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Sombras de la gran guerra

En medio del caos y la devastación de la Primera Guerra Mundial, una oscura trama se teje en las sombras, alimentada por antiguos secretos y misterios ancestrales que despiertan en las penumbras del conflicto global. En "La Sombra de la Guerra", nos sumergimos en un mundo donde la brutalidad de la guerra se entrelaza con el misticismo y la magia olvidada. La historia sigue los pasos de Alexander, un joven austrohúngaro cuyos ojos verdes oliváceos brillan con determinación mientras se aventura en un territorio desconocido, desafiando no solo a los enemigos humanos en el frente, sino también a fuerzas más allá de la comprensión humana. A medida que la guerra desgarra naciones enteras y deja cicatrices en el continente europeo, Alexander se ve envuelto en una búsqueda de respuestas que lo lleva a descubrir un universo de secretos antiguos y poderes arcanos. Antiguos pergaminos y objetos perdidos hablan de un poder antiguo oculto bajo el manto de la realidad, mientras que leyendas olvidadas cobran vida, revelando un orbe de magia y misterio que se entrelaza con la brutalidad de la guerra moderna. Pero la delgada línea entre la realidad y el ensueño se vuelve cada vez más borrosa para Alexander, quien se encuentra enredado en una maraña de sucesos que trascienden su entendimiento. En este mundo convulso, donde la guerra y el misticismo convergen en una danza mortal, Alexander se enfrenta a desafíos que pondrán a prueba su coraje y su voluntad. Sin embargo, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza brilla con intensidad, guiándolo hacia un destino incierto pero lleno de promesas. En "La Sombra de la Guerra", la búsqueda de la verdad se convierte en una carrera contra el tiempo, mientras Alexander lucha por desentrañar los secretos que amenazan con desatar una oscuridad inescrutable sobre el mundo.

AurelianoM · Action
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Capitulo XVI. La noche de media luna

Las sombras del crepúsculo se extendían sobre la ciudad de Łódź, mientras el viento helado aullaba entre los estrechos callejones adoquinados, arrastrando consigo hojas secas y polvo. La Capilla de Scheibler, un antiguo refugio de devoción y paz espiritual, se alzaba majestuosa y solitaria contra el cielo oscurecido, como un faro de esperanza en medio de la desolación. Sus torres de piedra, imponentes, se elevaban hacia el firmamento, a modo de guardianes silenciosos de la fe y las promesas olvidadas.

En el interior de la capilla, los vitrales centelleaban con los últimos destellos del día, sus colores vibrantes y sus diseños intrincados lanzando patrones de luz que bailaban en las paredes desgastadas por el tiempo. La atmósfera era serena, imbuida de una quietud solemne que invitaba a la reflexión y la contemplación.

Sin embargo, la paz de la capilla se vio brutalmente interrumpida cuando los primeros rayos de la luna se filtraron por los vitrales, iluminando una escena macabra en el altar principal. Allí, tendida sobre el mármol pulido, yacía la víctima del asesino, una mujer de edad mediana cuyo rostro plasmaba una completa tranquilidad y no la mueca de horror de los casos anteriores.

El cuerpo de la mujer estaba dispuesto de una manera grotesca y perturbadora, sus extremidades extendidas en ángulos antinaturales que evocaban una sensación de horror visceral. Sus ropas estaban rasgadas y manchadas de sangre, y su piel pálida brillaba con un tono fantasmal bajo la luz de la luna.

Pero lo más escalofriante de todo era la disposición de los brazos y las piernas de la víctima, que formaban un patrón siniestro en el suelo de la capilla. Con un estremecimiento de horror, los investigadores se dieron cuenta de que el cuerpo había sido colocado de manera deliberada para recrear un símbolo que asemejaba una media luna, no era el mismo emblema que había aparecido en escenas de crímenes anteriores.

Los vitrales, cuyos diseños religiosos habían traído consuelo a generaciones de fieles, ahora proyectaban sombras distorsionadas sobre la escena del crimen, creando una atmósfera de inquietante malevolencia. Los colores brillantes de las imágenes sagradas parecían desvanecerse bajo la luz lunar, sus formas distorsionadas y retorcidas por la oscuridad que se cernía sobre la capilla.

