La vida de Rain Clayton da un giro salvaje cuando destroza el coche de su novio infiel, solo para descubrir que no era suyo: pertenecía a un extraño. Para empeorar las cosas, descubre accidentalmente que está casada con este extraño, nada menos que Alexander Lancaster, el recluso Vicepresidente y Director Ejecutivo del poderoso Grupo Lancaster. Criada en una familia que la maltrató y ahora presionada por su padre para casarse con el hijo psicópata del alcalde, Rain ve este matrimonio sorpresa como una bendición disfrazada. Después de años de sufrimiento, parece que los cielos finalmente han tenido piedad de ella, regalándole un esposo multimillonario guapo, un hombre despiadado con sus enemigos y exactamente lo que necesita para escapar de las garras de su familia. Pero hay un problema importante: Alexander quiere un divorcio inmediato. Determinada a mantenerlo, Rain hace un trato para extender su matrimonio, bajo sus condiciones. Ahora todo lo que tiene que hacer es convencerlo de que la mantenga para siempre... Unas semanas pasaron desde su matrimonio sorpresa... —¿Qué estás haciendo? —exclamó Rain, con los ojos muy abiertos mientras observaba a Alexander trepar a su cama. —Cumpliendo los deberes maritales —respondió él con una sonrisa casual. —¡No puedes dormir aquí! ¡Está en contra de nuestro contrato! —No lo estoy rompiendo —dijo Alexander encogiéndose de hombros—. El contrato especifica que cumplirás todos los deberes de esposa, excepto compartir mi cama. No dice nada sobre que yo no pueda cumplir los deberes maritales, incluido compartir tu cama. La situación había cambiado, y parecía que ya no era la única en control...
Se dirigían al oeste de Ciudad Meta, y Rain podía decir hacia dónde se dirigían, al ver la vista del icónico volcán Monte Rion desde la ventana de su coche. Sonrió porque nunca había estado en esta parte, pero había oído hablar de lo relajante que era Malibú. Era un pueblo montañoso conocido por sus resorts de aguas termales.
Fue un viaje de dos horas, y Rain jadeó cuando Alejandro la llevó a una joya escondida en lo alto de las montañas, con una gran vista de la belleza serena y apartada de Malibú.
La exuberante vegetación, con árboles altísimos susurrando en la brisa montañosa y el ocasional destello de luz solar filtrándose, era suficientemente relajante.
—Esto es hermoso —murmuró Rain, apretando suavemente la mano de Alejandro.
—Reservé una suite privada para nosotros esta noche —dijo él con una sonrisa suave—. Aunque, podemos extender nuestra estancia si te gustaría.
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