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El hijo de un mafioso

Narra Emir.

Kemal se quedó en silencio cuando le pregunté quién era el padre del bebé así que deduje que no lo sabía o que no me lo quería decir, tal vez hizo un voto de silencio cuando se trataba de los secretos de su hermana.

Debo admitir que eso no me afectó en lo más mínimo porque ella no me interesaba como mujer, ella podía acostarse con quién sea y a mi eso me tenía sin cuidado.

A la única persona que le iba a importar esto era a su familia y a mi padre porque ese bebé no era mío. Estar a su lado era tan miserable que ni siquiera me provocaba tocarla o mirarla con lujuria.

No la quería ni la deseaba, desde la primera vez que la toqué se me hacía difícil intimar con ella, y no era porque ella lo hiciera mal era que no había química ni atracción.

—Quiero pedirte algo...— se animó hablar—. No le digas a nadie que Bajar está en ese estado hasta que ella no esté lista. Espera a que sea ella que lo diga.

—No planeaba hacerlo —dije— puede que esta situación nos favorezca a ambos.

Frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?— cuestionó.

—Mi padre quiere un nieto. No quiero tener hijos biológicos con Bahar, pero puede que ese bebé que no es mi sangre pueda librarme de esa responsabilidad. No importa de quien sea, estoy dispuesto a darle mi apellido y así Bahar se libra de la ira de esos hombres.

—No creo que sea buena idea Emir, creo que el divorcio es una buena idea— insistió con algo que no podía ser. Todavía no estaba consciente que este matrimonio probablemente sería hasta la muerte y no, no era porque así lo determinaba yo. No había otra persona con las mismas ansias de terminar esta relación de negocios que no me hacía feliz pero en realidad no dependía de mí, habían personas con mucho poder asegurándose que está relación continuará su curso.

—Es una estrategia Kemal, si de verdad quieres a tu hermana, intentarán persuadir para que ella acepte mi propuesta. Tú no lo entiendes porque tú te fuiste a vivir fuera tantos años... Pero tú no conoces a un hombre cuando su "honor" se mancha. Son conservadores e intolerables a la deshonra.

—Yo la voy a proteger, si es posible me la llevaré lejos de esos hombres que verdaderamente no la quieren, solo la han visto como un trampolín para alcanzar lo que desean.

—Kemal, ellos te van a perseguir. De la única manera que las puedes proteger es si matas a todas las personas que le quieran hacer daño. ¿Estás dispuesto a derramar sangre?

—Por ella sería capaz de todo Emir, hasta de matar. ¿No lo entiendes? Bahar es muy importante para mí.

Me parecía algo raro como Kemal protegía a esa mujer, ni siquiera había un lazo de sangre que los uniera y yo ya estaba comenzando a sospechar que Kemal sentía algo más por ella.

Ellos era muy Unidos pero había algo que no me cuadraba en en esto, yo no era estúpido, algo sentía el por ella.

Pero Kemal no sería capaz de traicionar mi amistad por eso no desconfiaba de él, porque siempre había sido una buena persona capaz de ayudar al más necesitado. Además Bahar era prácticamente su familia.

Por un momento llegué a pensar que él se había acostado con ella, pero él no sería capaz de hacerlo, creía ciegamente en él y era un hombre tan fiel a la moral que eso sólo parecía ser inconcebible a mis ojos y pensamientos.

Era entendible que él la cuidara tanto y que sintiera atraído por ella, porque algunas veces los humanos no medimos por quién sentimos, sólo surge. Pero existía una gran diferencia entre sentir y hacer tu voluntad por encima de la amistad y la moral propia. Imaginaba lo confundido que se encontraba, a él no le gustaba hacer las cosas mal pero como todo humano era imperfecto aunque pareciera ser perfecto ante los ojos de terceros.

Por eso no le pregunté nunca por qué dejó el país que lo vio crecer... Porque yo sabía la razón, era ella. Para no traicionar mi amistad se fue y renunció al amor de su vida.