Los investigadores se movieron con cuidado entre los bancos de madera desgastados, sus pasos resonando en el silencio sepulcral de la capilla. Cada detalle de la escena del crimen fue registrado meticulosamente, desde la posición precisa del cuerpo hasta las marcas de violencia que adornaban su piel.

En el interior de la capilla, el aire estaba lleno de una tensión palpable, una sensación de malestar que se aferraba a los investigadores como una sombra efímera. La presencia del asesino se sentía en cada rincón oscuro y en cada sombra temblorosa, una sombra acechante que parecía siempre un paso por delante de quienes buscaban poner fin a su reinado de terror.

Las horas se sucedían en lo más profundo de la noche mientras los investigadores, desorientados y exhaustos, se aferraban a su labor incansable, decididos a dar con el responsable de las atrocidades que habían mancillado la sagrada tranquilidad de la capilla. Sin embargo, aun en medio de la oscuridad, presentían que el mal acechaba en las sombras, preparándose para desatar el caos y la destrucción de nuevo en cuanto tuviera la oportunidad.

Con cada nuevo cadáver descubierto, la paranoia se intensificaba, alimentada por el misterio que rodeaba a los crímenes y la aparente falta de pistas que pudieran conducir a la captura del asesino.

En los sombríos rincones de las tabernas y los salones de té, los rumores se extendían como una plaga, alimentando teorías conspirativas y alimentando el fuego del miedo. Algunos susurraban que era obra de espías rusos, infiltrados en la ciudad para sembrar el caos y la discordia en nombre de su patria distante. Otros, más supersticiosos, murmuraban sobre la posibilidad de que el espíritu de Januz acechara entre las sombras de Łódź y les mandara mensaje de lo que la guerra le traería al pueblo. Los habitantes de la ciudad se ponían nerviosos y paranoicos, cada nuevo rumor les hacía temblar de miedo y les llevaba a creer en lo más absurdo.

Pero la paranoia no se detenía ahí. Con el aumento de los asesinatos, también surgieron acusaciones infundadas y prejuicios desenfrenados. Algunos señalaban con el dedo a la comunidad judía, acusándola de conspirar en la oscuridad para llevar a cabo rituales oscuros y sanguinarios. Otros miraban con desconfianza a los viejos polacos, temerosos de que fueran cómplices en los crímenes o, peor aún, que fueran ellos mismos los perpetradores.

En los hogares de Łódź, las puertas se cerraban con llave y las ventanas se aseguraban con tablas, en un intento desesperado por protegerse del peligro que acechaba en las sombras de la noche. Las madres abrazaban a sus hijos con fuerza, susurrando oraciones de protección en medio del silencio que envolvía la ciudad. Los hombres se armaban, dispuestos a defender a sus familias y sus hogares contra cualquier amenaza que pudiera surgir.

En los salones de la alta sociedad, las conversaciones giraban en torno a los asesinatos, cada uno tratando de ofrecer una explicación plausible para los crímenes que habían sacudido la ciudad hasta sus cimientos. Algunos sugerían que era obra de un asesino en serie, un depredador que se deleitaba en la caza de sus víctimas y que se burlaba de la policía con su astucia y habilidad para eludir la captura. Otros creían que era un acto de venganza, un ajuste de cuentas entre enemigos desconocidos que habían llevado su disputa a las calles de Łódź.

Tomás, ya agotado y angustiado por la desaparición de su hermano, se dirige a la capilla. Al llegar, la sorpresa que lo espera es mayor de lo que imaginaba, pues el patrón del crimen es distinto a los asesinatos anteriores. No logra reconocer a la víctima, quien no parece ser del lugar ni de los alrededores. En lo más profundo de su ser, vuelve a agradecer que no se trate de su hermano. La apariencia de la joven fallecida es la de alguien que apenas alcanzaba los 16 años.

Tomasz es aparentemente el primero en llegar al lugar del crimen, siguiendo la ruta de los asesinatos anteriores, no puede evitar ver las similitudes con las otras víctimas. La chica, cuyo rostro es familiar, no parece ser de Łódź, y su edad sugiere que no es una trabajadora de la fábrica local, ni una de las personas que debería estar en ese lugar.

Tomasz abre su libreta y comienza a dibujar el patrón de las marcas del asesinato. Las rayas que se cruzan sobre la garganta son idénticas a las marcas de los anteriores casos. Algunos detalles son diferentes, como el color de la sangre, la textura de las marcas y la posición exacta de las rayas, pero el patrón básico es el mismo.

