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Capítulo 9 Clone Wars Part 2

Capítulo 9 Clone Wars Parte 2

—¿Soy un esclavista? —se preguntó Anakin un par de horas

después, cuando los separatistas, al no tener éxito en su emboscada, habían

desplegado su ejército en serio y pronto vendrían con todo contra ellos.

Los separatistas tenían el espacio y ellos solo habían tenido

una nave furtiva para traer refuerzos y suministros, que ya no estaba allí

porque los recursos de la República eran muy limitados y ya había sido enviada

a otro lugar. Justo ahora, estaban por su cuenta.

Este planeta era un centro industrial y como siempre, no

podían permitir que cayera en manos de los separatistas.

—Maestro, me infiltraré en el territorio enemigo, capturaré a

su líder y la guerra en este lugar habrá terminado —dijo Anakin—. Lo he hecho

decenas de veces cuando alguien cree tenderme una trampa.

—Anakin, tenemos la artillería pesada, tanques y un camino

claro. Además, nuestros suministros son suficientes, no moriremos de hambre por

esperar —explicó Obi-Wan, quien prefería esperar—. También estoy esperando a mi

nuevo Padawan…

Anakin no escuchó nada más después de eso. «Ella está aquí»,

pensó Anakin, y su corazón se aceleró antes de que pudiera desviar su atención

a la Fuerza.

—¿Anakin? —preguntó Obi-Wan.

—Estoy bien. Creo que es mejor esperar los suministros e iré

a ver qué puedo hacer mientras tanto —dijo Anakin, apresurándose a retirarse

para buscar un rincón y meditar.

Ahsoka Tano, la Padawan que estaba a punto de llegar, era el

personaje favorito de Star Wars de Xión, y también su Jedi preferida. Ella

tenía personalidad, al igual que Anakin, pero a diferencia de él, ella enfrentó

y superó todas sus pruebas. Era divertida, humana y accesible, además de ser

una sobreviviente y una cabeza dura. Xión se había enamorado de ella en la

primera temporada de las Guerras Clon, aunque el estilo de animación no le

gustaba y era muy diferente a la realidad. Ella estaba en este planeta y él ni

siquiera lo sabía…

Anakin sacudió la cabeza con fuerza. Él no era Xión, era

Anakin, y no iba a dejar que los sentimientos de un fanático lo dominaran.

Anakin no estaba bien, sus sentimientos eran un desastre.

“Esos ancianos miserables saben que Ahsoka es mi debilidad”, gruñó Anakin en su

mente. Él se preguntaba si la habían enviado allí solo para perturbarlo, pues

él ya había dejado claro que no quería una aprendiz. El hecho de que le

asignaran a Ahsoka y que los sentimientos de Xión estuvieran descontrolados no

ayudaba en nada.

Ese día, hacía ya más de diez años, él perdió todo su

autocontrol al verla, y solo era una bebé. Ni siquiera se dio cuenta de que

había creado un vínculo con ella. Estuvo tan ciego en ese momento que no notó

que Yoda y Yaddle habían usado la Fuerza para darle problemas a Ahsoka y

obligarlo a intervenir. Esos dos troll eran muy siniestros…

Anakin volvió a sacudir la cabeza. En la serie, Ahsoka Tano

estaba diseñada para ser una especie de hija para Anakin, ya que él ya tenía a

Padmé… Su corazón se aceleró al pensar en ella.

«Déjame en paz, una mujer que va a morir si voy tras ella y

me llevará al lado oscuro, y una adolescente, en serio, ¡me estás matando

aquí!», reprendió Anakin a su propio corazón. Si sus células divinas no

estuvieran a decenas de años de asimilar su cuerpo, sospecharía que la lujuria

del Xión ATG lo estaba atacando.

Por otro lado, desde que Xión llegó a este mundo, no había

estado con una mujer. Anakin estaba demasiado ocupado, y deshacerse de sus

deseos había sido demasiado fácil en los últimos años. La Fuerza estaba

demostrando ser muy útil en cosas simples. Quizás no era un poder al nivel de

un dios, pero era muy útil.

Anakin sacudió la cabeza una última vez antes de llegar a su

habitación y ponerse a meditar. Ya ni siquiera sabía quién demonios era, pero

sabía que no tendría paz en un futuro cercano porque sería imposible deshacerse

de estos sentimientos. Estaba enamorado de Padmé, aunque sabía que acabaría

mal. Ni siquiera era una buena idea si ella no fuera una herramienta de

Palpatine para tentarlo. Ellos no eran compatibles.

Si se hablaba de compatibilidad, él y Ahsoka eran almas

gemelas, prácticamente eran el mismo personaje. Ahsoka era alocada, rebelde,

inquieta, impaciente y ansiosa por demostrar su valía. Ellos eran como dos

gotas de agua, por eso eran sus dos personajes favoritos…

Anakin sintió ganas de llorar, y se prometió a sí mismo que

el Consejo pagarían por su sufrimiento en manos de este friki de mierda… «Me

amo a mí mismo», pensó Anakin.

“¡Aaaaaaah!”, chilló Anakin en su mente. “¡Ancianos, me las

van a pagar!”, gritó Anakin en su cabeza, concentrándose en su meditación y

descartando todo a la fuerza, incluso sus propios pensamientos. Ya ni siquiera

quería escucharse a sí mismo. Si seguía haciendo esto, un día de estos

despertaría y ella no sería diferente de otras mujeres para él…

—Es un plan de mierda, todavía no puedo deshacerme de mis

sentimientos por Padmé y ya ha pasado un año desde que me deshice de todos los

sentimientos por ella, pero ella grita, y voy corriendo a menear la cola —se

quejó Anakin en su mente.

