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Extra 5: Te amo.

"Mientras estemos juntos tengo la sensación de que podríamos superar cualquier dificultad, rezo sinceramente para que días como estos, continúen así por siempre"

 Yuki no Hana. Mika Nakashima.

Nunca fui alguien que prestará atención a la fluidez del tiempo. Que notará como se desvanece entre las manos sin retorno. Fue necesario diez días para enamorarme, y van diez años amándote.

Las personas pueden creer que esto es estúpido e ingenuo.

¿Dependencia emocional? ¿Obsesión?

Idioteces.

Puras mierdas.

Sé que a veces, cuando contás nuestra historia, todos nos miran como un par de locos. No niego que yo también hubiera sido el primero en decirlo.

Muchas personas se enamoran a primera vista, creen que vivirán juntos hasta el ocaso del alma. El problema es que esa vaga ilusión se desploma con el transcurso de la cotidianidad. Al contrario de ese tipo de gente, yo no fui capaz de verte entre la multitud que me rodeaba.

Siempre me lamento de ello ¿Cómo no te reconocí? ¿Por qué fui tan infantil?

Ya no importa ahora.

A veces me gustaría poder decirlo todo el tiempo.

Te amo.

Solo espero a que te duermas y me atrevo a confesarlo. Tengo miedo de decirlo y despertarme tal vez de un sueño.

Si es un sueño no quiero despertar, si estoy muerto, no quiero revivir, y si estoy vivo, quiero morir a lado tuyo.

Así es lo que te amo.

Me pierdo en tu sonrisa llena de dulzura hacia mí. Tus ojos brillan de una manera especial, y tu piel sigue radiante, suave y cálida al tacto. Seguís teniendo esa aura particular que hace agitar mi pecho. 

Aún recuerdo cuando salieron los primeros cabellos blancos, te daban un aire de madurez y sofisticación. Nunca imaginé que, a las horas de que los descubrieras, volvieras sin ellos. Sé que a veces temes por tu edad, crees que esos pocos años que nos llevamos son una gran brecha. Que por algún motivo me apartaría de vos por esa insignificancia.

Si supieras…

El que teme todos los días perderte soy yo.

Por qué nunca fui afortunado, tengo miedo a que un día te despiertes y veas lo insulso que soy. Que descubras que podés estar con alguien mejor. Si algún día sucede, sé que intentaré convencerte de que puedo mejorar. Pero si tus ojos no me miran como lo hacen ahora, como la hacen desde el inicio, ya no tendría sentido.

Pero aunque ya no me amarás, aunque sienta que muero, verte pleno, es lo único que necesito.

Te amo lo suficiente para hacerte feliz todos los días.

Te amo lo suficiente para dejarte libre si ya no me amas.

Te amo lo suficiente para solo conformarme con la calidez de tu mirada.

Te amo Lían.

El cuaderno se cierra, Soichi fricciona sus parpados cansados. A lo lejos, los gritos festivos de su esposo lo llaman, es año nuevo.

Bueno, faltan minutos para que lo sea.

La familia creció, Hiroshi está de cuclillas junto a sus dos sobrinos. Hace círculos y formas al aire con el pequeño fuego artificial que crea estrellas.

La niña tiene cuatro años, y unos hermosos ojos verdes afilados. Su cabello castaño bien arreglado por el momento, su padre ha corrido toda la noche tras ella para que no deshaga las elaboradas trenzas.

El niño a su lado tiene la misma edad, sus hermosas almendras grises miran con asombro el gran desempeño de su tío.

 María y Lían sirven las copas para brindar a las doce en punto. 

El jardín del hogar al que se mudaron cuando decidieron agrandar la familia es amplio, rebosante de verde y aromas florales.

El nuevo abuelo entra corriendo al jardín, cargando consigo la bandeja con cosas dulces para deleitar luego del brindis. Javier mira con coquetería a su esposa, desde que Lían y Soichi se embarcaron en la decisión de tener sus hijos, ella viajó a Buenos Aires para ayudarlos, quien diría que aquel señor conquistaría y enamoraría a la reticente mujer. 

La pequeña Hanna y el pequeño Yuto corren hacia su padre al verlo acercarse a ellos. Soichi, les acaricia la cabeza y les sonríe con ternura. Lían se aproxima, notando que falta un minuto para las doce. Con delicadeza, toma al niño entre sus brazos y lo alza suavemente, mientras que Soichi hace lo propio con la niña. Acomoda el vestido de Hanna con cuidado, y ella reposa en su hombro con una sonrisa radiante.

Faltan treinta segundos.

Se acercan a la mesa, y cada uno toma una copa.

Faltan quince segundos.

En un instante, ambos esposos se encuentran con la mirada. Soichi sonríe, sus ojos brillan con una mezcla de alegría y nostalgia, mientras entrecierra y abre los labios, diciendo algo en silencio.

Lían cierra los ojos captando el mensaje, y le devuelve las mismas palabras sin sonido y con una sonrisa cargada de emociones.

Son las doce.

Bajo el firmamento estrellado, los juegos artificiales se despliegan en el aire, decorando con destellos de luz la oscuridad de la noche. Como hadas fugaces, las flores de colores se abren en el cielo, desplegando su belleza efímera ante los ojos asombrados de quienes las contemplan. Miles de pétalos, caen lentamente y se desvanecen en el éter, fundiéndose con la brisa nocturna.

Con las copas en alto, cada gesto es una oda a la alegría compartida, una celebración de la vida y de los lazos que nos unen. Las sonrisas se multiplican, reflejos de la luz que ilumina los corazones en esta noche mágica.

Es un momento suspendido en el tiempo, donde el mundo se detiene para contemplar la belleza efímera de un instante.

Un año nuevo comienza. 

Un año más, para ser feliz.