Tomasz se detiene por unos momentos y mira alrededor. No puede ver ningún signo de la presencia del asesino, no hay sangre en los muebles, ni rastro de piedras o objetos que pudieran sugerir una pelea o una lucha. Algo indica que el asesino ha ido hacia otra parte, pero no puede descubrir dónde.

Al recopilar toda la información pertinente, Tomasz vuelve a la comisaría de policía, dejando al equipo de investigación en la escena del crimen. Su intención es dedicar tiempo a examinar el nuevo patrón y determinar si existe alguna manera de vincularlo con los delitos previos.

Tomasz abre cuidadosamente su desgastada libreta, hojeando las páginas llenas de anotaciones y dibujos. Vuelve a revisar el patrón de las marcas que ha ido recopilando, siguiendo meticulosamente la ruta de los asesinatos anteriores. Ahora, con el patrón básico delineado ante sus ojos, puede ver claramente que hay una conexión entre las víctimas. Todos son jóvenes, de la misma edad aproximadamente, y todos fueron colocados en una posición que representa un símbolo. Este descubrimiento lo inquieta, pero al mismo tiempo, le proporciona una nueva pista para seguir en la investigación.

Se sentó en su escritorio, con la luz de la lámpara clara iluminando su libreta. Sus ojos se fijaron en los dibujos que había hecho, analizando cada detalle con atención. Los símbolos que había creado en los asesinatos parecían reflejar una de las creencias de los habitantes de Łódź, pero no podía identificar cuál era exactamente.

El primer asesinato había presentado un símbolo enigmático, una estrella invertida, que Tomasz Nowak, reconocía comúnmente en las cartas de tarot y antiguos textos esotéricos. En el contexto de ciertas tradiciones ocultistas, una estrella invertida puede ser vista como un símbolo del mal o del satanismo, representando el rechazo de valores religiosos tradicionales y a menudo se utiliza en rituales o prácticas que se consideran contrarias a las normas sociales establecidas. Tomasz se encontraba profundamente preocupado por este descubrimiento, ya que podría indicar una serie de crímenes relacionados con prácticas oscuras y peligrosas.

En el escritorio de Alexander, las notas y dibujos de Tomasz sobre el símbolo y sus posibles interpretaciones estaban diseminados mientras él reflexionaba sobre la posible conexión entre las víctimas y estas prácticas ocultas. Tomasz había advertido a Alexander sobre la naturaleza peligrosa de investigar estos crímenes, pero el joven, con su insaciable curiosidad y determinación, se sentía obligado a seguir adelante y descubrir la verdad detrás de los asesinatos.

Tomasz se sumergió en los detalles del segundo asesinato, el del soldado crucificado, una imagen que se le grabó en la mente desde el momento en que lo vio. La escena era espeluznante, casi sacrílega, y el símbolo que representaba era aún más perturbador. A diferencia de la estrella invertida del primer asesinato, este símbolo parecía una cruz, pero algo en su forma y posición le decía a Tomasz que no era una representación religiosa convencional.

Se sentó en su escritorio, rodeado de notas y dibujos, tratando de encontrar una explicación lógica. La víctima era un soldado, un hecho que no podía ser una coincidencia. ¿Podría el asesino estar tratando de enviar un mensaje sobre la guerra, o tal vez sobre la fe y la religión? Tomasz sabía que tenía que profundizar más en el simbolismo de la cruz para encontrar respuestas.

Recordó las palabras de su hermano Alexander, quien había estudiado historia y simbología en la universidad. Alexander había mencionado una vez que la cruz había sido utilizada en varias culturas y religiones, no solo en el cristianismo. En algunas tradiciones, la cruz representaba los cuatro elementos o los cuatro puntos cardinales. En otras, era un símbolo de sacrificio y resurrección. Pero ninguna de estas interpretaciones parecía encajar con la escena del crimen.

Tomasz decidió volver a visitar la escena del segundo asesinato. Caminó por las calles de Łódź, sintiendo el frío del invierno en sus huesos. Cuando llegó al cementerio judío, se detuvo un momento, observando el lugar donde habían encontrado al soldado. La cruz había desaparecido, pero Tomasz podía verla en su mente, clavada en el suelo, con el cuerpo del soldado colgando de ella.