Por eso él era mi mejor amigo porque era una persona en la cual podía confiar ciegamente. Las personas que son traicioneras tienden a dejarse llevar fácilmente por los placeres que algunas personas llaman pecado.

Por eso yo quería proteger a la mujer que él amaba, nunca dejaría que le hicieran daño, estaba seguro que si yo hubiera estado en su lugar él hubiera hecho lo mismo por mí.

—Kemal, yo sé que sientes algo por ella... Pero no deberías avergonzarte, lo comprendo perfectamente. Eres mi amigo y sé que no fue tu intención verla con otros ojos, porque no podías controlar lo que sentías.

—Emir yo...

—No, espera Déjame hablar. Quiero que sepas que el hijo de ella será mío también y esto lo haré por ti, porque tú sacrificaste tus sentimientos y decidiste alejarte para no estar cerca de la mujer por la que te sentiste tentado.

—No tienes que hacerlo, la verdad es...

—Si, es mi deber como hermano apoyarte y si eso es la solución pues no veo porqué no hacerlo.

Se quedó en silencio analizando las cosas.

No había nada que hubiera podido hacer para solucionar el problema de su pariente.

Nunca pensé que Bahar iba a permitir exponerse así, siempre fue una mujer que sabía que le convenía pero esta vez al parecer ni siquiera midió en lo que estaba metiéndose.

Para nosotros no era un secreto lo que le hacían a las mujeres infieles en nuestras familias pero para el mundo exterior era todo un misterio. Todo los hechos horrendos que algunas mujeres experimentaban eran atroces.

Lo peor de todo; es que no podíamos hacer nada, al contrario, debíamos obedecer y observar, especialmente a las mujeres para infringir el miedo y hacerlas más obedientes.

(...)

—Señor, me contaron lo que pasó con su esposa. Lo siento mucho, espero que se mejore—dijo mi chofer.

Se sentó en el mueble y me tendió un sobre con información, suponía que era información de Agustín Volcova.

—No te preocupes Ali, ella está muy bien, el día de hoy le van a dar el alta.

Su rostro se suavizó y la preocupación se dispersó un poco..

—¿Qué tienes ahí?— inquirí —. Es sobre esa cucaracha ¿no es así?

Me pareció raro que tuviera más información sobre esa rata. Imaginaba que su vida era tan miserable que no tenía nada interesante qué saber. Por lo que me había dicho mi chofer no se podía esperar nada más de un ladrón o un narcotraficante

Asintió.

—Le aconsejo que deje las cosas como están — me advirtió.

le dediqué una mirada acusadora por lo que acababa de decir, no tenía ningún derecho a decirme qué hacer y que no.

—Ah sí, ¿Por qué?— cuestioné.

—Estamos lidiando con un integrante de la mafia rusa— informó con seriedad.

Fruncí el ceño.

— Investigué más a fondo— prosiguió —parecía ser una persona inofensiva pero no lo es, señor. Agustín Volcova trabaja para uno de los jefes de la mafia más temida.

—Vaya, la vida está llena de sorpresas — miré la foto de un hombre calvo. Me preguntaba quién era. En su brazo tenía dibujada una carabela mortífera.

—Este hombre es su padre, se llama Agus Volcova, alías el zar chernyy . Significa el emperador o soberano negro. — explicó —. Es el jefe de la mafia Los v zakone es la más peligrosa. Ese—, señaló el tatuaje— es la confirmación.

—¿Su padre no estaba muerto?— cuestioné confundido. ¿Por qué decía que el individuo estaba muerto y ahora de la nada aparecía vivo?

—Eso fue lo que me dijo el informante; pero investigando más a fondo me dijo que, tuvo que renunciar a su vida como Agus Volcova, porque estuvo al descubierto. Hay otra información; ¿le suena Alekxander Bezborodko?

Esta situación empezaba a ponerse interesante. Me sentía muy curioso, quería saber qué era lo que estaba escondido, porque si Alekxander Bezborodko estaba relacionado con ese hombre, entonces algunas personas que conocía estaban relacionadas con él también. ¿Acaso ese hombre era un mafioso integrado?

