Suzaku miraba la ventana del tren con una expresión melancólica instalada en su rostro.
Asia mientras tanto estaba degustando los aperitivos que les habían traído, pero se dio cuenta de la morriña que irradiaba Suzaku.
No la conocía casi nada pero a pesar de eso ella también había colaborado bastante para rescatarla, así que le debía un enorme favor.
Y si podía ayudarla, lo haría sin dudar.
-¿Qué ocurre Suzaku-san? -preguntó Asia posando sus ojos esmeraldas en la figura de Suzaku, quien estaba sentada frente a ella.
La Himejima despegó sus ojos del cristal de la ventana y viajaron lentamente hasta detenerse en Asia, notando la preocupación en sus ojos.
Tampoco conocía casi nada a Asia aunque sí sabía sobre varias cosas de su vida. Así que no habría ningún problema en hablar con ella.
-Asia-san... ¿tú crees que realmente es posible encariñarte con una persona a la que acabas de conocer? -preguntó Suzaku mirando a la monja.
Asia la contempló con confusión durante unos instantes, pero tras asimilar la pregunta asintió fervientemente. La pregunta le vino como anillo al dedo y desde luego ya tenía su repuesta.
-Yo conocí a Goku-san hace dos días pero aun así se ha convertido en alguien muy importante para mí -contestó Asia juntando sus manos- Él... es mi héroe. Me mostró que aún podía ser feliz.
No hacía falta decir porqué. Goku le había dado de comer, jugó con ella, dio un paseo con ella y le rescató de las garras del eterno abismo.
-Sí... él es una persona maravillosa -asintió Suzaku entendiendo lo que sentía Asia por Goku.
Y sabiendo la difícil vida que Asia había tenido con razón tenía tales sentimientos hacia Goku, él era una gran luz en este mundo de oscuridad.
Asia vio la leve confusión que destellaban los ojos carmesíes de Suzaku, y una pequeña duda surcó sus pensamientos en aquel instante.
-¿Él también es alguien importante para ti Suzaku-san? -preguntó Asia con curiosidad y Suzaku la miró al escuchar su cuestión.
-Yo tampoco tuve una vida fácil... cuando murió mi tía me nombraron como la futura heredera de mi clan -respondió la chica suspirando- Y nunca pude ser feliz como me habría gustado, pero...
De repente comenzaron a sucederse en su mente recuerdos que vivió con Goku en este pequeño y efímero intervalo de tiempo.
"A mí también me gustaría conocerte mejor Suzaku-san. ¡Por lo tanto seamos amigos!"
"Perdona si te hice preocupar"
"Después de todo soy tu amigo, ¿no?"
"Entonces... Si quieres que duerma contigo esta noche, no hay problema realmente Suzaku-san"
"Woaahh, huele a Suzaku-san"
"He disfrutado mucho contigo estos días y me gustaría que pudiéramos seguir viéndonos"
"Con tu rostro tan cerca pude comprobar que realmente eres bastante hermosa Suzaku-san"
"Se sintió bien cuando me abrazaste"
"Gracias por todo... Suzaku-san"
Muchas cosas vividas en poco tiempo confundieron su mente, no tenía muy claro lo que sentía por Goku pero sí que sabía algo.
-Pero cuando estoy con Goku-san... todo eso deja de importar, cuando estoy con él no soy la heredera del clan Himejima, simplemente... soy yo, una simple chica de veinte años, él fue la primera persona que me trató por quién soy de verdad... Así que sí, es importante para mí -contestó Suzaku con una hermosa sonrisa.
Todo lo que le había dicho a Asia era la epítome de sus pensamientos, que culminaron en el beso que le dio en la mejilla antes de despedirse.
Suzaku se sonrojó intensamente al revivir ese recuerdo que atesoraría, dado que era la primera vez que besaba a alguien y el único que de veras lo merecía era Goku... no estaba arrepentida.
Goku la había tratado como la persona que era, se esforzó en conocerla, le ayudó sin pensárselo dos veces confiando plenamente en ella y le dejó vivir en su casa, llegando a cederle su cuarto.