—General Skywalker, los suministros han llegado —informó un

soldado. Anakin tragó saliva.

—Solo sé cortés, sigue el protocolo, no hagas locuras,

descarta todo lo que sientas a la fuerza y todo saldrá bien —se aconsejó Anakin

a sí mismo.

Cinco minutos después, se encontró de frente con una

adolescente togruta, algo flacucha, de ojos grandes y que era una Padawan.

Anakin se acercó con calma, examinando cada sentimiento que le llegaba y

descartando a la fuerza todo lo que pareciera inapropiado. La emoción por

conocerla se fue a la fuerza. Ella era hermosa… antes de que siquiera se

formara ese pensamiento, todas las emociones ligadas a él fueron descartadas.

—Anakin, parece que hubo una pequeña confusión y el Consejo

Jedi…

—¿Me asignó una Padawan por error? ¿Aunque fui muy…

extremadamente específico al decir que no quería una Padawan y que renunciaría

a la Orden si me asignaban una? —preguntó Anakin con un suspiro. Obi-Wan

carraspeó.

—Bueno… esto… esto… —balbuceó Obi-Wan.

Anakin negó con la cabeza con pesar y colocó la mano sobre el

hombro de la pequeña togruta, que parecía cada vez más asustada de ser

rechazada.

—Ahsoka Tano, bienvenida a bordo, espero que esto termine

bien para ambos —dijo Anakin con total sinceridad. Él retiró la mano con calma

mientras descartaba un torrente de emociones sin siquiera examinarlas. Luego

miró a Obi-Wan.

—Maestro, usted y el Consejo van a ser mi perdición —dijo

Anakin con un suspiro.

—Anakin, todo estará bien. Lo harás bien —consoló Obi-Wan.

“Bien mi culo, acabas de hacer mi vida muy difícil, no

esperes un regalo de Navidad”, reprendió Anakin en su mente.

—Maestro, ¿cómo supo mi nombre? —preguntó Ahsoka frunciendo

el ceño. Obi-Wan parpadeó, dándose cuenta de que Ahsoka no se había presentado

ante él en ningún momento.

—Ahsoka, a veces la Fuerza me muestra cosas, me dice cosas o

me advierte cosas. Y el hecho de que llegaras a este lugar es algo que ya había

visto —dijo Anakin sin decir toda la verdad, pero todas sus palabras eran

verdaderas. Obi-Wan recuperó la seriedad al instante.

—Anakin, ¿has visto algo malo? —preguntó Obi-Wan, recordando

las visiones del futuro que él había tenido y que se habían cumplido, incluso

el Consejo Jedi ahora lo tomaba en serio por esto. Anakin suspiró y volvió a

colocar su mano sobre el hombro de Ahsoka.

—Ahsoka, como mi Padawan, es necesario que conozcas ciertas

verdades sobre mí —declaró Anakin. Ahsoka se preparó mentalmente para recibir

una noticia trágica. Obi-Wan, que conocía a Anakin mejor que nadie, lo miró de

forma extraña. —Ahsoka, tu maestro es un vago sin oficio al que no le gustan

las responsabilidades —explicó Anakin. Obi-Wan puso los ojos en blanco y Ahsoka

se quedó aturdida. —Así que no importa lo que hayas escuchado por ahí, no te

hagas grandes expectativas de mí o sufrirás una gran decepción.

»Soy un cabeza dura al extremo y el Consejo lo sabe. Incluso

nombraron a Obi-Wan maestro solo por lograr entrenarme y convertirme en un

caballero Jedi aceptable —explicó Anakin con sinceridad. Obi-Wan negó con la

cabeza y también colocó la mano sobre el hombro de Ahsoka.

—Joven Padawan, solo recuerda que hay destinos peores

—consoló Obi-Wan. —Siempre me repetía eso —agregó mientras se marchaba con los

hombros caídos, como si recordara algo traumático. Anakin le sonrió a una

Ahsoka asustada.

—Tranquila, hay muchas ventajas en ser mi Padawan. Soy muy

fuerte y los droides, que son el principal ejército de los separatistas, nunca

han podido hacerme frente. Estarás segura a mi lado y por ahí dicen que la

seguridad es lo más importante —consoló Anakin y quitó su mano del hombro de

Ahsoka. —Ahora sígueme, tenemos que terminar esta batalla —ordenó Anakin y

partió detrás de Obi-Wan para establecer su plan de batalla.

—…Nuestros enemigos son solo unos pocos miles y tenemos la

ventaja del alcance, una vista despejada y un tiro libre. En cuanto nuestras

tropas recuperen el espacio, habremos ganado —explicó Anakin. Obi-Wan hizo una

mueca.

—¿Unos pocos miles? ¿No somos nosotros unos pocos cientos?

—preguntó Obi-Wan.

—Tranquilícese, maestro. Derribaré a los más grandes

—sentenció Anakin, y como si los enemigos lo hubieran escuchado, comenzaron su

marcha hacia ellos.

Las tropas se apresuraron a formarse y sus cañones de

artillería, que eran su ventaja en este lugar, comenzaron a disparar. Anakin

marchó al frente, junto a Ahsoka, quien estaba nerviosa por su presentación

como padawan.

—Ahsoka, derribaré a los grandes. Tú te encargas de las

pequeñas papas fritas que se acerquen a nosotros —explicó Anakin.