Una vez hablé con él, quería ser mi socio. Él se dedicaba a la hotelería. Era el dueño de una cadena de hoteles y quería construir hoteles de cinco estrellas en Estambul. Mi padre se negó porque el hombre no le inspiraba confianza.

—Por supuesto que sí — afirmó —. Es el padre biológico de Alekxandra.

—Este hombre, creo que puede estar relacionado con ellos. No estoy muy seguro pero... Vi a este hombre calvo y a ese reuniéndose en un lugar solitario. Ambos se pasaron un sobre sellado. Al parecer estaban haciendo algún intercambio...— hizo una pausa, me mostró otra foto de una chica rubia—. La amiga de ella sostiene una relación amorosa con el hijo de un mafioso, así que no estoy seguro si ella tiene conocimiento de esas vueltas que da. Su nombre es Sonya Volvov

Supe que Anastasia tuvo dos hijos con él, sin embargo, lo que no me cuadraba era esta repentina noticia. ¿Y si Anya Porizkova sabía que él era un criminal integrado o cualquier cosa que fuera?

¿Qué tenía que ver Anya Porizkova en todo esto? Tal vez ella ignoraba todo lo referente a lo que ese hombre se dedicaba, sin embargo había empezado a desconfiar de ella.

¡Maldición! quería saber más sobre esta situación.

—Quisiera que continúes con esa investigación — ordené. — Aquí hay algo que no me cuadra. Investiga a Anya Porizkova. Y en cuanto a Sonya, la chica, dudo mucho que ella lo sepa, o tal vez no lo sepa todo.

—¿Por qué está tan seguro de eso? La chica es manipulable y cree que está enamorada. Tal vez le guarda el secreto.

Negué con la cabeza.

—Creo que ella sería la menos indicada para exponer a Alekxandra a la mafia rusa— respondí—. Tal vez ella piensa que él es un hombre inofensivo a pesar de la vida que lleva.

—No olvidé que ella le advirtió que no se metiera en esto— replicó—. Volvov le dijo a la señorita que no cometiera la locura de drogarlo. Tal vez ella sabía que les podía traer un problema.

—Si ella lo sabe eso no nos afecta en nada porque esa chica solo está hormonal. Tiene dieciocho años. Lo que sí sé es que podría estar en peligro si sabe un secreto de tal magnitud.

Tomé un sorbo de vino.

— Desde ahora te lo digo, yo no le tengo miedo a nada Ali, no me interesa si ese hombre pertenece a esa organización; debe pagar por lo que hizo.

—Le sugiero que no haga nada — insistió —. sabe que Murad Yildiz está detrás de la chica y no vamos a poder protegerla si hay dos organizaciones poderosas detrás de ella. Con todo respeto señor, deje las cosas como están y actué, eliminando los sentimientos de ira y venganza.

Quería decir que sí, que no haría nada pero la sangre me hervía y no quería dejar pasar esta oportunidad. Pero en el fondo Alí tenía razón, no podía, porque entonces sería más difícil lidiar con ellos.

(...)

Narra Alekxandra

Sábado, el sol se desvanecía con la aparición de la tarde, los pequeños rayos de luz de un tono amarillento adornaban el cielo, la naturaleza era romántica en todo su expresión.

Estaba en el supermercado, el día anterior me percaté de que el refrigerador estaba vacío y vaya que fueron muchas semanas tenía que aprender a ser una adulta a como diera lugar, casi me muero de hambre si hubiera esperado hasta el domingo.

La cajera me observaba con cierto desagrado, de arriba abajo buscando algún defecto, pero para su desgracia no lo encontró porque yo era hermosa.

—¿Efectivo o tarjeta? — dijo en un tono monótono.

—Efectivo— respondí con delicadeza.

El sonido de la caja me estaba molestando, ya quería salir de ahí.

