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Mundo Shinobi - Señores de la guerra - 457

Uno de los garzones llamo la atención en el restaurante. Tenía el cabello rubio como Elizabet. Ella se llamaba Janet y era la hija de Elizabeth. Tenía dieciséis años, rubia, bonita igual que su madre, incluso había heredado su cuerpo curvilíneo, pero ella vestía con blusa blanca, chaqueta negra sin mangas y pantalón oscuro.

Ella paso retirando los platos de las mesas mientras los kages, daimios y sus esposas conversaban en un estado de semi embriagues. La comida ya había terminado, pero todos estaban bastante relajados y felices.

Janet retiro los platos y volvió a la cocina. Después volvió junto a otros garzones y retiraron todos los platos. Por último, Janet llegó a la mesa de Kain y lo vio sentado, riendo y coqueteando con esa mujer gorila. Era hermosa, pero era un monstruo gigante. Janet se preguntó que le encontraba Kain de bueno a esa mujer.

—Hola, Janet— dijo Kain con una sonrisa mientras abrazaba a Kokoro y ella se apoyaba en él. Kokoro tenía su rostro en el cuello de Kain mientras lo olía, le susurraba cosas y lo besaba. Como todos estaban medio borrachos, Kain no se preocupó por lo que pensaran los demás.

—Kain-sama— dijo Janet al ver que él la llamaba, lo quedó mirando, le gustaba su boca. Era una boca muy bonita, ella se preguntaba cómo sería besarlo. Ella sonrió ignorando a Kokoro, quien apoyaba su rostro en el cuello de Kain, parece que también estaba medio borracha. Y eso que solo eran las seis de la tarde ¿Eso no era malo? Se supone que este gorila era el general de la policía. ¿Este era uno de los beneficios de ser la mujer de Kain? Se preguntó.

Kain quedó mirando a Janet, ella era abiertamente grosera con los demás, incluso si no abría la boca. Se notaba en su mirada y llegaba a ser incomodo.

—Janet— dijo Kain

—¿Eh?— respondió Janet y miró a Kain, este último la miraba con relativa seriedad y ella se ruborizo.

—Janet, después de tu horario, conversemos— dijo Kain

Janet miró a Kain, él hablaba con seriedad y ella asintió. Janet se preocupó, tomo los platos de la mesa y se retiró.

A los pocos minutos llegó Elizabeth y Abigail junto a los garzones y repartieron los postres, pero por el estado de embriagues de los daimios y sus familiares, parece que nadie iba a comer. Las esposas de los daimios probaron el postre, pero estaban tan satisfechas que no comieron más de dos cucharadas.

Quince minutos después, los kages y daimios fueron guiados a sus habitaciones en el hotel.

Kain se quedó en la mesa, Kokoro estaba un poco borracha, pero era la criatura más dulce del mundo en este momento.

—Me escuchaste, maldito— decía Kokoro medio borracha —te amo, te amo tanto—

Kain soltó una risita mientras abrazaba a Kokoro con el brazo izquierdo y escuchaba sus balbuceos. Él sacó un habano del interior de su haori, lo encendió y acercó una copa vacía para poder botar la ceniza.

Al mismo tiempo, Elizabeth se acercó y le trajo un cenicero.

Kain miró a Elizabeth, demasiado bonita y madura. Sus curvas resaltaban en ese vestido gris de una pieza, sobre todo el trasero. Ella llevaba el cabello recogido en un moño, liso, con algunos mechones ondulados cayendo a los lados de su rostro. Llevaba sombra en los ojos y los labios pintados de rosa pastel. Se veía preocupada.

—Hola, Elizabeth— dijo Kain mientras el habano en su mano emitía una línea de humo —¿Todo bien?—

—Sí, Kain-sama— dijo Elizabeth, le gustaba la voz de Kain, era calmada y segura. Ella se relamió los labios y continuo —Janet me contó que usted le pidió que se quedara después de su turno—

—Sí, nada en especial. Solo quiero conversar con ella ¿Te preocupa?—

—Bueno, usted sabe, si ella cometió un error, me puede decir a mí. Yo soy el jefe de Janet—

—Lo sé, no te preocupes. Ella no cometió ningún error, lo que pasa es su actitud. Es demasiado notorio como ella piensa de las personas—

Elizabeth abrió la boca como queriendo excusar a su hija, pero ella conocía muy bien a su hija —Kain-sama, si usted— dijo

—No es nada serio— dijo Kain con una sonrisa amigable, llevó el habano a la boca, le dio una calada mientras Kokoro se acomodaba contra su pecho y le besaba el cuello. Kain soltó el humo y continuo —solo le quiero dar un consejo. Te conozco hace poco, Elizabeth, pero puedo decir que eres buena madre. Seguramente ya conversaste con tu hija, pero ella es así. Tiene sus puntos buenos y malos. No pasa nada, solo quiero conversar con ella con relativa seriedad. A lo mejor, eso la hace entender. No es por nada, pero puedo ser muy persuasivo—