Ahsoka parpadeó viendo las filas enemigas de miles de droides

avanzar en formación con tanques y cañones araña entre ellos. Sus refuerzos

estaban a cientos de metros detrás de ellos, y por lo que veía, su maestro

estaba a punto de lanzarse en medio de ellos. Ella iba a protestar, pero Anakin

la tomó de la cintura y saltó al medio de la avenida. Ahsoka pataleó en el aire

y al caer cerró sus ojos con un suspiro, esperando su muerte al ser disparados

por el ejército. Sin embargo, un segundo después seguía viva y sin daños,

mientras el tanque frente al que habían caído volaba en pedazos, arrasando a

las tropas cercanas.

Ahsoka abrió los ojos para ver a decenas de droides

disparándoles, pero los disparos no llegaban hasta ellos porque unas esferas

flotaban a su alrededor formando escudos, tres alrededor de Ahsoka y cinco

alrededor de Anakin. Estas esferas tenían diez centímetros de diámetro y

flotaban a su alrededor. Además, había cuatro esferas al frente que tenían

veinte centímetros de diámetro y habían disparado al tanque haciéndolo volar en

pedazos.

—Ahsoka, esos escudos no son ilimitados. Si no empiezas a

barrer a esos pequeños droides, acabarás quemada por todas partes —advirtió

Anakin, controlando las esferas grandes y concentrando su voluntad y fuerza en

ellas para apuntar a un cañón móvil que avanzaba sobre una plataforma trípode

gigante.

Las esferas dispararon una energía parecida a la de los

sables de luz, y dos patas fueron cortadas con facilidad, haciendo que el cañón

cayera y explotara, mientras sus escudos les protegían de los fragmentos.

Ahsoka, que ya había reaccionado, cortaba droides empleando saltos y golpes de

sable contundentes del estilo Shien, gritando de emoción. Anakin sonrió,

sabiendo que eran muy compatibles, pero sacudió la cabeza con fuerza en su

mente, no podía perder la cabeza en plena batalla.

—¡Maestro, eso es increíble! Es como una extensión de tu

propio cuerpo. Creía que las esferas eran droides. ¿cómo puedes mantener tu

atención en la batalla y contralar estas esferas al mismo tiempo? ¿Cómo es que

no te agotas al desplegar escudos por tanto tiempo? ¿Por qué la potencia de

disparo de las cuatro esferas más grandes es tan abrumadora? ¿Cómo es que

pueden cortar un Tanque como si fuera mantequilla? ¿Cómo pudiste desarmar a ese

batallón de droides?—preguntó Ahsoka sin parar mientras regresaban a su

campamento después de que el ejército droide diera marcha atrás debido al

desastre que ellos habían causado en medio de sus filas.

Los droides apenas entablaron combate con los clones, y sus

pérdidas habían sido masivas, por lo que tuvieron que retirarse. Anakin sonrió,

y Obi-Wan se llevó la mano a la cara con impotencia.

—Esto puede haber sido una mala idea —dijo Obi-Wan.

—Ahsoka, poseo una gran cantidad de Fuerza. Soy el Jedi más

dotado en este aspecto de toda la Orden, por lo que lo uso a mi favor con los

escudos, que en realidad solo son la Fuerza repulsora, no son escudos reales.

En cuanto a la potencia de fuego, es un cañón kiber que yo mismo he diseñado

para aprovechar los cristales kiber que los Sith me han donado este año.

»Ellos son más colaborativos y menos remilgados que el

Consejo, que decretó que cualquiera que me facilitara el acceso a los cristales

kiber sería castigado con severidad —explicó Anakin—. Pero los Sith son buenas

personas. Ellos me han regalado cuatro, con lo que puedo usar las Estrellas de

la Muerte, y en el futuro puede que me hagan más regalos, y te haré tus propias

esferas de la muerte. Aunque el Consejo ha prohibido su uso, a menos que sea

una situación crítica, por lo que tendremos que lanzarnos al centro de la

batalla para que las pruebes —continuó Anakin. Obi-Wan hizo una mueca.

—Si el Consejo no está de acuerdo, ¿por qué lo permiten?

—preguntó Ahsoka con confusión, porque el Consejo era absoluto para ella, y los

Jedi hacían lo que decían.

—Ahsoka, tu maestro tiene influencias políticas. Hay pocas

cosas que el Consejo puede prohibirme hacer en la guerra, pues oficialmente

somos el ejército de la República, y esta guerra es dirigida por el Senado. Por

lo tanto, si consigues el apoyo de la gente adecuada, el alto y poderoso

Consejo Jedi solo puede amenazarte con no hacerte maestro y vetar cualquier

posibilidad de que ocupes un puesto en el Consejo. Y como preferiría sacarme

los dientes con mis propias manos que ser miembro del Consejo, se podría decir

que no tienen nada para presionarme.

»En cuanto a ti, si te preguntan algo, eres mi padawan y solo

obedeces órdenes —explicó Anakin. Ahsoka lo miró con asombro mientras Obi-Wan

seguía haciendo muecas.

—Rex, informe —ordenó Anakin, volviendo a los asuntos de la

guerra.

Un par de horas después, el enemigo volvió a desplegar

tropas, esta vez usando un escudo.

—Esto será interminable —dijo Ahsoka.

—Eso es evidente. Solo son chatarra, a sus generales no les

importa que sean destruidos —dijo Anakin. Obi-Wan suspiró.

—Ve por su general, vigilaré esta posición —dijo Obi-Wan con

abatimiento, cediendo finalmente a su plan.

—Considéralo capturado —sentenció Anakin y miró a Ahsoka.