Y claro, en ese lapso de tiempo le hizo reír en incontables ocasiones como pocas veces había hecho en los últimos años, además de las veces que Goku la había avergonzado sonrojándola.
Por esas muchas razones se había ganado un lugar en su corazón, y quién sabe si al final terminaría ganándose el corazón entero.
No era una tarea imposible.
Asia asintió escuchando todo lentamente y comprendió, aunque era lo mismo que ella sentía por Goku y las razones eran algo distintas.
-Mmm entiendo Suzaku-san, pero no deberías estar triste... ¡estoy segura de que Goku-san y tú pronto se volverán a ver! -Asia intentó animar a la Onmyouji mostrando una sonrisa llena de fulgor.
Ella también mantenía la esperanza de que pasara lo que pasara, se volvería a ver con Goku y con Issei... esa promesa nunca se rompería.
Suzaku esbozó una sonrisa ante aquellas palabras. No tenía caso tener la mente nublada ahora, muchísimas cosas estaban por venir.
"Después de todo tenemos una cita"- pensó Suzaku entrecerrando sus ojos carmesíes, y esperando anhelosamente aquella cita.
Más tarde.
Luego de un par de horas viajando a lo largo del vasto territorio japonés, el tren de alta velocidad se detuvo; por fin habían llegado a su destino.
-Uh... parece que hemos llegado -habló Asia sin poder contener el entusiasmo en su voz, no pudo pegar ojo en todo el viaje por la curiosidad.
-Así es, vámonos -añadió Suzaku levantándose con su bolso en mano y Asia tomó el suyo, que contenía ropa que compró con Goku y Suzaku.
Ambas se encaminaron por el pasillo que conducía hacia la salida. Como viajaron en clase VIP no había ninguna cola larga para salir.
Fácilmente salieron y después de bajarse del tren, un olor exótico penetró las fosas nasales de Asia suscitando un sonrojo en sus mejillas.
Suzaku no lo sintió dado que llevaba media vida viviendo en Japón, así que sin perder más tiempo se adentraron en la estación de tren.
-¿Te apetece un batido Asia-san? -preguntó Suzaku mientras detenían sus pasos frente a una máquina expendedora con bebidas y refrescos.
-N-no me gustaría molestarte Suzaku-san -la monja negó sonriendo amablemente, no quería que la Himejima gastara su dinero por ella.
-Tonterías, no es una molestia para mí -insistió Suzaku con una sonrisa y metió una moneda en la máquina, de la cual salió un batido de fresa.
-¡Muchas gracias Suzaku-san! -exclamó Asia felizmente recibiendo en sus manos el batido y sin perder ni un segundo abrió su bebida.
Suzaku sonrió al verla alegre y tomó para sí misma una pequeña botella de agua. Su sonrisa se ensanchó al recordar esa noche con Goku.
Caminaron sin prisa alguna disfrutando cada una de su bebida, hasta que finalmente salieron de la estación de tren y frenaron sus pasos.
Las cejas de Suzaku se alzaron levemente al ver a cuatro individuos frente a ella. Una suave sonrisa se instaló en sus labios al instante.
-Ara, vaya recibimiento tan cálido -habló Suzaku mirando a los cuatro quienes sonrieron a su vez- Azazel-san, Lavinia, Oji-sama, es bueno verlos.
-¡Oye también estoy aquí! -protestó el único al que no había nombrado Suzaku, un pelinegro con cabello corto que iba vestido de mayordomo.
-No me he olvidado de ti, Tobio -Suzaku se rió ligeramente y Tobio atenuó su expresión sonriendo mientras cruzaba sus brazos.
Tobio era su primo segundo, su abuela Ageha Ikuse formó parte de la familia Himejima pero por ciertas razones desertó, eso provocó que a Tobio le vieran con malos ojos en el clan.
Uno de los objetivos de Suzaku cuando sea la líder oficial del clan Himejima era hacer que él sea reconocido como miembro lícito del clan.