—Ella no es su hija—

—No, no lo es, pero trabaja en este lugar y aquí no vendrán simples matones de la calle. Aquí vienen lo kages, daimios y nobles y una actitud así puede poner a todos en problemas—

Elizabeth lo quedó mirando, Kain sonrió de forma amigable y la quedó mirando a los ojos. Elizabeth soltó un suspiro y le dijo —usted tiene demasiada paciencia, Kain-sama, nunca sabre como pagarle—

—No seas aburrida, Elizabeth— dijo Kain, miró hacia otro lado, llevó su habano a la boca, le dio una calada y después soltó el humo. Después miró a Elizabeth y continuo —yo te traje aquí porque entendí que eras una mujer diligente y que sabias gestionar un restaurante. Confió en tu trabajo, pero, por otro lado, yo te convencí a ti, a tu hija y a Abigail de seguirte a la nación del Rayo. Es lo mínimo que puedo hacer por ti y por Janet. Lo demás, es solo diversión, nunca pienses que me estás pagando o que estás haciéndolo para comprar algo. Te vas a llevar la desilusión de tu vida— Kain la miró a los ojos con seriedad y Elizabeth lo quedó mirando. Kain sonrió, dejo el habano en el cenicero, estiro su mano para tomar la mano de Elizabeth. Esta última estiro su mano, Kain tomo los dedos con suavidad, los acaricio y Elizabeth lo quedó mirando. Kain la miró a los ojos, sonrió y Elizabeth se acercó para besarlo. Kain le dio un pequeño beso y separaron sus labios, pero sus rostros se quedaron a pocos centímetros. Kain la quedó mirando a los ojos y le susurro —pero si te quieres divertir, puedes buscarme cuando quieras—

Elizabeth tomo una profunda respiración y asintió con timidez, sin saber que decir delante de este muchacho, al que duplicaba en edad. Él estaba sentado en la silla, con la mujer enorme que se supone que era su esposa, pero le hablaba con naturalidad, como si no fuera tan importante. Elizabeth se mordió el labio, acercó sus labios y continúo besando a Kain durante medio minuto.

Elizabeth se apartó, quedó mirando a Kain. Él era alto, cabello blanco e intensos ojos azules. Tenía una boca exquisita, sus labios eran especialmente sensuales. Elizabeth llevó su mano a la boca y paso la yema de sus dedos por encima de los labios.

—Mamá— dijo Janet desde la barra del restaurante.

Elizabeth dio un respingo y miró hacia atrás mientras sentía que su corazón se aceleraba. Ella miró a Kain, este último asintió y ella hizo una pequeña reverencia y camino hacia donde estaba su hija.

Kain se quedó con Kokoro, apoyo su rostro en la cabeza de Kokoro y se fumó el habano. Una vez que termino de fumar, acercó su mano a la mejilla de Kokoro y la acaricio —oye, mi dulce ángel— dijo —¿Quieres ir a dormir?— pero ella no respondió.

Kain soltó un suspiro, parece que su ángel estaba fuera de combate. Incluso si Kokoro era grande, a Kain no le daba vergüenza llevarla, pero sería una mala imagen si la policía fuera del edificio o entre los pasillos, la veía así.

—Traspórtanos la cama de mi habitación, en el último piso— dijo Kain y ambos desaparecieron como por arte de magia.

Kain apareció junto a Kokoro en la cama de la habitación del último piso del hotel. Tenía enormes ventanales con vistas a la ciudad. El suelo estaba cubierto por una alfombra color miel y los muebles de madera tenían un barniz oscuro y elegante.

El ambiente era silencioso.

Kain miró a su ángel, la enorme Kokoro Uchiha. Llevaba el cabello rubio y voluminoso peinado, la piel morena, facciones delicadas, el cuello delgado. Llevaba puesta la chaqueta táctica blanca con el shuriken celeste en el pecho y una placa metálica en el centro, la cual le permitía utilizar su chakra en la ciudad.

Kain le quitó la chaqueta y la dejo colgada en el armario. Después le quito la polera oscura, las zapatillas shinobi y el pantalón oscuro. Ella tenía un cuerpo atlético, los músculos marcados, con los senos y el trasero grande. Kain le quito la ropa interior, la recostó en la cama y la cubrió con una sábana. Kokoro se acurruco en forma fetal, pero estiro su mano tanteando a donde estaba Kain.

—Kain, ven aquí— dijo Kokoro medio dormida

Kain soltó aire por la nariz a modo de risa, se desvistió y conservo el brazalete oscuro en su brazo izquierdo. Él fue a la cama, se acostó al lado de Kokoro y ella lo abrazó y enrosco su pierna alrededor de la de Kain. Ella lo trato como una almohada de abrazó y Kain no pudo ni siquiera moverse. Eso duro unos diez minutos y Kokoro se dio la vuelta y durmió para el otro lado, pero siempre tirando su trasero hacia atrás, como si de esa manera estuviera segura de que él estaba en la cama.

Kain se preguntó si era alguna técnica evolutiva que ocupaban todas las mujeres para asegurarse de que su marido estaba en la cama. Kain había perdido la cuenta de cuantas veces en la mañana se despertaba con un trasero pegado a sus costillas.

