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Sangre en la escuela de danza

Los crímenes contra las estudiantes de una academia de danza rompen con la tranquilidad de la ciudad de Montecristo. César y sus amigos llegan para resolver el misterio, pero durante su investigación comenzarán a destapar la corrupción que esconden sus habitantes.

SamCisneros_19 · Urban
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44 Chs

Mario confiesa

Marcos y Clarissa entraron detrás del alcalde a la habitación, entonces pudieron ver que Mario estaba despierto y era examinado por el médico. Antes de acercarse, don Andrés dijo en un tono triste.

—Me alegra saber que mi hijo está despierto, pero me siento preocupado.

—Tranquilo don Andrés —lo consoló Clarissa—, es un milagro que Mario esté despierto, así que no pierda la fe.

—Quizás, cuando vi que estaba abriendo los ojos, me emocioné mucho, sin embargo temo que haya secuelas.

—Es probable —añadió Marcos en un tono serio— pero seamos positivos, es probable que su hijo salga adelante.

Luego de que el médico terminara con el chequeo, se dirigió hacia el alcalde con una expresión seria. De inmediato el hombre preguntó angustiado:

—¿Se pondrá bien?

—He realizado algunas pruebas y respondió en un 70% a los estímulos. Afortunadamente las balas no dañaron nervios importantes, así que la terapia le ayudará recuperar gran parte de la movilidad.

El alcalde suspiró de alivio ante el diagnóstico esperanzador del médico. Clarissa y Marcos, también se alegraron de escuchar las buenas noticias. Tras esto, el doctor continuó hablando.

—Les recomiendo que tengan cuidado con lo que le dicen, no sería bueno que Mario se altere.

—No se preocupe —se adelantó Clarissa— nosotros lo cuidaremos.

—Bien, me retiro. Si necesitan algo, ya saben por dónde llamarme.

—Claro que sí, lo tomaré en cuenta —contestó don Andrés.

Tras esto, el médico abandonó la habitación. Entonces los tres se acercaron lentamente a la cama, y cuando llegaron, Mario miró a su papá con tristeza.

—Papá... —dijo débilmente, mientras una lágrima escurría por su mejilla.

—Calma hijo, no te esfuerces —señaló don Andrés con un tono de preocupación.

El joven negó con la cabeza e intentó moverse para levantarse, sin embargo los aparatos que tenía lo tenían atrapado. De inmediato, el alcalde lo detuvo.

—Hijo, no te muevas, puedes lastimarte... aún estás débil.

—Pero... papá... Lisa... —insistió.

Clarissa se sintió conmovida ante el esfuerzo de Mario para levantarse, que no pudo quedarse callada.

—Tranquilo Mario, ella está bien.

—Qui...ero verla —suplicó agitado.

—Hijo, no te preocupes, ella va a venir pronto.

—Quie...ro... ver... que... es... tá... vi... va...

—Lisa está bien —repitió Clarissa— Hace rato vino a verte, pero tuvo que irse porque tenía un asunto que resolver. Te aseguro que ella vendrá inmediatamente cuando sepa que te despertaste —afirmó con seguridad Clarissa, aunque en el fondo se sentía mal por engañarlo.

Mario estaba tan desesperado, que seguía moviéndose, por lo que don Andrés tuvo que alzar la voz.

—¡Mario! ¡Mario! No seas terco.

—Pa... pá...

—Ya te dijo Clarissa que Lisa está bien, por favor no te esfuerces.

—Yo... —Mario estaba tan débil, que se rindió ante la insistencia de su padre.

Cuando por fin se tranquilizó, don Andrés soltó a su hijo y se apartó.

Antes de que pudiera decir algo, Marcos sintió que su teléfono móvil vibraba. De inmediato lo sacó y abrió los ojos al leer el mensaje de César. Como pudo, trató de mantenerse calmado, y decidió salir de la habitación para leerlo con calma.

—Surgió algo, así que tengo que irme —dijo rápidamente, mientras caminaba a la puerta.

—¿Te acompaño? —sugirió Clarissa, que había notado la preocupación en su rostro.

—No es necesario, quédate con el alcalde y cuiden a Mario —dijo Marcos antes de salir y cerrar la puerta.

Clarissa estaba preocupada, pero confió en las palabras de su amigo. Luego de esto, volteó a ver a Mario, quien lucía bastante agotado.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

El hijo del alcalde la miró con una expresión de dolor y apenas pudo decir.

—Quiero... ver... a Lisa... —contestó débilmente.

—No te preocupes, ya te dijimos que ella está bien y vendrá pronto —respondió rápidamente don Andrés.

Mario suspiró y volvió a mirar a su padre con ojos de súplica.

—¿No me... mientes? Yo... yo... la estaba buscando, cuando...

—Calma hijo— lo interrumpió— ya sabemos lo que pasó y doy gracias al Cielo que saliste vivo.

—¿Pudieron salvarla?

—Sí, llegamos a tiempo y ella está bajo nuestro resguardo —afirmó el alcalde, tratando de mantener la compostura.

Clarissa sintió curiosidad por preguntarle a Mario cómo supo que Lisa estaba en peligro.

—Mario, quisiera preguntarte cómo supiste dónde estaba Lisa.

El joven suspiró y luego contestó con mucho esfuerzo.

—Yo... yo... recibí un mensaje de... Alberto.

Al escuchar este nombre, don Andrés y Clarissa se pusieron en alerta al escuchar ese nombre.

—¿Alberto? —preguntó el alcalde— ¿Alberto García?

Mario cerró los ojos, resoplando débilmente, y continuó hablando.

—Ese día... Alberto me... envió un mensaje... Dijo que... él sabía... dónde estaba... Lisa... Nos vimos... en un lugar... cerca de... la estación... Ahí me mostró... una cartulina... que decía... que ella estaba... en el campo...

Tras esto, Mario no pudo seguir hablando, ya que se quedó sin fuerzas, sin embargo, Clarissa pudo grabar esto último y se lo envió a sus amigos para que tuvieran la declaración de Mario.