Mi cabeza latía fuertemente. ¡Sentía como si se partiera en dos! Definitivamente tenía la nariz rota, la sangre goteaba de mis fosas nasales y de mi boca. Había perdido dos o tres dientes por los golpes de mi lobo. Uno de mis ojos se había hinchado completamente y con el único ojo bueno que me quedaba, ¡pude ver a mi lobo correr hacia mí!
Sollocé, me levanté del suelo y con la poca fuerza que me quedaba, me tambaleé ciegamente por los bosques, empujándome a correr. Pero no pude correr mucho, cada extremidad de mi cuerpo estaba rota. Cada paso que daba me causaba dolor. Las lágrimas rodaron por mi mejilla mientras me arrastraba por el bosque buscando un lugar donde esconderme.
No podía obligarme a correr debido a lo mal que estaba herida. Mi lobo parecía saber cuánto daño tenía porque no parecía perseguirme. En cambio, caminó tranquilamente hacia mí, sin molestarse en gastar energía en mí. ¡Estaba muerta de todas formas!
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