—Serían cuarenta mil rublos — extendió la mano cuando abrí mi bolso para buscarlo. Ahí estaba ese condenado dinero, amarrado en una pequeña liga. Definitivamente odia usar dinero en efectivo pero no podía utilizar las tarjetas de mamá ya que el banco las había declinado por su muerte.

El Uber me estaba esperando en el parqueo. Una persona que trabajaba en el supermercado me ayudó a subir lo que compré en el baúl, le di una propina y las gracias y emprendí el viaje.

—Alek, ¿No es así?— quiso saber por seguridad.

—Si. ¿Hugo?

Asintió.

Desbloqueé el móvil y entré a mi red social buscando algún entretenimiento. El hombre me observó por el espejo retrovisor, subí la mirada y miré sus cejas negras arqueadas y esa nariz aguileña.

—¿Usted viene aquí con frecuencia?— preguntó —. Lo digo porque el supermercado que está a dos cuadras más es más económico que este.

Forcé una sonrisa, no quería ser descortés así que le seguí la corriente.

—Bueno, en realidad sólo quería comprar comida, nunca le he tomado importancia a eso— le respondí, sin dejar de quitar la vista de mi celular.

—¿Podemos tomar un atajo?, Digo si no te molesta. Es que por aquí hay mucho tráfico a esta hora.

Un sentimiento de desconfianza se instaló en mi pecho, así que negué con la cabeza.

—No es necesario, yo no tengo ninguna prisa— pronuncié. Intenté sonar algo segura y no mostrarme nerviosa porque ese hombre me estaba observando algo raro.

Asintió con una sonrisa amable.

—Bien, entiendo.

Le quité la vista a mi celular y la dirigí al camino, esto ya no me estaba gustando y no estaba cómoda.

—Eres una chica muy bella — me observó nuevamente de soslayo por el espejo retrovisor —. Sus ojos son muy bellos.

Se me secó la boca, definitivamente mi intuición me estaba hablando y sabía que sólo faltarían unos minutos para que ese hombre empezará a decir palabras soez.

— ¿El Señor puede limitarse a dejarme en mi casa y hacerlo en silencio? La vista debería estar en el camino, no en mí. — rodé los ojos hastiada.

—Solo me gusta observar la belleza.

Por suerte solo faltaba una cuadra para llegar a la casa y me sentí aliviada por ello. El hombre me dejó y siguió su camino. Agradecí que mi intuición estuviera equivocada está vez.

Desbloquee mi teléfono y entré a la app solo le dí una estrella y me quejé en un comentario.

"El viaje no fue cómodo, me acosó todo el camino"

Escribí Con una sonrisa maliciosa en mis labios.

(...)

Escribí la contraseña de la puerta grande y bufé por lo bajo porque decía error.

Demonios, no recordaba que había puesto una alarma por lo perturbada que estaba anteriormente y que no podía recordar la maldita contraseña.

—Esto no puede ser posible— murmuré.

Me volteé y miré hacia el otro lado de la calle. Había una mujer bajando de un BMW del año, mis ojos bajaron a sus zapatos, los cuales eran negros. Esos zapatos los reconocí de inmediato, eran unos zapatos de suela roja.

Hubiera matado por tener uno de esos.

La mujer cruzó la calle en mi dirección, sus labios estaban pintados de un rojo intenso, un vestido de cuello tortuga negro adornaba su silueta y un abrigo rojo hacia rejuego con las suelas de los zapatos. Esta mujer desprendía elegancia por los poros. Su cabello rojo se ondeaba con el viento, sus ojos aceitunados me observaron con una severidad. Supuse que era porque me la estaba comiendo con la mirada. Desvié la mirada pero era imposible no verla porque me gustaban sus diseños, esos que siempre había querido tener.

Llegó hasta mí y se detuvo al frente, la observé con sorpresa cuando levantó la mano y me abofeteó. Sí, me abofeteó y ni siquiera la conocía.

Acaricié mi pómulo sintiendo esa sensación de ardor sobre mi piel y ese sentimiento de sorpresa y temor de que esta mujer me hiciera algo.

