Mientras Mito y Kazumi llegaban a un entendimiento, Naoko estaba sentada en un sillón, dentro de la sala de estar, en el cuarto piso de un hotel con forma de pagoda en la nación del Hierro.
Naoko nació sin el sentido de la vista, pero el olfato, tacto y oído estaban sumamente desarrollados. Incluso si ella podía ver las auras como su hijo, confiaba más en las cosas que podía tocar, oír y oler.
Por ejemplo, podía oler el aroma a flores recién cortadas en el jarrón de la mesa de centro de la sala de estar. Lo cual le hizo pensar que su carcelero era una persona amable. El sillón en donde ella estaba sentada, frente a la mesa de centro, era una combinación de terciopelo y seda. Ella podía dibujar con la yema de sus dedos los elaborados bordados en los cojines y decir que eran un trabajo minucioso.
El suelo era frio y suave, así que dedujo que era de cerámica. Todo el lugar olía limpio mientras dejaban las ventanas abiertas para que entrara la brisa de la mañana. La mesa del comedor, en la habitación contigua, era del tipo que usaban los civiles, con sillas altas de cuatro patas.
Naoko escucho el sonido de los mecanismos de la manilla de acceso a la habitación e inclino su oído en esa dirección. Sonó el clic del seguro y la puerta se abrió generando un tenue chirrido.
-Permiso, señora- dijo una niña con una voz dulce como la miel
-Adelante, Kiyomi-chan- dijo Naoko con una sonrisa en los labios -¿Nadie te dio problemas?-
-Nadie, señora-datebane-
-Mmm ¿segura?- preguntó Naoko un tanto preocupada -ese datebane dice otra cosa-
-Uuuugghh- dijo la niña al haber sido pillada en la mentira -lo siento, señora-
Naoko soltó un suspiro y dijo -anbu-san-
Al instante siguiente apareció un anbu de la nación de la Tierra con una máscara de demonio -sí- dijo el tipo en voz baja
-¿Quién molesto a Kiyomi-chan?-
-Unos niños por su cabello rojo-
Naoko soltó un suspiro y asintió -gracias, no hay nada que hacerle-
El anbu se desvaneció en el aire y Kiyomi se acercó a Naoko. Esta última escucho sus pequeños pasos y extendió su mano para acariciarle el cabello.
-Seguro Kiyomi-chan es muy bonita y por eso los niños la molestan- dijo Naoko con voz dulce
-Yo quisiera que no me molestaran- respondió la pequeña Kiyomi
Naoko soltó otro suspiro y atrajo a la pequeña Kiyomi hacia ella, la abrazo y le beso el cabello. Hace una semana conoció a esta pequeña defensora de seis años.
Naoko había sido secuestrada como le había indicado su hijo. Ella se puso nerviosa cuando la sacaron de la casa y se preocupó cuando lastimaron a Shiori Aburame, pero el viaje en sí fue tranquilo. La llevaron en brazos durante todo el trayecto, lo que por el movimiento fue algo brusco, pero no duro mucho. De repente la depositaron en el suelo sin decirle nada y la dejaron sola. Por el aroma a humedad y a vegetación podía decir que estaba en un bosque. Naoko escucho muchos sonidos de insectos y animales, pero ninguno se le acercó.
Naoko se sentó en una piedra que parecía haber sido calentada por el sol y espero. Incluso si podía caminar, no tenía como orientarse. Dos horas después de que la secuestraran llegaron otros tipos. Tenían una presencia siniestra, lo que asusto a Naoko, pero al igual que los otros tipos, la tomaron en brazos y la llevaron hacia otro lado.
Una vez que llego a su destino la encerraron en una habitación y le asignaron un anbu. Ella le hizo varias preguntas al anbu, pero nunca le respondió nada a menos que fuera algo sin importancia. No obstante, Naoko se aburrió sola y le preguntó al anbu si podía salir a caminar. No recibió una respuesta de inmediato, pero al otro día le dijeron que estaba bien.
Naoko tuvo que bajar por varias escaleras y ahí se enteró que estaba en un hotel. Por otro lado, cuando salió a la calle escucho el sonido de la muchedumbre y entendió que la habían traído a una ciudad. Las calles eran anchas y la gente la evitaba, lo más probable que fue por la presencia de anbu-san detrás de ella. Naoko pudo oler varios aromas a comida, escuchar gente cantando y otros conversando. Se sentía bien cambiar de ambiente, pensó.