Se acercó al lugar exacto donde había estado la cruz y se arrodilló para examinar el suelo. Notó algo extraño en la tierra, una marca que no había visto antes. Era una línea recta, casi imperceptible, que se extendía desde el lugar donde había estado la cruz hasta una cripta cercana. Tomasz siguió la línea con la mirada y se dio cuenta de que la cripta tenia una marca similar, una línea recta que se extendía desde su tronco hasta la cruz.

Tomasz se puso de pie, sintiendo un escalofrío que recorría su espalda. Tenía que hablar con Alexander, tenía que descubrir más sobre este símbolo y su posible conexión con los asesinatos.

El tercer asesinato había mostrado un símbolo pagano, un sol naciente. Tomasz pensó en las antiguas creencias de los gitanos, que adoraban al sol como un dios. Pero también pensó en las creencias de los judíos, que veneraban al sol como un símbolo de la vida y la luz.

Tomasz, sumido en la confusión y la intriga, se dedicó a investigar más a fondo la conexión entre el símbolo del sol y las cartas del tarot. Había escuchado a uno de sus compañeros mencionar que el sol simbolizaba la alegría, la vitalidad y la iluminación, pero no lograba comprender cómo encajaba eso en el contexto del asesinato. Decidido a encontrar respuestas, se sumergió en los libros y las notas que había recopilado durante su investigación.

Mientras hojeaba las páginas de un viejo libro sobre simbología, Tomasz se topó con una sección dedicada a las cartas del tarot. Recordó que su compañero le había hablado de los cuatro palos principales: Copas, Espadas, Bastos y Oros. Cada uno de ellos representaba un aspecto diferente de la vida y la experiencia humana. Tomasz se preguntó si el asesino podría haberse inspirado en estos símbolos para llevar a cabo sus crímenes.

Se adentró en el estudio de los palos del tarot, descubriendo que las Copas estaban relacionadas con las emociones y los sentimientos, mientras que las Espadas simbolizaban el pensamiento y la acción. Los Bastos representaban la creatividad y la pasión, y los Oros se asociaban con la riqueza y la estabilidad material. Sin embargo, aún no veía cómo el sol encajaba en todo esto.

Mateusz, le sugirió que considerara la posibilidad de que el sol no fuera un símbolo aislado, sino parte de un conjunto más amplio. Le recordó que en el tarot, el sol era una de las cartas mayores, y que a menudo se relacionaba con otros arcanos en una lectura. Esta idea hizo que Tomasz se planteara la posibilidad de que el asesino estuviera utilizando no uno, sino varios símbolos del tarot en sus crímenes.

Con esta nueva perspectiva en mente, Tomasz volvió a examinar las escenas de los crímenes y los símbolos que había encontrado en ellas. Comenzó a ver patrones y conexiones que antes le habían pasado desapercibidos. El sol, la estrella invertida, la cruz... ¿Podrían ser todas estas imágenes parte de un mismo mensaje, un código que el asesino estaba tratando de transmitir?

Tomasz se sintió abrumado por la cantidad de información que había descubierto, pero al mismo tiempo, se sentía más cerca que nunca de resolver el misterio. Sabía que aún le quedaba mucho por aprender sobre el tarot y sus símbolos, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para descifrar el código del asesino y poner fin a su reinado de terror.

Tras el cuarto crimen, un símbolo de una media luna, había sido revelado. Tomasz era consciente de la existencia de una modesta comunidad musulmana en Łódź, pero no creía que los asesinatos estuvieran vinculados con ellos. Esta nueva pista reforzaba su teoría sobre el tarot como clave del misterio.

Tomasz, con la frente arrugada por la preocupación, se acercó a Mateusz, quien estaba sentado en su escritorio, sumergido en una maraña de libros y notas. La confusión reinaba en su mente, pues el último símbolo hallado en la escena del crimen no encajaba con las teorías que había estado desarrollando.

Mateusz - dijo Tomasz, interrumpiendo el silencio que reinaba en la habitación -, necesito tu ayuda con algo.

Mateusz levantó la vista de sus libros y miró a Tomasz con curiosidad, adivinando la gravedad de la situación en la expresión de su amigo.

