cuando su miembro golpeó tan fuerte lancé un grito y esa vez me olvidé de todo ese sentimiento de timidez e inseguridad y me entregué a ese placer de sentirme tan llena de él en esa unión tan excitante.

— Ya le dije que me encanta como se enrojece su tierna piel— me proporcionó nuevamente otra nalgada y gemí, cuando se hundió con otra estocada, y su miembro volvió hacer contacto con ese punto G que se encontraba al final de mi interior.

Jadeó y aferró sus dedos en mi trasero, con su otra mano libre agarró mi pelo e intentó hacer una pequeña cola de caballo. Me encantó.

Estaba aturdida por todos esos calambres placenteros que me otorgaban sus embestidas.

— Eres mi puta— apretó los dientes y jadeó, arremetió luego de darme otra nalgada, mordi mis labios y gruñí de placer.

—¿No es así?— volvió a repetir, al escuchar que no había respondido. Quería decir que no lo hice, pero lo admiti entre chillidos.

—Si, soy tu... lo soy— grité en éxtasis, me hirvio la sangre y mi cuerpo se removió con esa ola de placer que me invadió, mi feminidad lo apretó y esa acción lo invitó a que tirar de mi cabello con una vehemencia desconocida.

Volví a sentir esa debilidad, mi vista se tornó borrosa y mi respiración se detuvo, soltó mi mi pelo, respiré sofocada, adentró su miembro en mi interior y se dejó llevar. Sentí ese líquido caliente en mi interior y cayó lentamente sobre mi cuerpo sudado.

(....)

Él dejó reposar su cabeza en mi cuello y se quedó dormido encima de mí.

Observé su nariz perfilada, mechones de su cabello ondulado estaban esparcidos en su  frente y sus labios carnosos y rojos se encontraban cerrados. Se veía tranquilo, como si fuera una persona normal, ¿Quién diría que fuera tan egoísta y tan troglodita?

Lo observé nuevamente y acaricié su mejilla, parecía que habíamos hecho una tregua pero no sabía hasta dónde podía llegar a levantar esta bandera blanca de la paz entre nosotros.

Sus pestañas largas estaban extendidas y sus cejas eran demasiadas pobladas sin dejar de tener una buena forma, su mandíbula se marcaba, era muy definida. Era demasiado hermoso su rostro parecía que había adquirido algo de madurez.

Rogué porque este sentimiento de atracción por él desapareciera, no quería que las cosas fueran así, estaba muy avergonzada e incómoda pero me encantaba ¿hacer el amor con él? No, definitivamente esto no era hacer el amor, esto era algo físico pero no podía llamarlo de otra forma porque no quería ser vulgar.

Suspiré perdida en mis pensamientos y acaricié su cabello, él se removió en mi pecho y pude notar como se iba despertando.

—¿No cree que esto es raro— murmuré, él levantó la cabeza, sus ojos entrecerrados y levemente hinchados me estaban observando curiosos —. Estamos en un dúo de guerra; Nos humillamos, nos odiamos y luego terminamos fundidos en la pasión.

—Yo no la odio Alekxandra— dijo—. ¿De dónde has sacado eso?

—Lo digo por como se ha comportado conmigo —respondí—. Me ha hecho la vida cruel a pesar de todo lo que ocurrió con mi madre. ¿Usted no tiene alma?

— le aseguro que no lo va a conseguir, eso, que le hable de los traumas que no tengo. Si soy malo, lo soy por naturaleza— admitió con normalidad.

—Entonces admite que usted es malo— asevere con mueca de angustia.

Tenía mucha curiosidad porque a pesar de su Maquiavélica mente era un hombre demasiado misterioso.

— La única vez que fui bueno... fue porque quería conseguir algo— contestó, su mirada se perdió como si su mente se hubiera ido a otra época, recordando algún suceso—. Pero no, ni siquiera pude conseguirlo. ¿Eso es bueno? No lo creo.

Quería saber más, quería que me dijera tantas cosas de su vida para poder comprender porqué me había tratado como a una basura. Tal vez me trató así porque él también se sentía como una basura sin valor alguno y escondía su baja autoestima en su ego inflado. Esa era mi teoría.

¿Por qué no sentía remordimientos? ¿acaso el demonio era el huésped que moraba su cuerpo?

—¿Por qué fue bueno ese día?— cuestioné, busqué sus ojos y al final no pude conectarme con ellos, porque desvío la mirada a un punto fijo.

—Quería que me ayudaran a escapar — respondió —. Quería que una mujer me ayudara a salir del país para iniciar una nueva vida, cuando era adolescente.

—¿Escapar de quién?— le animé curiosa. Me miró con tanta intensidad que me puse nerviosa cuando esos ojos azules capturaron mi rostro en una mirada parsimoniosa.

