Al otro día, como a eso de las cinco de la mañana, Kain estaba en la cama abrazando a Maaya. Los dos dormían revestidos del calor de las frazadas. Eran finales de otoño y ya se empezaba a sentir el frio. Por lo usual, Kain esperaría a que este sea el momento en que venga su despertador. Y porque se menciona que "venga". Porque desde hace varios meses, los tres grandes han tomado la manía de ir al baño por las mañanas. Ellos vienen acompañados de sus madres y le piden a Kain que los lleve al baño. ¿Por qué…? bueno, solo un dios lo sabe. El hecho es que por lo usual, Kain es levantado temprano por las mañanas. Ahora que no escucha nada, le produce un cierto sentido de la inquietud, como cuando el reloj debería marcar las doce, pero la aguja se queda quieta y nunca llega. Así que ante tal preocupación, Kain se levantó de la cama.
-¿Adonde vas, querido?- pregunto Maaya al sentir el movimiento
-Voy a ver a mis despertadores. Ninguno ha venido- respondió Kain
-Bien, apúrate y vuelve-
-Como digas-
Kain le dio un beso en la frente, se puso un pantalón y salió de la habitación. En el amplio corredor que antecedía a la habitación, estaban los tres grandes medio dormidos. Cada una de sus madres los llevaban de la mano. Ellas no tenían un mejor rostro que sus hijos. La peor era Catalina, su pelo formaba una ola que descendía hasta convertirse en un mata de pelo. Victoria y Lilia como siempre estaban presentables.
-Papá, orina- dijo Kain jr
-Papá- dijo Ars
-Papi- dijo Elías
Kain soltó un suspiro, puso una sonrisa y los tomo a los tres. Las mujeres no dijeron mucho, solo se dieron la vuelta y volvieron a sus habitaciones. Kain llevo a los niños al baño y los coloco en sus pélelas. Como el baño era frio, también puso unos pequeños tapetes. Así sus pequeños pies no se enfriarían con la cerámica del piso. Mientras estaban sentados haciendo lo suyo. Cada uno cabeceaba y bostezaba. Kain por otro parte los miraba desde la puerta. Hubo un momento en que tuvo que apresurarse. Elías casi se cae de lado. La grande que hubiera quedado. Elías era quisquilloso y no le gustaba mucho la suciedad. Si se hubiera orinado o manchado hubiera habido un griterío peor que en un velorio.
-Ya papá-
-Ya-
-Papi-
Kain los limpio y los fue a dejar a su habitación. Cada madre recibió a su hijo en su cama. Por otro lado, Kain no iba a volver a acostarse. Hablo con Maaya y le dijo que iría a entrenar.
Una vez que fue al subterráneo, se centró en su entrenamiento. Con las experiencias en Orario, pudo mejorar su técnica un diez por ciento. Cifra algo desalentadora. Con un año de entrenamiento, Skathach lo ayudo a alcanzar la mitad del primer tramo. No obstante, era solo el primer nivel de entrenamiento. Todavía le quedaban dos más. Aparte de eso, le tomo más de dos años llegar a un sesenta por ciento del primer nivel. Era muy lento, y con el tiempo se volvería más lento. Mientras Kain movía sus lanzas y cada estocada cortaba el aire, pensó en todas estas cosas. Soltó un suspiro y miró al reloj en la pared de tierra. "Las nueve de la mañana". Miró su propio cuerpo y noto que estaba cubierto de transpiración. Guardo ambas lanzas en su anillo y salió al primer piso. Hizo su camino hacia el baño y tuvo, una agradable visión. Therese iba saliendo. Llevaba un polera y un pantalón, pero su pelo húmedo le daba un toque erótico, casi tentador.
-Hola- dijo Therese, sus mejillas se ruborizaron
-Hola- respondió Kain con una sonrisa
-Voy, ya termine. Es todo tuyo-
-Gracias-
Therese se fue a su habitación. No llevaba nada de bajo así que sus bien contorneados senos se remarcaban en la polera. Kain trato de ser poco obvio con sus miradas. Pero de mirar, ¡miro!. Asintió varias veces con una sonrisa llena de aprobación. Después se metió en el baño, se desvistió y cuando dejo su ropa en el piso, encontró una tela rosada. Alguien golpeo la puerta con demasiado apuro. Fueron cinco veces consecutivas. Al parecer, alguien necesitaba el baño con mucha urgencia. Kain abrió la puerta, solo iba cubierto por una toalla. La persona con urgencia era Therese, que al verlo semi desnudo, abrió su boca como un pez. Kain sonrió ante esta joven inexperta.
-¿Qué necesitas Therese?- pregunto Kain
-Yo, bueno, sabes- respondió Therese en total nerviosismo -se me quedo algo-
-Oh, ya me imagino que puede ser- Kain camino hasta donde estaba la tela rosa y se la entrego -¿era esto?-
-Sí, lo siento- respondió Therese. Quería meterse en un agujero. Esto estaba sucio, era lo peor que le podía pasar, penso
-No hay problema. Si me pagaran por cada vez que llevo la ropa que dejan tiradas mis esposas, ya sería millonario. Bien, me voy a bañar. Hablamos mas tarde- y cerro la puerta.
Therese quedo mirando la puerta del baño. Penso que había escuchado mal. Que a lo mejor había escuchado lo que quería escuchar. Pero no, había escuchado bien. Penso que era un comienzo. Así que se fue a su habitación de buen animo. Iba en las nubes mientras pensaba en que hacerle de desayuno.