Kain negó con la cabeza y quedó mirando el techo. Llevo sus manos detrás de la cabeza y se enfocó en la interfaz visual de susano —muéstrame los puntos que quedan por revisar— dijo

La interfaz desplego un listado de puntos que se ramificaban en los tipos de lugares que tenían que visitar, los temas que tenía que tratar y, por último, su objetivo final. Las pequeñas naciones fueron fáciles de convencer, pero las grandes naciones eran un problema y si Kain quería moverse con fluidez, tenía que lograr que ellos le entregaran lo que él quería por su propia voluntad.

Una hora después, Kokoro se despertó y murmuro —Kain, Kain—

—¿Sí?— preguntó Kain y miró a un lado, no pudo dormir y en su lugar, seguía revisando lo que tenía que decir y como decirlo. Le servía de mucho que los kages y daimios bajaran la guardia y, sobre todo, que se hubieran relajado.

Kokoro se dio la vuelta, vio a Kain desnudo, con los brazos detrás de la nuca y mirando hacia ella. Kokoro se acercó mientras sonreía, le beso el pecho y subió por el cuello —¿Qué hora es?— preguntó mientras subía por el cuello a la cara y le besaba la mejilla.

Kain miró la hora en su interfaz visual y dijo —son las siete y media de la tarde—

—Maldito imbécil— dijo Kokoro asustada —¿Por qué no me despertaste?— ella le dio una fuerte palmada, se dio la vuelta y se levantó de la cama. Ella peino el cabello con las manos y busco su ropa con la mirada, pero no la encontraba. Ella miró a Kain en la cama y le preguntó —¿Y mi ropa?—

—En el guardarropas, tranquila ¿Qué pasa?— respondió Kain

—Tenía que revisar la asignación para el turno de la tarde y entregar el turno de la noche. Menos mal que todavía tengo un par de horas— respondió Kokoro

Kain sonrió y le dijo —bueno, para la próxima no te dejes llevar por lo dulce de los tragos—

Kokoro frunció la nariz y negó con la cabeza en un gesto infantil. Ella camino al armario.

Kain se quedó mirando a Kokoro, lo alta y atlética que era. Su trasero era bonito, inflado y redondo. Kain sonrió, se levantó de la cama y camino hacia Kokoro.

Por su parte, Kokoro miró hacia atrás y le dijo —mantén eso lejos de mí, no es momento. Tengo trabajo que hacer y si te pones molesto, me enojare contigo—

Kain camino por detrás de Kokoro, acercó su nariz a los hombros de Kokoro y olió su piel. Kokoro tirito y lo miró hacia atrás como si estuviera molesta, pero con un claro rubor en las mejillas. Kain soltó una risita, la fue rodeando y se apoyó en un mueble a la derecha de Kokoro. Él se cruzó de brazos y miró a Kokoro mientras ella se vestía.

Una vez que Kokoro termino de vestirse, miró a Kain y le preguntó —¿Me veo bien?—

—Claro— dijo Kain, tomo a Kokoro de la mano y la llevo a un espejo de cuerpo completo. Ellos se detuvieron frente al espejo y Kokoro vio su reflejo en el espejo. No le gusto, a pesar de que llevaba la ropa de la policía, se veía igual de salvaje que siempre. Ella esperaba verse un poco más ordenada y elegante, como las otras esposas de Kain.

Kain puso sus manos en las caderas de Kokoro y la giro a la derecha —mira tú perfil, primero el derecho— la giro a la izquierda y continuo —después el izquierdo, vamos, sonríe—

Kokoro lo miró, se ruborizo, pero miró al espejo y sonrió. Le gustaba la sonrisa de Kain que se reflejaba en el espejo. Ella miró a Kain con timidez y le preguntó —¿Me veo bien?—

—Claro, te vez excelente—

—Solo lo dices para que no moleste ¿Verdad?— preguntó Kokoro con cierto nerviosismo

—No— dijo Kain, le dio un beso en la mejilla y le susurro —si pudiera, te quitaría todo esto y haría que te quedaras ¿No lo has pensado por un momento?—

Kokoro quedó mirando a Kain, sobre todo sus ojos. Ella se mordió el labio inferior y le dijo —más tarde, te lo juro. Volveré a las doce de la noche y me quedaré contigo todo lo que quieras, pero tengo que arreglar esto—

—Lo sé, lo sé— dijo Kain con una sonrisa tranquila, acercó sus labios y la beso para que ella se olvidara de su pregunta. Si la persona estaba disconforme con su apariencia, no importa la cantidad de cumplidos, jamás serán suficientes. Kokoro beso a Kain, después lo apartó o sino no se podría contener. Ella se miró al espejo, no le gustaba como se veía, pero al ver la hora en el reloj en su muñeca, soltó un suspiro.

—Me voy— dijo Kokoro y miró a Kain

Kain asintió y le guiño un ojo —que te vaya bien y vuelve luego— dijo

Kokoro asintió, se acercó, le dio un beso y salió de la habitación.

Por su parte, Kain asintió y se fue a vestir. Todavía tenía que conversar con Janet.

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