—No es de su incumbencia — bramó en respuesta, con una frialdad que me dejó con un mal sabor en la boca y una sensación desagradable dentro de mi pecho.

Tragué y bajé la mirada.

—Entonces....— comencé a hablar nuevamente insegura por cómo había reaccionado anteriormente—. ¿Es una tregua?

Cuando subí la cabeza noté que todavía estaba observando a pesar de que había bajado la mirada y no dejaba de mirarme, no podía entender porqué mi corazón estaba latiendo tan deprisa. Su tentadora lengua lamió sus labios y me dedicó una mueca, pero no cualquier mueca, ¿Era una sonrisa?

—Está bien, siempre y cuando usted me dejé estar entre sus piernas. — respondió —. Y no más juego sucios conmigo. Mi intención desde el principio, era tratarla bien... pero usted no estaba de acuerdo con mi proposición. Voy a poner el mundo a sus pies, Alekxandra— acarició mi barbilla levemente y me encogí. —si usted cumple con su deber.

Asentí.

— Está bien señor— respondí sumisa—. Haré lo que usted diga, y me voy doblegar ante sus deseos.

Dudé que eso que dije se escuchó convincente pero tenía que parecer alguien en la cual volviera a depositar su confianza.

Iba a seguir jugando su juego, a pesar de que esta vez sí lo deseaba. Pero no iba a dejar de luchar por mi libertad y por escapar de él. Quería ganar su confianza, haría lo que mi madre me ordenó hacer, sacarle todo el dinero que pidiera y escapar con Andrés.

Aunque estuviera confundida, aunque lo deseará, esto era algo carnal y tal vez estaba traumatizada por todo lo que había pasado y por eso mi sentimientos no estaba a mi favor.

Apretó mi barbilla, me dio miedo lo que pudiera pasarme así que quise desaparecer pero debía actuar con valentía y dejé que sostuviera su agarre.

—No juegue conmigo Alekxandra, se lo advierto. No soy un tonto y créame que por eso estoy aquí arriba, en la cima. No me desafíe ni me mienta yo no nací ayer.

Negué y pestañee varias veces fingiendo demencia, y era cínico de mi parte.

—No estoy mintiendo, solo estoy aceptando mi destino — intenté convencerlo. Con duda, acaricié su mano que descansaba en mi barbilla y la rudeza de su agarre empezó a disminuir —. Yo también lo deseo mucho. Empecé a desearlo… desde que me tocó de esa manera.

Y no era mentira, así que con esto era fácil de convencerlo pero algo me decía que debía innovar y tenía que darle una razón más convincente, debía esforzarme más .

—No le creo nada, sé que está mintiendo porque sus acciones hablan más que sus palabras. —sonrió con malicia —. Pero me gustaría hacer una tregua con usted. Se que le molesta que la trate así y de verdad a mí no me gusta tratarla así, pero es mi naturaleza. Sin embargo cuando hago negocios con alguien y me falla no puedo controlarlo.

—Usted debe entender que esto es muy nuevo para mí — fingí una clase de mirada que dedicaría una pickme, me sentía ridícula—. Nunca en mi vida había sentido esto por nadie, usted es el primer hombre en mi vida. Estoy confundida, es todo.

Le sonreí forzadamente, me miró con cierta desconfianza y soltó mi barbilla suavemente.

El teléfono de él comenzó a timbrar en su bolsillo.

— Debí apagarlo— murmuró con una mueca de disgusto como si la persona que lo estuviera llamando fuera un estorbo.

—¿Quién es?— fingí interés. Y quería sacarle conversación para ganar su confianza.

Me miró con tranquilidad y seriedad.

—Usted es muy…— mordió su lengua cuando descubrió que sería algo brusco con las palabras.

—¿No va a decirme de quién se trata?— levanté una ceja mientras hacía que mi voz sonará más chillona—. ¿Acaso no quiere compartir lo que le molesta?

Se lamió los labios y capté su atención, volvió acariciar mi barbilla y está vez lo hizo suave. Cerré los ojos ante el tacto de sus dedos en mi piel. Quiso acercarse a mí, lentamente, me besó.

—No me tiente Alekxandra —murmuró y esa ronquera en su voz me hizo cerrar los ojos lentamente, sintiendo su aliento cálido en mi rostro en una especie de hechizo.

—E-Emir…— murmuré, al escucharme me miró. Era como si mencionar su nombre le generará algo de sorpresa. Sin embargo, para mí, era algo difícil e incómodo. Jamás en la vida había tuteado a alguien de esa edad, o sea no digo que a esa edad uno fuera viejo ni nada, pero en mi vida a la única persona que le hablé informal fuera de mi familia, fue a Verónika, la mamá de Sonya.