—Ahsoka, tu maestro te enseñará ahora cómo atacar a un batallón de tanques y

salir indemne —dijo Anakin.

Dos horas después, un cuarto del batallón de tanques enemigos

que protegían a su general fueron destruidos, la mayoría por fuego amigo, y su

general capturado después de que el tanque en el que se refugiaba fuera partido

en dos por un disparo de sus esferas de la muerte.

Al capturar al general enemigo, este desactivó su ejército y

la ciudad fue liberada. Ellos apenas perdieron un par de hombres en toda la

batalla, gracias a que Anakin armaba un alboroto en medio de sus filas para que

estas nunca llegaran a enfrentar a sus tropas acorraladas al final de la

avenida por la que se desplegaban.

—Ahsoka, es hora de entrenar para que ayudes a tu maestro en

el momento de obtener regalos de los Sith. Y ten en cuenta de que soy un

maestro exigente —dijo Anakin. Ahsoka asintió con entusiasmo, a pesar de que

acababan de salir de una batalla.

Anakin la llevó a un almacén vacío y señaló su mochila detrás

de él, que se abrió y liberó ocho esferas pequeñas. Luego, se fragmentó y formó

las cuatro estrellas de la muerte. Anakin envió tres esferas hacia Ahsoka, se

sentó sobre sus piernas y le hizo un gesto para que se sentara frente a él.

Ella se sentó.

—Ahsoka, tu técnica con el sable no es mala, y teniendo en

cuenta tu edad, incluso superas a muchos padawan —alabó Anakin. Ahsoka sacó

pecho y se llenó de orgullo. —Pero la habilidad con el sable no lo es todo para

un Jedi, y veo que también entiendes esto, pues tu control está a la par de tu

habilidad. Como tu maestro, solo puedo aconsejarte que sigas practicando en

estos dos aspectos y sin duda progresarás.

—Aun así, puedo hacer más para que te mantengas a salvo en

esta guerra, y eso haré, enseñándote a controlar estas esferas, que aunque solo

me has visto usarlas para defender, en realidad también pueden usarse para

atacar.

»La otra habilidad que planeo enseñarte te ayudará con tu

técnica de control para las esferas y es la que usé para desarmar a los droides

y sus armas. Pero esta habilidad, a pesar de ser útil, requiere una gran

perseverancia y un control milimétrico de la Fuerza, por lo que no podrás

usarla en el corto plazo. Aun así, mejorará tu control y, sobre todo, la

percepción de tu entorno y de tu propio cuerpo —dijo Anakin, y Ahsoka parpadeó.

—¿Mi cuerpo? —preguntó Ahsoka sin comprender. Anakin asintió

con un suspiro.

—Sí, hay una parte de tu cuerpo que no consideras tuya, por

lo que cuando tus emociones se alteran, pierdes el control sobre ella de forma

desproporcionada. ¿Sabes de qué te estoy hablando? —preguntó Anakin. Ahsoka

abrió mucho los ojos, y él pudo sentir su conmoción.

—Usted es aquel niño… —Ahsoka sacudió la cabeza y lo miró de

arriba abajo.

Anakin descartó todas sus emociones y pensamientos a la Fuerza,

convirtiéndose en una estatua de piedra ante los sentidos de Ahsoka. Él sabía

de qué estaba hablando ella, pero se negó a pensar en ello.

—Maestro, por favor, perdóneme, estoy imaginando cosas y lo

he confundido con alguien más —dijo Ahsoka, que intentó usar el vínculo que una

vez él mismo creó para sentirlo, pero Anakin lo bloqueó por completo. Esta

chica también era una maleducada, como que un niño, él era un anciano.

—Ahsoka, pierdes la concentración con demasiada facilidad,

pero veo que ya sabes algo del tema, por lo que nuestro trabajo será más fácil

—dijo Anakin, y Ahsoka asintió.

—Ahsoka, la cantidad de Jedi que no aceptan la Fuerza como

parte de sí mismos es alarmante, y aquellos que pierden la concentración en la

Fuerza ante el más leve indicio de peligro es preocupante. A veces, basta con

apuntar a un Jedi con un bláster para que, de forma inmediata, se olvide de la

Fuerza y recurra a su sable de luz, olvidando que puede simplemente tomar el

bláster sin nada que se le oponga —explicó Anakin. Ahsoka pensó un segundo y

luego asintió en acuerdo.

Anakin había evitado mencionar el montón de idiotas que

murieron a manos de Grievous en el último año, lanzándose en una envestida

contra un cyborg con reflejos sobrehumanos y, en estado de pánico, siendo

desmembrados al instante, cuando cualquier Jedi sería capaz de lanzar a

Grievous volando por los aires sin ningún esfuerzo, arrebatarle sus sables de

luz y cualquier arma que pudiera usar. Pero al estar asustados, se convencían a

sí mismos de que sus sables eran la mejor opción, cuando en realidad era una herramienta

externa, mientras que la Fuerza siempre había sido parte de ellos.

Incluso los maestros caían en este fallo de lógica, porque en

los recuerdos de Xión, el mismo Obi-Wan que empujaba montones de droides a cada

momento con la Fuerza, convirtiéndolos en chatarra, en los recuerdos de Xión se

enfrentó a Grievous con su sable de luz, dando un espectáculo lamentable, y al

final, tuvo que usar un bláster. Anakin solo podía sentir vergüenza de ver a su

maestro hacer algo así.

