Luego de la exitosa operación de Chengwu, Xia Zhi, decidido a vengar a su hermana, tuvo tiempo para atacar la computadora de Tianxin.
Finalmente, logró entrar a su computadora, pero aquellos eran los mensajes que lo esperaban tras su esfuerzo.
Estaba furioso leyendo la forma en que Tianxin y estas desconocidas criticaban severamente a su hermana.
—¡Esto es demasiado!
Xia Zhi empuñó sus manos fuertemente apretadas; las venas del dorso de su mano reventándose. Había fuego en sus ojos, como si estuviese mirando la foto de su archienemigo.
Xinghe había terminado recién de lavar la cara y brazos de Chengwu. Se dio vuelta para enjuagar las toallas. Vio la cara de Xia Zhi y preguntó: —¿Qué te pasa?
—No es nada... —dijo rápidamente Xia Zhi, mientras cerraba de golpe la computadora portátil.
Temía que su hermana pudiese ver lo que escribieron acerca de ella, pero sus acciones sólo aumentaron su interés.
Xinghe, gentilmente, movió sus manos que cubrían la computadora portátil, se sentó a su lado y comenzó a leer.
Xia Zhi temía que ella se enojara, por lo que añadió rápidamente: —Esta gente no te conoce, así es que no te tomes en serio lo que dicen. En mi corazón tú eres la mejor mujer que existe, nadie es mejor que tú, especialmente no esta Chu Tianxin.
—¿Pirateaste su computadora? —preguntó Xinghe, mirando fijamente la pantalla.
Él no esperaba toparse con esos mensajes.
Si él hubiese sabido que la mujer era tan cruel, no la habría dejado ir tan fácilmente esa mañana.
—Hermanita, no te enojes, ahora voy a dañar su computadora. Le mostraremos —dijo apuradamente Xia Zhi.
Xinghe, que no estaba escuchándolo, preguntó: —Zhi, ¿realmente me he convertido en una momia arrugada en los últimos años?
—Por supuesto que no, más bien al contrario, ¡eres tan maravillosa como Cleopatra! No eres ni un poquito fea, confía en mí.
Xia Zhi hablaba desde su corazón. Los años difíciles habían endurecido sus rasgos, pero para Xia Zhi, eso sólo realzaba la belleza de su hermana.
Su apariencia no se acercaba a la de una diosa, pero aún podía ser considerada una belleza. A los ojos de Xia Zhi, ella era cien veces más hermosa que Tianxin.
Aunque Xinghe veía la verdad en las palabras de Tianxin y sus amigas, agregó suavemente: —Pero realmente somos pobres.
—Hermanita, voy a ganar mucho dinero en el futuro y sólo compraremos la ropa más cara. Nunca la lavaremos, porque cuando esté sucia, la botaremos. Siempre que veamos a Tianxin le lanzaremos nuestro dinero. Después de todo, ¡no es un crimen si matas a alguien con dinero!
Xinghe finalmente rió y dijo: —¿Quién te dijo que no es un crimen si es que usas dinero real para matar a alguien?
—Entonces, sólo se lo lanzaremos hasta que esté media muerta —respondió Xia Zhi firmemente.
Él juró que iba a ganar mucho dinero, para mostrarle a esa gente que los miraba de menos, que estaban equivocados.
Xinghe sabía que todo lo que decía estaba fuertemente influenciado por su ira, aun así, ella se confortó con sus palabras.
Su tío y Xia Zhi la habían protegido tanto y ella, por su parte, no quería que sufrieran nunca más.
—Zhi, cálmate. Veamos qué más tiene Tianxin en su computadora —le recomendó Xinghe.
Los ojos de Xia Zhi se iluminaron instantáneamente con la travesura.
—Bien, ¡en eso estoy!
Xia Zhi hizo un escaneo rudimentario de la computadora de Tianxin y notó que estaba llena de fotos hasta el tope.
La mujer debía ser increíblemente narcisista para tener más de diez mil selfies.
Había también fotos que se tomó con Mubai. En todas esas fotos, Mubai tenía la misma expresión: aburrimiento.
Xia Zhi conjeturó: —Hermanita, como hombre, puedo ver que Mubai no está realmente enamorado de ella.
—De quién esté enamorado no tiene nada que ver conmigo — respondió Xinghe, indolente.
Ella ya sabía que Mubai no estaba enamorado de Tianxin. El hombre tenía un corazón duro y frío como el hielo, por lo que no había ninguna mujer en este mundo que lo hiciera enamorarse.