-Ara Suzaku-san, pensé que traerías contigo al chico que te ayudó en tu misión -habló Lavinia con una sonrisa instalada en su bello rostro.
Suzaku les había mandado ayer un mensaje diciendo que la misión fue un éxito y que gracias a la ayuda de un chico todo salió bastante bien.
No les dio detalles así que era normal que Lavinia, Tobio o Azazel quisieran saber más sobre quién era la persona que le ayudó.
-No era necesario que él viniera... -habló Suzaku con una pequeña sonrisa- Por cierto Azazel-san, ella es Asia Argento de quien te hablé ayer.
Azazel le había informado antes que existía la probabilidad que los caídos afiliados a Kokabiel usaran a alguien con Sacred Gear de curación.
Era lógico pues si Kokabiel quería una guerra eso derivaría en numerosas bajas, necesitarían a alguien para sanar a los heridos en batalla.
Y ahí entraba Asia.
-Así que mis sospechas estaban en lo cierto -murmuró Azazel acariciando su perilla y caminó hacia Asia- Yo~ como oíste me llamo Azazel.
-¡M-mucho gusto Azazel-san! -Asia respondió rápidamente por mera inercia pero en su mente el nombre de 'Azazel' le sonaba de algo.
¡Ya lo recordaba! Así era como se llamaba el líder de los ángeles caídos, entonces este hombre que estaba frente a ella era...
-No temas pequeña -habló Azazel al ver el estremecimiento de Asia- Esos caídos que te atacaron no están bajo mi autoridad.
"Aunque en parte fue mi culpa por no haberle prestado atención a los movimientos que hacía Kokabiel"- pensó Azazel lamentando aquello.
-De hecho con la ayuda de Azazel tendrás un nuevo y mejor hogar -habló Suzaku poniendo una mano en el hombro de la monja, quien sonrió.
Confiaba plenamente en Suzaku.
-Así es, mañana mismo estarás ahí -añadió Azazel con una cálida sonrisa y Asia asintió- ¿Qué más pudiste averiguar Suzaku?
-Habían exorcistas renegados colaborando y todo apunta a que Satanael actuará muy pronto -informó Suzaku con seriedad- Pero nada más.
Lavinia apretó sus puños al oír ese nombre, por su culpa su maestra la había traicionado uniéndose a él y a los magos del reino de Oz.
"Princesa de hielo" era el apodo de Lavinia debido a la increíble magia que dominaba fruto de su Longinus, pero todo fue por su maestra.
Descubrir que su mentora se había aliado al enemigo fue un golpe duro para ella, por eso le tenía un enorme rencor al Cadre Satanael.
-Bien, ¿a mí tampoco me hablarás sobre el chico que te ayudó? -preguntó Azazel con una pequeña sonrisa y Suzaku negó lentamente ante aquello.
-Sólo diré que es bueno usando dagas y con eso venció a cuatro ángeles caídos -respondió Suzaku dejando jadeante a Azazel y demás.
-Si eso es así... ese muchacho tiene un potencial gigantesco, si le llevara a Grigori para entrenar se convertiría en alguien temible -manifestó Azazel con la mano en la barbilla mientras indagaba.
-O unirle a Slash Dog -propuso Tobio sonriendo.
-¡Sería genial! -exclamó Lavinia con curiosidad.
Tobio había formado un grupo llamado 'Slash Dog' en honor a su Longinus, varios formaban parte de aquel grupo entre ellos Lavinia.
Mientras estos hablaban el otro hombre del grupo se acercó a Suzaku, era de mediana edad, pelinegro y tenía una oscura barba poblada.
Su nombre era Barakiel.
-¿Pudiste hablar... con ella Suzaku? -preguntó Barakiel mientras sus ojos relucían una gota de esperanza en un mar de tenebrosa tristeza.
-Sí, pero sigue igual... Akeno se niega a aceptar la realidad y yo ha estoy cansada de hablar con ella -respondió Suzaku frunciendo el entrecejo.
Barakiel perdió el resplandor en sus ojos al instante, lo único que anhelaba en este cruel mundo era poder reunirse con su hija.