—Oiga, ¿Qué diablos le sucede?— le grité con histeria—. ¿Acaso está loca?

—Claro que no, maldita Zorra— habló en respuesta con su airada voz.

Fruncí el ceño aún más confundida.

—Eres una maldita perra malnacida—farfulló con furia—. ¡¿Cómo te atreves?!

—¿De qué demonios me está hablando señora?— interpele, ni siquiera sabía de qué diablos me estaba hablando o si me estaba confundiendo con alguien más.

—¿Crees que no sé qué te traes con mi esposo? ¿crees que no se la clase de mujerzuela que eres? Dime algo, ¿cuánto te dio a cambio de que te acostaras con él?— gritó en mi cara, sus ojos estaban a punto de salirse de sus cuencas por lo neurótica que se encontraba.

Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza, nuevamente sentí mucha vergüenza por sus palabras. Ella era su esposa y no tenía la culpa, estaba en todo su derecho de descargar su ira pero tenía que saber que yo no era la culpable su esposo me tenía amenazada.

Sentí un escozor en los ojos, me ardían pero no quería derramar una lágrima más a causa de ese dolor emocional que sentí, era como si tuviera una daga incrustada en mi esternón.

Tragué saliva, cuando observé sus ojos inyectados de ira, me sostuvo de los hombres y me zarandeó varías veces, cerré los ojos al sentir que todo a mi alrededor daba vueltas. Estaba en shock, ni siquiera podía reaccionar.

—Eres una prostituta barata— me abofeteó nuevamente y caí al suelo, se bajó a mi altura y tiró de mi cabello, quise quitar su mano pero era imposible—. ¿No es así perra? Él es mío, grabalo en tu pequeña cabeza hueca colegiala. ¿Crees que ser más joven que yo te da el derecho de robarte el amor de mi hombre? No eres más que una puta.

—¡Qué diablos!— exclamó Sonya. — suelta infeliz —la agarró de los cabellos y se quejó—. ¿cómo te atreves a golpearla? Maldita. Se quiso levantar pero perdió el equilibrio al recibir una bofetada de mi amiga—. ¡Quieres que te mate perra infeliz!

—Suéltame, Zorra— le gritó la mujer— de seguro eres otra perra roba maridos.

Sonya la empujó hacia adelante y se tambaleó, y rió por lo bajo.

—Tu esposo no es la gran cosa, me da pena. Pobre de ti que tienes que aguantar a ese hombre, y no obstante eso; dar este espectáculo por un hombre que no vale la pena. Eres una ridícula—. la miró de arriba abajo— aún con esa ropa de marca y todo ese dinero que te cargas eres una mediocre sin amor propio.

—¡Callate!— le señaló — cierra la boca.

Se acomodó el cabello, y tragó saliva.

—Esto no se va a quedar así — me miró — voy a matarte desgraciada infeliz. Cuida tu espalda.

Mordí mi lengua, solo quería salir de esta situación tan embarazosa de la cual no tenía responsabilidad, solo era una víctima más de ese hombre y me dolía, esa vez dolía ser tratada una vez más, como un bulto de basura.

—Le llegas a poner una mano encima y la que va a terminar muerta es otra— le advirtió Sonya — recuerda que ella es menor de edad y tú eres una maldita vieja. Deberías de sentarte en una mecedora y esperar la siguiente patada de tu esposo con otra mujer, que no dudo que no tenga a otras por ahí. Supongo que vas a buscar a todas esas mujeres y harás un escena como la mujer patética y ridícula que eres.

—Voy a demostrarte lo que yo soy — rió como una verdadera maniática, sus manos temblaban parecía que tenía alguna sustancia en su cuerpo —. Esta vez me iré pero… estén alerta tengo el poder para matarlas a ambas

Sonya le mostró el dedo corazón

—Jodete perra, si vuelves parecerte aquí te arrancaré la lengua y se la daré de comer a mis perros.