Pasadas unas horas, el anbu le dijo que tenía que hacer algo, solo se ausentaría un minuto, por lo que no tenía nada de qué preocuparse. Naoko asintió con amabilidad, pero el anbu igual la amenazó de muerte si intentaba hacer algo estúpido como escapar. Naoko no se hizo problema y asintió mientras se reía por dentro. La gente pensaba que ella era tonta solo por estar ciega. Naoko había memorizado el camino por el que había avanzado y por el sonido, los comentarios y los aromas, entendió que estaba en una gran ciudad. Un lugar perfecto donde ella se podía ocultarse de un anbu. No le preocupaba la amenaza, porque si la hubieran querido dañar, ya lo hubieran hecho. Además de que, si eso hubiera pasado, ella hubiera sido trasladada a un lugar seguro gracias a la protección de su hijo.
Así que Naoko se empezó a mover, pasando por las calles hasta llegar a los callejones y perdiéndose entre la multitud. Con sus sentidos fue dirigiendo su avance y con su capacidad de ver las auras, alejándose de las malas personas. No obstante, cuando llegó a un lugar lleno de baches, charcos de agua y malos olores, le llamo la atención una pequeña aura intensa. Solo conocía a dos personas con una vitalidad similar, su Kain y Mito. Así que Naoko se acercó a la pequeña aura y le hablo.
-Hola ¿Cómo estás?- preguntó Naoko
Una niña de seis años con el cabello oscuro de tanto barro que tenía en la cabeza levantó su pequeño rostro y quedó mirando a Naoko. Sus ojos se abrieron ante la belleza de Naoko y su boca se abrió formando una O de la sola impresión.
Como Naoko vio fluctuar el aura y expandirse en un gesto de felicidad, le preguntó -¿Qué pasa? ¿Viste algo que te gusto?-
La niña estaba impresionada por la suave y dulce voz de Naoko, pero su estómago respondió en su lugar. Naoko soltó una risita divertida y la niña se sonrojo.
-¿Te gustaría comer algo?- preguntó Naoko
-No, bueno-datebane-
-¿Datebane?-
-No, yo, datebane-
-Si tienes hambre, puedes decírmelo. Digamos que tú te pareces a una amiga mía y por eso quiero compartir lo que tengo. Dime ¿Eres Uzumaki?-
No obstante, la niña soltó un ruido como si se hubiera ahogado y empezó a retroceder.
-¿Adónde vas?- preguntó Naoko al ver la pequeña aura retroceder
Sin embargo, la niña no se detuvo hasta que vio a un grupo de hombres con el torso desnudo venir en su dirección. Se veían casi igual de sucios y pobres que ella. Los conocía, eran gente mala que daba patadas a los niños. Por lo tanto, la niña frunció su pequeño ceño y avanzó hasta la mujer.
Naoko vio a la niña pasar por su lado y la siguió con la mirada. Por alguna razón la niña levantó sus manos formando una T. Naoko se volteó y miró las auras que venían en su dirección, así que entendió lo que estaba haciendo esta pequeña protectora. Naoko sonrió, le puso las manos en los hombros y le dijo -no tienes nada de qué preocuparte-
Sin embargo, la niña al ver a los matones tan cerca, trago saliva y se preguntó como los iba a combatir. Su madre siempre le enseño a proteger a los débiles, pero en estos momentos ella solo era un poco más fuerte que esta mujer ciega detrás de ella. No obstante, antes de que los matones llegaran delante de Naoko, apareció un anbu con mascara de demonio delante de ellos.
Los matones se detuvieron al instante y fruncieron el ceño.
El anbu se dio la vuelta y le mostro la máscara de demonio a la niña, la cual se desmayó. El anbu regaño a Naoko, pero Naoko hizo oídos sordos y le pidió que la condujera al hotel. El anbu la tomo de un brazo, pero Naoko le dijo que la ayudara a cargar a la niña o que la soltara.
Naoko llegó a la niña a su habitación y cuando despertó le dio de comer. Su pequeña salida le costó no volver a pasear, pero ahora tenía a la pequeña Kiyomi para hacerle compañía, quién para su sorpresa, era una real Uzumaki. Por supuesto, Naoko no pudo ver su color de cabello, pero podía decirlo por la intensa aura de vitalidad. Kiyomi era un pequeño sol, tierno, algo delgada por la falta de alimento, pero en un buen estado. Llevaba un mes en las calles de la capital de la nación del Hierro porque alguien capturo a su madre y hermana y se la llevó hacia algún lugar.