—Ahsoka, la mejor forma de que no te olvides de que la Fuerza

es parte de ti al perder la calma es enfrentando el peligro, y para eso, sería

recomendable que te enfrentes a unos treinta soldados clon hasta que puedas

esquivar y detener todos sus disparos.

»Por supuesto, soy tu maestro y nunca sería tan cruel como

para enviar a mi padawan recién llegada a entrenar de esa forma —dijo Anakin.

Ahsoka abrió mucho los ojos y respiró aliviada. Anakin sonrió.

—Ahsoka, primero te enseñaré el método que he desarrollado

para que puedas controlar estas esferas de la misma forma que lo hago yo, sin

agotarte mentalmente al hacer un uso constante de la Fuerza —explicó Anakin

moviendo una de las esferas con su mente. —Primero, esta es la forma más

sencilla de mover las esferas, y es como lo hago en situaciones de emergencia,

cuando el escenario cambia de pronto o necesito cubrir un área que no está

programada. Este método es muy fácil, pero agotador. Solo empujas con la

Fuerza, lo que a alguien con tu nivel de Fuerza y control sobre ella, te dejará

para el arrastre en unos pocos minutos.

»La otra forma de hacerlo es esta —dijo Anakin, y todas las

esferas comenzaron a girar con lentitud a su alrededor. —¿Puedes ver lo que

estoy haciendo? —preguntó Anakin con calma. Ahsoka frunció el ceño, pero cuando

iba a responder, notó algo extraño y se abstuvo de hablar. Anakin esperó con

calma. Era un placer mirar… Anakin descartó esos sentimientos a la fuerza.

—Maestro, usted no está controlando estas esferas —dijo

Ahsoka después de diez minutos de enfocar su concentración al máximo, pero aún

lucía incrédula.

—Sí, si ejerces tu influencia sobre la Fuerza, esta mantendrá

el control por ti siempre que dejes instrucciones. Pero cada vez que cambies

estas instrucciones, agotarás tu fuerza mental, por lo que la efectividad de

estas esferas depende de la experiencia y sentidos del Jedi que las use

—explicó Anakin, y Ahsoka lo miró incrédula.

—Maestro, si esto es cierto, esos escudos… —Ahsoka se quedó

aturdida.

—Así es, los escudos que nos protegieron no pueden estar

activos siempre. Las esferas solo son extensiones; quien activa los escudos

centrados en un área específica soy yo. En cuanto a cómo las esferas cambian de

posición para interceptar los disparos —Anakin levantó la mano y le dio un

pequeño toque a una de las esferas con su dedo. La esfera fue empujada y luego

se movió de forma normal. —En la batalla, ese pequeño toque debe ser hecho por

ti —explicó Anakin, y Ahsoka asintió con solemnidad, comprendiendo que esto no

era nada fácil y sería una habilidad muy difícil de usar.

—Para la segunda habilidad, no tiene caso explicarte ahora,

solo debes entrenar —dijo Anakin, levantando la mano y acercando veinte

pequeños fragmentos de escombros, convirtiéndolos en polvo y luego en cientos

de pequeñas esferas de no más de un milímetro de diámetro.

—A partir de ahora, sostendrás estas pequeñas cosas alrededor

de ti en todo momento, y tu trabajo será evitar que choquen. También tienes

como tarea jugar con ellas y moverlas según la primera explicación. Cuando te

hayas acostumbrado, estarás lista para someterte al entrenamiento de tu

voluntad contra las armas de los soldados —ordenó Anakin. Ahsoka volvió a abrir

mucho los ojos.

—Maestro, el Consejo Jedi… —empezó a decir Ahsoka, pero

Anakin levantó una ceja.

—Les diré que fueron sus órdenes —dijo Ahsoka con pesar.

—Excelente. En cuanto consigamos regalos de los Sith, crearé

Estrellas de la Muerte para ti. Son muy útiles en situaciones de emergencia

—explicó Anakin.

—Maestro, ¿no están contaminados los cristales Sith?

—preguntó Ahsoka.

—Lo están, pero puedo purificarlos en poco tiempo. Sin

embargo, si esta información llega al Consejo y me piden hacer una limpieza de

objetos Sith, te cortaré la lengua. Nuestra respuesta oficial para estos

cristales es que no están contaminados —explicó Anakin. Ahsoka parpadeó.

En la noche, recibieron la llamada del Consejo. La recibieron

en el centro de mando, donde estaban Obi-Wan, Ahsoka y él. Ellos miraron el

holograma del Maestro Yoda y Windu, quienes fijaron la mirada en Ahsoka que

entrenaba con cientos de pequeñas esferas. Windu frunció el ceño, pero no dijo

nada, ya que el entrenamiento de los padawan era asunto de su maestro. Si bien

podían reprender a Anakin, este simplemente los ignoraría, por lo que no tenía

caso que reclamaran.

—Maestro Kenobi, Caballero Skywalker…

Los Maestros les informaron que la flota había retomado el

control del espacio aéreo con facilidad, ya que los separatistas todavía

esperaban un ataque furtivo y sus escudos estaban desgastados. Ahora, el

planeta era suyo. Pero la guerra no había terminado y el Canciller Supremo

tenía otra misión para él y la 501 que comandaba.

La misión era de rescate, ya que el hijo de un Hutt había

sido secuestrado y la República quería usar esto para ganar paso libre por los

territorios de los Hutt. Por supuesto, el mismo Palpatine era el secuestrador,

y ya fuera que la República o los rebeldes ganaran el control de las rutas

Hutt, él ganaría.