El último símbolo hallado en la escena del crimen - explicó Tomasz, mostrando a Mateusz un dibujo del símbolo en cuestión -. Se trata de una media luna, pero no logro encontrar una conexión clara con el tarot.

Mateusz tomó el dibujo y lo examinó con detenimiento, frunciendo el ceño mientras intentaba recordar alguna referencia a una media luna en el tarot. Después de unos momentos de silencio, negó con la cabeza.

Lo siento, Tomasz, pero en el tarot no hay una imagen de media luna - dijo Mateusz, devolviendo el dibujo a Tomasz -. Solo hay una carta que representa a la luna completa.

Tomasz suspiró, sintiendo cómo sus esperanzas de encontrar una pista sólida se desvanecían. El tarot había sido su línea de investigación, y ahora que se había topado con un callejón sin salida, no sabía cómo continuar.

¿Estás seguro de que no hay ninguna conexión? - preguntó Tomasz, con un hilo de esperanza en la voz.

Mateusz asintió, mirando a Tomasz con compasión.

Lo siento, amigo, pero no veo cómo podría encajar una media luna en el contexto del tarot - respondió Mateusz, con sinceridad -. Quizás deberías considerar otras posibilidades.

Tomasz asintió, aunque con cierta resistencia. Había invertido tanto tiempo y esfuerzo en la teoría del tarot que le costaba aceptar que podría estar equivocado. Sin embargo, sabía que tenía que seguir adelante y explorar otras pistas si quería resolver el misterio de los asesinatos.

Tomasz se sentía confundido. No podía identificar una creencia específica que se repetía en todos los asesinatos. Pero sintió que había algo en común entre los símbolos, algo que podría ser clave para descubrir la identidad del asesino.

Tomasz decidió investigar más sobre las creencias de los habitantes de Łódź. Quería encontrar algún patrón, alguna conexión entre las creencias y los asesinatos.

Los símbolos que había creado en los asesinatos eran, en realidad, símbolos de las creencias judeo-cristianas.

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Tomasz Nowak se detuvo brevemente, sintiendo el agobiante peso de la responsabilidad sobre sus hombros mientras recordaba mentalmente los terrores que habían azotado a Łódź durante las últimas semanas. "Contamos con cuatro homicidios", inició, su voz grave retumbando en el recinto de reuniones. "El primer asesinato, en la fábrica de tejidos, donde el cadáver fue colocado en forma de estrella. Posteriormente, el cuerpo del soldado ruso crucificado en el cementerio judío. Más tarde, los cuerpos hallados en la estación de tren. Y ahora, este último caso, una mujer en la Capilla de Scheibler, con su cuerpo formando la figura de una media luna." Sus dichos llenaron la habitación con un silencio lleno de solemnidad, cada figura macabra provocando una sensación de horror y desesperación en el corazón de todos los presentes.

Mientras repasaba las notas de las víctimas y los informes, una perturbadora verdad comenzó a emerger ante sus ojos. Todos los asesinatos tenían un denominador común: iniciaron con la ocupación alemana.

El silencio tenso llenó la sala cuando un oficial se acercó a Tomasz Nowak con una expresión grave y le entregó un sobre. Tomasz observó al oficial con nerviosismo, preguntándose qué noticias traía.

El oficial le informó en voz baja: "Creemos que tenemos una pista sobre tu hermano, Tomasz. Una de nuestras fuentes nos ha indicado que Alexander podría estar retenido en la casa de Janusz Kowalski, donde el Dr. Von Braun y la élite alemana están actualmente residiendo".

El corazón de Tomasz dio un vuelco en su pecho al escuchar estas palabras. La idea de su hermano siendo retenido en un lugar tan imponente y con figuras tan influyentes como el Dr. Von Braun y la elite alemana lo llenaba de una mezcla de esperanza y temor.

"¿Estás seguro de que sabes dónde está la casa?" afirmó Tomasz, luchando por controlar la emoción en su voz.

"Está en las afueras de la ciudad, cerca del bosque de Łódź", respondió el oficial. "El equipo está en camino para investigar la situación. Necesitamos confirmar si realmente es tu hermano quien está allí".

Tomasz asintió, su mente girando con posibilidades y temores mientras absorbía la información. Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados mientras su hermano estuviera en peligro. Con determinación en su corazón, se levantó de su asiento.

