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Prologo

Quince años habían transcurrido desde que Alex se reencarnó en este mundo en donde los Pokémon son reales.

En su vida pasada, Alex había sido un apasionado fan de Pokémon, así que reencarnar en un mundo donde estos existían era como un sueño hecho realidad.

Desde muy pequeño, Alex anhelaba convertirse en un entrenador Pokémon, desafiar gimnasios y explorar vastas regiones en busca de nuevos retos y grandes aventuras.

Por desgracia, igual que en su vida pasada, los sueños de Alex sobre convertirse en un entrenador solo pudieron quedarse como nada más que sueños.

Cuando tenía apenas trece años. Sus abuelos, los únicos familiares que le quedaban, fallecieron en un trágico accidente.

A partir de ese momento, su vida dio un giro inesperado, dejándolo solo con la granja y con los Pokémon que sus abuelos cuidaban.

La granja en la que vivía estaba ubicada en un lugar remoto a varias horas del pueblo más cercano, rodeada de extensos prados y cerca de un bosque misterioso. La naturaleza dominaba el paisaje, y los Pokémon locales eran sus únicos compañeros.

Aunque Alex no tuvo ninguna experiencia como granjero en su vida pasada, en esta nueva vida, sus abuelos le habían enseñado como cuidar la granja ya los Pokémon desde los 7 años, por lo que no tuvo muchos problemas para encargarse de la granja a los 13. años.

Cada día comenzaba con la luz del amanecer filtrándose por las ventanas de su modesta casa. Se levantaba temprano para atender a los cultivos y alimentar a los Pokémon de la granja.

A medida que los años pasaban, Alex se dio cuenta de que, a pesar de no haber buscado esta vida, esta tenía su propia magia. Él había llegado a comprender y apreciar la belleza de la naturaleza que lo rodeaba y la profunda conexión que compartía con los Pokémon.

A pesar de estar lejos del bullicio de la ciudad y de los gimnasios Pokémon, Alex había encontrado un propósito en la vida tranquila que había abrazado. En su aislamiento, se había convertido en un granjero excepcional y un entrenador ocasional.