Si al final de la guerra los rebeldes ganaban, Palpatine

ganaría. Y si la República ganaba, Palpatine también ganaría. Era una guerra

cuyo propósito era que Palpatine tomara el poder. Anakin se encargaría de

hacerle pagar al viejo miserable cuando le pusiera las manos encima, pero no

podía hacer esto hasta que la guerra terminara.

Anakin y su batallón partieron al lugar donde los espías de

Palpatine decían que estaba el bebé Hutt, un pico en medio de un bosque donde

estaba un viejo monasterio. Anakin suponía que allí estaba Asajj Ventress…

La Fuerza le confirmó la presencia de Ventress, y Anakin ya

podía sentir dónde estaba con exactitud.

—Rex, es una trampa, el bebé está en manos de Dooku —informó

Anakin cuando estaban llegando con algunos tanques de escalada para invadir el

supuesto nido pirata.

—Señor, ¿quién nos ha enviado esa información? —preguntó Rex,

que monitoreaba las comunicaciones, pero no vio nada.

—Espías aliados, la información es confiable, por lo que te

quedarás al mando, mientras yo y mi Padawan nos infiltramos, capturamos al bebé

y nos largamos. Luego simplemente te retiras —explicó Anakin.

—Señor, ¿cómo va… —Las esferas se desplegaron y Anakin tomó a

Ahsoka de la cintura.

Ahsoka parpadeó mientras su maestro la sujetaba de la cintura

y, de forma literal, volaba para ascender la montaña. Ahsoka solo podía

parpadear.

Los Jedi no podían volar, al menos no por sí mismos. Si otro

Jedi los lanzara, era diferente, pero volar por sí mismos era imposible. Se

necesitaba un sostén mientras se usaba la Fuerza. Pero allí estaba ella, sujeta

por la cintura, mientras el Jedi más poderoso que había conocido en toda su

existencia volaba a la cima y además ocultaba su presencia y la de ella,

pasando por el lado de los droides sin que estos repararan en él. Sus

habilidades de infiltración eran absurdas.

Cinco minutos después llegaron a la cima del pico, pero su

maestro no paró allí, sino que fue al techo, abrió un agujero con su sable y

ambos entraron.

—Hay un aprendiz de Sith en este lugar. Búscale y captúrale,

yo iré a asegurar nuestro objetivo —dijo su maestro y desapareció de su lado

difuminándose en las sombras. Ahsoka parpadeó.

—¿Qué? —susurró Ahsoka con incredulidad.

“¿Ella, buscar y capturar a un aprendiz Sith cuando solo

llevaba unos días siendo un Padawan?”

Ahsoka tembló un poco. Su maestro parecía estar tan loco como

decían los rumores… o era tan poderoso que para él, la captura de un aprendiz

Sith era nada, pensó Ahsoka con amargura. Pero no había nada que hacer, la

orden había sido dada, y ella estaba en la guarida del lobo.

Ahsoka se apresuró a buscar una esfera en su mochila. Estas

esferas eran tecnología desarrollada por su maestro y eran una extensión para

el Jedi que las usara. Si su control sobre la Fuerza era bueno, las cosas que

se podían hacer eran increíbles. Por desgracia, Ahsoka solo podía medio

controlar una sin que esto afectara su concentración con el sable. Ahsoka ya lo

había probado con su maestro.

La esfera flotó a su alrededor con una órbita predefinida, y

Ahsoka respiró hondo. Ella liberó sus emociones a la Fuerza, con lo cual se

serenó y afinó sus sentidos a su alrededor. No iba a quedarse sin hacer nada

habiendo un aprendiz Sith por allí.

Ahsoka caminó por los pasillos oscuros, disminuyendo su

presencia en la Fuerza mientras afinaba sus sentidos. Avanzó por el piso

oscuro. Ella estaba en la parte de arriba del templo, el aprendiz Sith debería

estar oculto en el primer o segundo piso, así que tenía tiempo…

—Maestro, los Jedi han llegado, pero parecen haber sufrido

algunos desperfectos —dijo una voz de serpiente que incluso llevaba seseos.

Ahsoka solo podía parpadear ante su mala fortuna.

—¡Tonta! —reprendió una voz grave—. Él ya debería estar allí

en este momento. Saca al bebé. No lograremos nada si ni siquiera sabemos cuándo

lo han tomado —ordenó la voz grave.

—Sí, maestro —dijo la voz seseante.

Ahsoka solo pudo suspirar con resignación y avanzar para

encontrarse con su enemigo, que al revelar ella su presencia, se apresuró a

ponerse en guardia y sacar su sable de luz, por lo que Ahsoka al fin pudo ver

su cara. Era pálida como un cadáver y también tenía un cierto aire de

serpiente, que estaba iluminada por la luz roja y contaminada de un sable de

luz.

—Ah, un pequeño ratoncito se acerca a mi guarida —dijo la

aprendiz Sith.

—Soy Ahsoka Tano, y mi maestro Skywalker me ha ordenado

capturarte. Así que, si te rindes ahora, no habrá necesidad de violencia

—informó Ahsoka.

—¡Skywalker, te mataré! —gruñó la aprendiz Sith con un seseo

de pura furia.

Ahsoka solo pudo atacarla también, pero apenas un minuto

después de entablar el combate, supo que no había forma de que ella capturara a

esta aprendiz Sith, ya que estaban igualadas…

No estaban igualadas, ella era mejor con el sable de luz,

pero Ahsoka estaba usando la esfera de defensa y eso las igualaba, ya que ella

necesitaba menos movimientos defensivos que podía invertir en ataque, igualando

el combate.