El oficial asintió, reconociendo la determinación en la mirada de Tomasz. Juntos, se dirigieron hacia la casa de Janusz Kowalski, con el corazón de Tomasz latiendo con la esperanza de encontrar a su hermano sano y salvo, pero también con el temor de lo que podrían descubrir en las sombras de esa mansión imponente.

Janusz Kowalski y sus misteriosos invitados también cobraron una nueva relevancia en su mente. Siempre presentes en los eventos sociales de la ciudad, su presencia parecía estar envuelta en un aura de sospecha. ¿Qué papel podrían haber jugado en los terribles crímenes que ahora acechaban a Łódź? ¿Eran simples espectadores o estaban más involucrados de lo que aparentaban?

Mientras tanto, la ocupación alemana seguía ejerciendo su influencia sobre la vida cotidiana de Łódź. Las calles estaban llenas de soldados patrullando, los negocios cerraban sus puertas temprano y la gente vivía con miedo en sus corazones. La presión y la incertidumbre colgaban en el aire, alimentando la paranoia y la desconfianza entre la población.

Con cada nueva pieza del rompecabezas que ensambla, Tomasz sentía que se acercaba un paso más a la verdad detrás de los horrores que habían asolado a su ciudad. La ocupación alemana, con su opresión y crueldad, se había convertido en el telón de fondo ominoso de los oscuros eventos que ahora se desenvolvían en las calles de Łódź. Y en medio de todo eso, Janusz Kowalski y sus enigmáticos invitados seguían siendo una presencia inquietante, como sombras alargadas que se deslizaban en las esquinas de su mente.

Con el corazón acelerado por la emoción y la intriga, Tomasz comenzó a conectar los puntos, buscando un significado más profundo detrás de los crímenes. Recordó las descripciones de los cuerpos dispuestos en formas que recordaban a los símbolos de la media luna, la estrella de David, la cruz cristiana y el símbolo gitano, y una teoría comenzó a tomar forma en su mente.

Los símbolos, reflexionó Tomasz, no eran meras alusiones religiosas, sino más bien representaciones de los cuatro jinetes del Apocalipsis: la muerte, la guerra, el hambre y la peste. Cada uno de los asesinatos, con su macabra disposición de los cuerpos y su perturbador simbolismo, parecía coincidir con uno de los jinetes, como si el asesino estuviera intentando emular los eventos catastróficos descritos en las escrituras sagradas. Cada escena del crimen era una réplica de los desastres bíblicos, una puesta en escena que parecía sacada directamente de las páginas del Apocalipsis. Y en el centro de todo, Tomasz no podía evitar sentir que la figura de Janusz Kowalski y sus enigmáticos invitados tenían algo que ver con todo esto.

Mientras observaba las descripciones de los cuerpos dispuestos en formas que recordaban a los símbolos de la media luna, la estrella de David, la cruz cristiana y el símbolo gitano, Tomasz no podía sacudirse la sensación de que estaban tratando de decirle algo. ¿Podría ser que cada símbolo representara a una víctima específica, o tal vez a un grupo de personas? ¿O quizás fueran una advertencia de eventos aún más catastróficos por venir? Una teoría comenzó a tomar forma en su mente, una que conectaba todos los puntos y sugería un propósito más siniestro detrás de los crímenes.

El susurro de las hojas se mecía en la brisa nocturna mientras Tomasz y el oficial se acercaban cautelosamente a la imponente casa de Janusz Kowalski. Observaron desde la distancia, notando la seguridad fortificada que rodeaba la propiedad. Luces intermitentes de seguridad parpadeaban en las esquinas de la casa, mientras que sombras oscuras patrullaban los jardines.

"Es imposible entrar sin ser detectados", murmuró el oficial, frunciendo el ceño mientras evaluaba la situación.

Tomasz asintió, sintiendo la frustración crecer en su pecho. Sabía que necesitaban encontrar una manera de infiltrarse en la casa si querían confirmar si Alexander estaba allí.

Justo cuando la desesperación comenzaba a apoderarse de ellos, una voz suave y familiar los interrumpió. "¿Necesitan ayuda para entrar?" preguntó Sophia, emergiendo de las sombras con una expresión decidida en su rostro.

Tomasz se sorprendió al ver a Sophia allí, pero rápidamente recuperó su compostura. "¿Cómo llegaste aquí?" preguntó, su tono mezcla de incredulidad y esperanza.