-o-
Una hombre y una mujer iban caminando por las calles de Millishion. A lo largo de la calle, los árboles habían perdido la mayoría de sus hojas. Ahora formaban parte de la hojarasca que cubría el suelo, formando un círculo alrededor de los árboles. El día estaba nublado. Corría un viento helado que provenía de la mar, desde un poco más allá de la sede central de Millis, a unos cinco kilómetros de la costa. El hombre vestía un enorme chaquetón negro que le llegaba hasta las rodillas. Por su parte, la mujer vestía una chaqueta blanca con un gorro. A diferencia del hombre que fácilmente llegaba al metro noventa. La mujer era menuda y baja, no medía más de un metro sesenta. Eran las once de la mañana pero las calles de Millishion estaban casi vacías. Muy en contraste con la primavera o el verano. Por este sector sería difícil de transitar en aquella época. Sin embargo, ahora estaba casi vacío. Se veían algunas personas ejerciendo el comercio ambulante. De alguna manera trataban de ganar la mayor cantidad posible de dinero. Este año no había habido mucha lluvia, y eso era bueno para el trabajo en las calles. Ya cuando empiece a llover o a caer el agua nieve, la gente viajara a su pueblo. Será el momento de guarecerse y esperar a que pase el invierno.
-Señor- dijo una niña que los atajo a mitad de su camino. Iba cubiertas por ropas remendadas. Era muy notorio, ya que los parches eran de diferentes colores y telas. Ella mostro una flor que era más una maleza -¿me compra una flor? Son a un cobre-
-Claro- dijo Kain -si te las compro todas ¿te vas a casa?-
-No puedo- dijo la niña. No parecía tener más de diez años, se veía cansada, pero no deprimida. Incluso puso una sonrisa -este año tengo otro hermanito, así que tengo que ganar mucho-
-Ya veo. Dame todas tus flores-
-Gracias-
-Aquí tienes, una nota, conserva el vuelto-
-G-g-gracias, señor- dijo la niña aturdida
-No hay de que, ten cuidado en la calle-
-Siempre, y gracias de nuevo-. La niña se dio la vuelta y guardo la nota real en su ropa interior. Después ondeo su mano y se fue corriendo.
-Últimamente andan muchas niñas como ella por las calles. Parece que la prosperidad vuelve indulgente a la gente- dijo Therese con un ligero toque de desaprobación. Kain casi pudo jurar que vio el rostro molesto de Claire, su madre.
-Son gente sin educación- respondió Kain -no entienden de cuidarse, ni mucho menos de anticonceptivos. Para empezar dudo que alguno de ellos dejaría de comer y se gastaría lo poco que tiene en anticonceptivos-
-Puede ser. Vamos, estamos a cuatro cuadras-
-Vamos-
Mas al centro de Millishion se empezaron a ver más personas. Mucha gente de vestimenta humilde iba a los grandes almacenes. Algunos iban ya de ida con una caretilla llena con un saco harina y otras cosas. Cualquiera se esperaría que estos hombres de piel curtida por el frio o el calor, vivan por las cercanía, pero no es así. En su gran mayoría viven a las afueras de la ciudad. Vienen con una carretilla y se van con ella cargada.
-Por aquí- dijo Therese al doblar una esquina -ves el edificio de color gris a mitad de la cuadra, el de cuatro pisos. Ahí es-
-Vamos- respondió Kain. El edificio destacaba por sobre las demás construcciones. Se veía demasiado sobrio comparado con las blancas fachadas de los otros edificios.
Therese se estremeció y dijo -a cada paso que nos acercamos a la cede, hace mas frio-
-Es el aire del mar- respondió Kain
-¿Podemos pasar a comprar un vaso de chocolate caliente?-
-Bien, no hay problema. Crucemos la calle, ahí al frente veo un local-
-Vamos- respondió Therese con una sonrisa. Tomo el brazo de Kain y le dijo -tienes que escoltarme-
-Bueno-
Después de eso, siguieron caminando a medida que se tomaban el chocolate caliente. Una pequeña exquisitez, que costaba dos monedas de plata de Millis.
-A esto le hace falta un trozo de torta- dijo Therese fascinada con la deliciosa bebida caliente
-¿Mas dulce?. Si sigues comiendo pasteles vas a engordar- respondió Kain
-Eso no podría ser. No terminare como Catalina-
-Ella solo esta un poco gordita, no es para tanto-
-Es que antes le faltaban diez kilos en el cuerpo. Ahora le sobran-
-Bueno, eso era porque antes no comía bien y bebía como aventurero. Bueno, todavía bebe bastante. Fú, esa mujer-
-¿A salido a beber últimamente?-
-No, pero cuando va a mi habitación, le gusta beber mucho. Espero que no se enferme de algo serio. Ella me dice que es el único momento en donde esta libre. El resto del tiempo tiene que mostrarle a su hijo una buena imagen-
-Eso suena como ella. Aquí es- dijo Therese apuntando al edificio gris de cuatro pisos. El lugar se veía sobrio, sin adornos, como si fuera un rectángulo puesto en vertical.
-No esperaba que un cardenal viviera en…un lugar tan humilde-
-Es alguien con los pies en la tierra, o eso dice mi mamá-
-Bien, subamos-