Solía hablarle muy formal a las personas que no conocía.

—¿Cómo me dijo?— expresó en un lento murmullo.

Un brillo desconocido se instaló en su ojos, era ¿Una emoción? No, este hombre no sabía lo que era eso.

—¿Te molesta que te diga tu nombre?— cuestioné con inseguridad.

Negó y me miró con fascinación.

—No, me gusta Alekxandra.

Sonreí con amabilidad.

—Que bien, porque ya no quiero usar formalidades con el hombre que me gusta— una sonrisa débil salió de mis labios.

— Es muy raro. ¿No crees?— me miró extrañado—. Pero se siente muy bien… cuando me dices mi nombre.

Sus ojos azules no dejaban de mirarme y yo ya no sabía dónde esconderme, estaba muy nerviosa, porque a pesar de que esto era un plan para que tuviera confianza en mí, me gustaba muchísimo la forma en la que me miraba.

Asentí.

—Solo quiero que tengamos confianza y demos el siguiente paso.

—¿Y cuál es el siguiente paso?

—Dejar todo atrás e iniciar de nuevo.

—¿Qué me querías decir, preciosa?— inquirió con suavidad—. ¿Te gusta que te digan preciosa o te molesta?

Tragué y bajé la cabeza, estaba segura que me había ruborizado.

¿Preciosa? Esa palabra era tan básica y me había ruborizado con ella. Ignoraba que era básico dependiendo de  quien te la decía te gustaba o no.

Diablos, esto no podía ser posible.

—No, no me incomoda— las manos me sudaron y un picor se apoderó de mi piel y ese calor abrasador.

—Te quería decir que, necesito que…

No podía decirle lo que necesitaba, porque implicaba un verdadero esfuerzo. Quería decirle que necesitaba dinero para pagar la beca en la escuela, no era correcto, pero de verdad que lo necesitaba y no quería perder esta oportunidad. Mis estudios era una de las cosas más importantes que tenía.

Y si esto era mi destino, si no podía escapar lo iba a utilizar a mi favor, ya no podía estar en contra de lo que implicaba entregar mi cuerpo en contra de mi voluntad.

—¿Qué es lo que necesitas? Solo dilo y lo vas a obtener— me animó.

—La escuela me… la escuela me va a suspender la beca por mis malas calificaciones, no me ha ido bien y necesito que me ayudes con eso— le pedí —. De verdad es muy importante para mí y no quiero perder el año escolar.

—Lo resolveré, no te preocupes por eso.

Asentí, mi pecho se llenó de una esperanza y se desinfló de alivio, de verdad estaba tan preocupada por mi futuro académico. Era frustrante tener tanto potencial y dejarlo a un lado solo por una mala calificación.

—Muchas gracias, de verdad— con inseguridad  me acerqué lentamente y besé su mejilla. Se tensó con esa caricia tan ¿Rara?

Los besos que me daba y las caricias eran basadas en lascivia, perversión y deseó pero esta caricia era una muestra de gratitud y no significaba una muestra de deseo. Esta caricia era espontánea y no demostraba ningún interés de por medio.

Nuestras miradas se encontraron y la aparté con ansiedad y preguntándome por qué le dí ese beso.

El teléfono volvió a sonar y me quitó su atención para ponerla en el móvil. Cuando lo descolgó lo puso en su oreja.

—Merhaba Nasılsın?—dijo, en un idioma que no pude comprender—. ¿Sen ne diyorsun?

Se colocó su pantalón y salió del pasillo, dejé de prestarle atención y me recosté, hasta quedarme dormida.

Narra Emir

—Hola, ¿cómo estás?— respondí su llamada. Me coloqué mis pantalones.

—¿Por qué no contestas el teléfono? Bahar intentó suicidarse—dijo Kemal en respuesta, estaba furioso—. Mezcló antidepresivos con alcohol y casi entra en coma.

—No es posible — dije con voz inaudible. No podía creer que ella era capaz de hacer eso.

—Si lo es Emir. No sé qué pasó entre ustedes pero será mejor que vengas ahora— era una petición —. No hagas esto más difícil.

—Iré enseguida. Kemal todo estará bien, tu hermana estará bien.

—No nada… nada lo está— se le rompió la voz—. Si ella se muere no sé cómo voy a poder continuar. Es todo lo que me queda Emir, es la única familia que tengo.

Se me contrajo el pecho al escuchar a mi amigo llorando.

—Iré para allá, en treinta minutos estaré allá intenta mantener la calma.

—¿Cómo voy a mantener la calma? Dime. ¡Demonios!— maldijo, escuché que golpeó algo y la llamada se cortó.