Kiyomi recuerda que los tipos molestaron a su madre por su color de cabello, por lo cual, ella se llenó el cabello de barro para que no la reconocieran. Ella aseguro que estaba en una pausa, pero que llevaba días elaborando un plan para vencer a los malos y recuperar a su mamá y hermana.
Volviendo al presente, Kiyomi fue a comprar algunas cosas para comer con dinero que le entrego el anbu que custodiaba a Naoko. Sin embargo, como su cabello estaba limpio ahora, los niños la molestaban por el intenso rojo de los Uzumaki.
-Algún día Kiyomi será la niña más linda del mundo y en vez de molestarte, te elogiaran por tu cabello- dijo Naoko con voz dulce
-Pero, pero, pero- dijo Kiyomi con voz compungida
Naoko solo la abrazo y le dio consuelo. Por alguna razón, ella sentía que cuidar de Kiyomi era como cuidar de una pequeña Mito. Esta última a veces era molesta, pero por lo general, era alguien tan cálida como el sol. Una inigualable amiga, como dicen algunas canciones que mencionan a los miembros del clan Uzumaki.
Al recordar a Mito, Naoko soltó un suspiro y se preguntó cómo estará su amiga.
Después de darle suficiente consuelo a Kiyomi, fueron a comer los dangos que había comprado.
-Fue difícil encontrar dangos- menciono Kiyomi con la boca llena -ya casi no anda gente en la calle y la mayoría de los negocios están cerrados. Oba-san solo me vendió porque dijo que era una niña buena-
-Oh ¿Por qué Kiyomi-chan es una niña buena?- preguntó Naoko detectando una travesura
-Por nada, datebane-
-Datebane, datebane. Si Kiyomi-chan no me dice la verdad guardaré los dangos-
-Uuuugghhh- dijo Kiyomi -le dije a oba-san que le estaba comprando dangos a mi mamá porque estaba enferma y quería hacerla feliz-
Naoko soltó un suspiro y le peino el cabello a Kiyomi -los niños no deben decir mentiras, son feas e impiden que las personas puedan ser amigas-
-Lo siento, señora-
-Está bien mientras lo entiendas, Kiyomi-chan-
Naoko sonrió, le iba a decir algo, pero vio un aura oscura delante de la puerta de acceso a la habitación. Esa persona toco la puerta y Naoko frunció el ceño -adelante- dijo
La puerta se abrió y un hombre de baja estatura entro. Naoko no podía decir mucho de su aspecto, pero su aura emitía una vibra a resentimiento.
-Veo que se están divirtiendo- dijo la voz en un tono despectivo.
-¿Quién sería usted?- preguntó Naoko
-Tu captor- respondió el hombre de baja estatura y cerró la puerta de un portazo, lo cual asusto a Kiyomi-chan y ella se abrazó a Naoko con todas sus fuerzas.
Naoko sonrió con desdén y respondió -por lo usual los captores tienen nombres, a menos que hayas nacido en las cavernas-
El hombre de baja estatura frunció el ceño y respondió con resentimiento -Onoki-
-Bien, Onoki-dono ¿Qué lo trae por acá?-
-Deja de ser tan altanera, mujer, eres la prisionera-
-Bueno- respondió Naoko con una sonrisa audaz -soy una prisionera especial. Puedo ser ciega, pero no soy ignorante, Onoki-dono. A los prisioneros no se les tiene en una habitación de hotel, se les deja salir a pasear o se les da dinero para que compren dangos-
-Es verdad, eres una prisionera especial, pero no pruebes mi paciencia-
-Entonces ¿Qué desea Onoki-dono?- preguntó Naoko en un tono despectivo
Onoki ardió de ira al escucharla tan altanera, pero solo frunció el ceño y recordó el propósito que tendría esta mujer. Ella sería el gancho para hacer caer a Konoha y a toda la nación del Fuego. Un monstruo de diez años que podía vencer a biju por su propia cuenta era algo extraordinario. Podía matarlo en cuanto se lo encontrara y vengarse por lo que le había hecho su padre, pero era mejor educarlo igual que a un perro y darle su utilidad. Sin darse cuenta, Tobirama le había entregado a Iwagakure la llave de su propia destrucción.