—Basura Jedi, pelea de forma honorable —reprendió la aprendiz

Sith, reprochándola por el uso de la esfera defensiva.

Ahsoka ignoró sus tonterías, ya que la aprendiz tenía dos

sables y ella solo uno, y no se estaba quejando. También era mayor que ella y

se veía que tenía más experiencia.

—Basura Jedi, si así lo quieres —dijo Lla aprendiz con un seseo

al tiempo que varios droides avanzaban desde detrás de ella.

Ahsoka sabía que estaba en problemas y adoptó una postura más

defensiva, ya que también era buena en la forma III, el problema era que no

saldría de esta defendiéndose, y con el fuego de apoyo de los droides,

combinado con los ataques de sable de la aprendiz Sith, Ahsoka estaba en

verdaderos problemas, ya que los desvíos de los disparos de los blasters no

derribaban suficientes droides y cada vez tenía que invertir más fuerza en los

escudos de la esfera, y seguir retrocediendo…

La aprendiz Sith no siguió atacando, y los droides dejaron de

disparar. Un segundo después, Ahsoka sintió pasos detrás de ella, y su corazón

se calmó, ya que conocía esos pasos. Fuertes, como si fuera un gigante, y

seguros, como un ejército inamovible.

—¿Intimidando a mi padawan con números, Ventress? —preguntó

su maestro, llegando detrás de ella y poniéndole la mano en el hombro para

atraerla hacia él en gesto protector.

Ahsoka debía aceptar que se habría enojado si cualquier otro

Jedi hiciera eso, ya que no creía necesitar la protección de nadie, ella se

conformaba con su apoyo, pero…

En realidad, este Jedi que estaba a su espalda… Él no

necesitaba ningún apoyo, era demasiado poderoso, era absurdo pensar que pudiera

ser su compañero en la batalla, pensó Ahsoka con abatimiento.

—¡Skywalker! —seseó Ventress. Ahsoka pudo sentir el miedo en

ella.

—Ventress, me alegro de verte, justo le decía a mi Padawan

que cuando recibiera más regalos tuyos, le haría algo especial, así que estoy

feliz de verte —dijo con sinceridad. Él no escondía su alegría por ver a

Ventress, pero esta apagó sus sables y los llevó a su espalda en gesto

protector.

—¡Skywalker! Te mataré un día de estos —dijo Ventress y salió

corriendo, usando a los droides como cobertura.

—Maestro, en realidad no se había marchado —dijo Ahsoka con

algo de alivio, mirando hacia arriba para ver a su maestro dedicarle una mirada

confusa.

—Ahsoka, debo perseguir tus regalos. Cuida de nuestro

objetivo mientras regreso —dijo su maestro y salió disparado cortando por la

mitad a todos los droides del camino que volvieron a disparar, pero fue inútil

contra la embestida de su maestro.

Ahsoka no entendió a qué se refería hasta que se dio la

vuelta y vio a un bebé Hutt arrastrándose en el suelo. «Él realmente me dejó

enfrentarme sola a una aprendiz Sith, no me estaba cuidando», pensó Ahsoka

aturdida al ver al bebé Hutt rescatado por su maestro.

Ahsoka solo pudo recoger al bebé Hutt. Ya no sabía qué

pensar. Sentía que no lograba comprender a su maestro. Él parecía amable, pero

era capaz de amenazarla con cortarle la lengua y también la había dejado en una

situación muy peligrosa sin dudar ni un segundo. Por otro lado, cuando estaban

juntos, él parecía protector, pero de repente se iba sin más.

Era como si ni siquiera él supiera lo que estaba haciendo con

ella… Ahsoka pensó que eso era un absurdo y decidió dejar de pensar tonterías.

Su maestro regresó diez minutos después con una gran sonrisa,

sosteniendo dos cristales en su mano derecha. Ahsoka supuso que había asaltado

a Ventress. Su maestro se acercó y le tendió los cristales, que ya habían sido

purificados y emanaban un extraño sentimiento familiar. Ahsoka frunció el ceño

mirándolos más de cerca…

Su maestro se apresuró a retirar los cristales y su sonrisa

desapareció como por arte de magia, él volvía a estar… no frío, pero sí sereno

y distante. Además, Ahsoka juraría que lo vio dar un respingo cuando ella trató

de examinar los cristales.

Ahsoka debía admitir que se estaba empezando a asustar.

—Ahsoka, te los entregaré cuando las Estrellas de la Muerte

estén terminadas —dijo su maestro—. Ahora tenemos una misión que cumplir.

Sígueme, hay una nave en un pico cercano —dijo su maestro y corrió hacia donde

venían.

Ahsoka corrió detrás de él hasta el agujero por el que

entraron en un principio. Su maestro saltó y ella saltó detrás de él. Luego

corrieron hacia un desfiladero donde su maestro la tomó de la mochila y saltó

para volar a otro lugar cercano.

«Voy a morir», concluyó Ahsoka con certeza absoluta. Su

maestro era un tipo con dos personalidades. Las dos personalidades eran igual

de amables y usaban el mismo tono de voz para hablarle, pero su modo de actuar

hacia ella era completamente diferente.

Como ejemplo estaba esa personalidad protectora que la tomó

por la cintura para subir al monasterio. Ahsoka debía admitir que se sintió

avergonzada, pero también debía admitir que era muy seguro. Luego al llegar, su

maestro se apartó de ella y la personalidad protectora no estaba. Él la envió a

enfrentarse con una aprendiz Sith sin dudar ni un segundo.