Sophia respondió con una sonrisa segura. "He estado a tu lado durante todo el día, ¿acaso lo has olvidado?"

Intrigado, Tomasz escuchó mientras Sophia explicaba su plan. "Podríamos hacerme pasar por personal de servicio de la casa", propuso. "Me mezclaré con el resto del personal y podré investigar discretamente si Alexander está dentro".

El oficial asintió, reconociendo la astucia de la propuesta de Sophia. "Es arriesgado, pero podría ser nuestra mejor oportunidad de obtener información", dijo.

Con determinación renovada, Tomasz y el oficial siguieron a Sophia, confiando en su ingenio para guiarlos a través de los obstáculos que se interponían en su camino. Con cada paso más cerca de la casa, la tensión en el aire crecía, pero también lo hacía la determinación de encontrar a Alexander y llevarlo a salvo a casa.

Con Sophia a la cabeza, se acercaron a la casa, preparados para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino. La noche estaba llena de peligros y incertidumbres, pero también de posibilidades y esperanzas. Juntos, estaban decididos a descubrir la verdad y traer a Alexander de vuelta a casa.

Sophia se sumergió en la tarea con determinación, consciente de la importancia de cada detalle en su disfraz. Se dirigió al baño, donde había sabido que se guardaba la ropa de servicio. La luz tenue de la lámpara creaba sombras danzantes en la habitación mientras Sophia se cambiaba con cuidado.

Primero, se puso una camisa de algodón blanco, ligeramente desgastada por el uso, con mangas largas y un cuello alto. La tela suave se ajustaba cómodamente a su piel, haciéndola sentir como si se estuviera deslizando en un disfraz hecho a medida para su papel. Luego, se enfundó en un chaleco negro, añadiendo una capa de autenticidad al atuendo de servidumbre.

Después, se puso una falda larga de color oscuro, con pliegues delicados que le daban un aire de modestia y humildad. La falda se ceñía a su cintura con un cinturón de cuero desgastado, completando el conjunto con un toque de rusticidad y autenticidad. Para finalizar, se calzó unos zapatos negros de cuero gastado, cuyas suelas desgastadas resonaban suavemente en el suelo de madera mientras se movía.

Una vez vestida, Sophia tomó un delantal blanco de lino y se lo anudó alrededor de la cintura, asegurándose de que quedara perfectamente ajustado. El delantal añadía un toque final al disfraz, evocando la imagen de una sirvienta dedicada y trabajadora, lista para cumplir con sus deberes con diligencia y eficiencia.

Con su disfraz completo, Sophia se estudió en el espejo, evaluando su apariencia con ojo crítico. Estaba satisfecha con el resultado, viendo a una mujer transformada ante sus ojos, lista para infiltrarse en la casa y llevar a cabo su misión con determinación y astucia.

Con paso decidido, Sophia salió del baño y se dirigió hacia la cocina, donde sabía que podría encontrar una entrada discreta a la casa. El suelo de la cocina estaba frío bajo sus pies mientras avanzaba con cautela, su corazón latiendo con anticipación mientras se acercaba cada vez más a su objetivo.

Una vez en la cocina, Sophia se movió con agilidad, aprovechando cada sombra y cada escondrijo para evitar ser detectada. Los sonidos de la casa resonaban a su alrededor, mezclándose con el suave murmullo de la tarde que se filtraba por las ventanas entreabiertas.

Sophia se deslizó con cautela por los pasillos de la cocina, manteniéndose oculta en las sombras mientras observaba el bullicio de actividad que se desarrollaba a su alrededor. Los aromas tentadores de la comida recién preparada flotaban en el aire, mezclándose con el suave murmullo de conversaciones y risas distantes.

Se acercó sigilosamente a uno de los cocineros que estaba ocupado preparando un plato en la encimera, esperando el momento adecuado para abordarlo sin levantar sospechas. Cuando el cocinero se volvió hacia ella, Sophia le dirigió una sonrisa amistosa, tratando de ocultar su nerviosismo detrás de una máscara de tranquilidad.

"Disculpe, ¿podría ayudarme con algo?" preguntó con voz suave, esperando que su disfraz de sirvienta fuera suficiente para ganarse la confianza del cocinero.