Luego la personalidad protectora volvió, y sin importarle

nada, casi la arrulló en sus brazos. Luego fue a buscarle regalos y regresó con

una sonrisa sincera. Un segundo después, esa sonrisa se fue y ella era

arrastrada por su mochila.

Conclusión, su maestro la trataba de dos formas completamente

opuestas. Y Ahsoka estaba segura de que a este tipo que la arrastraba ahora no

le importaba en lo absoluto y un día la enviaría a luchar sola contra un lord

Sith y le cortarían la cabeza, pues a él no le importaba su seguridad. Antes,

tomarla por la cintura era vergonzoso, pero era muy seguro, y había un mundo de

diferencia al llevarla de su mochila, que podría romperse y arrojarla a una

muerte casi segura.

Ahsoka tragó saliva cuando llegaron a donde estaba la nave

que su maestro mencionó y un droide algo asustado salió a recibirlos. Él ni

siquiera miró al droide, solo pasó su sable y le cortó la cabeza con

indiferencia, como quien corta una roca, como el tipo que la tomó del cuello…

Su maestro volteó a mirarla con el ceño fruncido.

—Ahsoka, percibo ansiedad. ¿Qué sucede? —preguntó su maestro.

—Maestro, ¿te he ofendido? Siento que tu trato hacia mí

cambia a algo… Desconsiderado. Eres amable, pero es la amabilidad de quien

trata con una roca —dijo Ahsoka con aprensión.

Su maestro se puso pálido, aunque sus emociones seguían

serenas o quizás ella no podía percibirlas. Aun así, él ya estaba… «descartando

todo sobre mí», entendió Ahsoka incrédula.

—Maestro, si he hecho algo mal, me disculpo. Por favor, no se

deshaga de sus sentimientos hacia mí —dijo Ahsoka, antes de procesar lo que

estaba diciendo. Pero ya era tarde porque su maestro se quedó paralizado, y

ella también se quedó paralizada.

Diez eternos segundos después, su maestro le ofreció una

sonrisa triste.

—Supongo que eso es evidente. Ahsoka, lo siento. En realidad,

ya te conocía antes de verte aquel día —dijo con un suspiro—. Ven, no podemos

quedarnos aquí. Te contaré esto en el camino —dijo y caminó hacia la vieja nave

con los hombros bajos como si se sintiera cansado… o derrotado. Aun así, Ahsoka

no pasó por alto que su mochila metálica se deshizo en cuatro esferas que

volaron y se convirtieron en parte del casco de la nave.

Las esferas más pequeñas se convirtieron en parte de su ropa,

pegándose como si fueran parches. Nada de esto era tecnología, todo fue hecho

con la Fuerza, y Ahsoka lo sintió, pero no podía entender nada.

Ahsoka sacudió la cabeza y se apresuró a seguirlo. La nave

era una basura que apenas podía andar, pero su maestro la puso en

funcionamiento en menos de cinco minutos, a pesar de haber dejado al droide

astromecánico atrás, y pronto abandonaron el planeta para fijar rumbo a

Tatooine. Después de confirmar todo en la nave, su maestro suspiró y la miró a

su lado.

—Maestro, ¿tuviste visiones sobre mí? ¿Por eso no querías un

aprendiz? ¿Haré algo malo? —preguntó Ahsoka con aprensión.

—¡No! —reprendió su maestro—. Tú no has hecho nada malo, tú

eres perfecta —dijo con un suspiro de pesar—. Ahsoka, como te dije antes, ya te

conocía, y sí, por eso no quería padawans, pues sabía que serías asignada a mí,

pero eso no es correcto porque… —su maestro se recostó en su asiento y suspiró.

—Ah, ¡no puedo decir esto! —dijo con evidente frustración—.

Soy un maestro terrible —se quejó.

—No, es un gran maestro. En unos días a su lado, mi habilidad

ya ha logrado igualar a un aprendiz Sith con mucha experiencia —dijo Ahsoka. Él

era algo loco, pero era un maestro increíble—. Maestro, yo lo entiendo. No

tiene que decir nada —dijo Ahsoka. Su maestro se volvió a sentar para mirarla

con el ceño fruncido.

—¿Qué entiendes? —preguntó su maestro.

—Tiene sentimientos de amistad y confianza hacia mí, incluso

se podría decir que de apego, y cree que si los expresa no será apropiado —dijo

Ahsoka. Su maestro parecía sorprendido, y Ahsoka se sintió satisfecha consigo

misma, porque eso significaba que su perspicacia era sobresaliente. Ahsoka

asintió.

—Maestro, es cierto que es algo extraño, y me he sentido algo

avergonzada antes porque ha hecho gestos demasiado cercanos hacia mí, pero no

ha sido inapropiado de ninguna forma, y ahora que lo comprendo, puedo

entenderlo. Yo me siento honrada de que usted sienta esta gran amistad hacia mí

—dijo Ahsoka con sinceridad.

Su maestro le ofreció una sonrisa sincera, la misma que le

ofreció al mostrarle los cristales que había robado para ella. Él levantó su

mano y acarició su rostro para suspirar.

—Eres tan real ahora. En mis recuerdos… No es real. Yo lo

siento, no temas en golpearme si actúo raro y te asusto, haré lo posible por no

agobiarte al confundir un sueño con el mundo real —dijo su maestro con una

tristeza que penetró el corazón de Ahsoka, y ella pudo sentir su dolor, pero no

comprenderlo, porque eso era imposible de hacer ya que ella no había tenido

esta visión. Su maestro apartó la mano, y ella volvió a sentirse segura, pero

no estaba a gusto.