El cocinero la miró con curiosidad, evaluando su apariencia con una mirada escrutadora antes de asentir con la cabeza. "Claro, ¿en qué puedo ayudarte?"

Sophia se esforzó por mantener la compostura mientras el cocinero le entregaba una botella de vino blanco. "El Dr. Von Braun ha pedido una botella de este vino blanco para acompañar su lectura en la sala", explicó, esperando que su solicitud fuera recibida sin problemas.

"Entiendo. Lo llevaré personalmente al Dr. Von Braun", dijo, guardando la botella con cuidado antes de dirigirse hacia la sala de lectura.

Sophia había logrado su objetivo sin levantar sospechas, y ahora estaba un paso más cerca de encontrar a Alexander y cumplir con su misión.

Con habilidad y determinación, Sophia se abrió paso por los pasillos de la casa, manteniéndose oculta en las sombras mientras se acercaba cada vez más a su destino. Cada paso era un acto de coraje y astucia, cada movimiento calculado y preciso en su camino hacia la verdad.

Sophia se acercó con cautela a la sala de lectura, donde el Dr. Von Braun se sumergía en las páginas de un libro titulado "La revolución de la ciencia" del Sr. Eugen Dühring. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras llevaba la botella de vino blanco y una copa hacia una pequeña mesa cercana al Dr. Von Braun. Con manos temblorosas, colocó la botella con cuidado y sirvió en la copa un poco de vino, tratando de hacer el menor ruido posible.

Sin embargo, antes de que pudiera retirarse, el Dr. Von Braun levantó la mirada del libro y la fijó en ella con una intensidad que la hizo sentir como si estuviera siendo observada por un halcón. Su pulso se aceleró mientras intentaba controlar su respiración, consciente de la mirada penetrante del Dr. Von Braun sobre ella.

"Gracias, querida", dijo el Dr. Von Braun con una sonrisa que no alcanzaba a alcanzar sus ojos. Extendió una mano hacia ella y tomó la suya con un agarre firme, sujetándola de manera sorprendente por la muñeca.

Sophia se sintió atrapada en su mirada, paralizada por la presión de su agarre y la intensidad de su mirada. Tragó saliva con dificultad, buscando desesperadamente una manera de escapar de la situación incómoda en la que se encontraba.

"¿Podrías hacerme el favor de traer unos bocadillos de pato para acompañar este delicioso vino?" preguntó el Dr. Von Braun, su tono de voz suave pero cargado de autoridad.

Sophia asintió con rapidez, deseando liberarse de su agarre y escapar lo más rápido posible. "Por supuesto, señor. Inmediatamente", respondió, tratando de ocultar su nerviosismo detrás de una máscara de profesionalidad.

Con un gesto de agradecimiento, el Dr. Von Braun finalmente liberó su mano, permitiéndole retirarse de la sala de lectura con un suspiro de alivio. Mientras se alejaba, se prometió a sí misma que haría todo lo posible para cumplir con la tarea que se le había encomendado y salir de esa situación incómoda lo más rápido posible.

Sophia avanzó con cautela por los pasillos de la lujosa residencia, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras buscaba desesperadamente a su amigo. Finalmente, llegó a una habitación muy iluminada pero cerrada, donde encontró a Alexander, encerrado en una habitación y visiblemente golpeado, con una mordaza en la boca que le impedía hablar.

Un torrente de emociones la invadió al ver a su amigo en ese estado. Su corazón se encogió de dolor y rabia al contemplar las marcas de violencia en su rostro y su cuerpo, pero también sintió un alivio abrumador al encontrarlo con vida.

Sin perder un segundo, se apresuró a liberarlo de sus ataduras, desatando las cuerdas con manos temblorosas pero decididas. "Alexander, tenemos que irnos de aquí", susurró con urgencia, ayudándolo a ponerse de pie una vez que estuvo libre.

Alexander la observó con ojos rebosantes de agradecimiento y decisión, afirmando con un ligero movimiento de cabeza para mostrar su acuerdo. A pesar del sufrimiento y la fatiga que lo abrumaban, su ánimo permanecía inalterado; las últimas horas le habían tratado bien, había ingerido comida y bebida sin inconvenientes.

Juntos, se abrieron camino a través de los laberínticos pasillos de la mansión, evitando a los guardias y a cualquier persona que pudiera interponerse en su camino.