Alex se detuvo y la miró cuando Abi levantó la vista. Parpadeó hacia él, sus grandes y hermosos ojos se quedaron en silencio implorándole que continuara leyendo. Pero Alex no se dejó convencer y lentamente cerró el libro.
—Leer para ti fue una mala idea —dijo—. Deberías estar durmiendo ahora mismo.
Abi frunció los labios. —Pero… la historia es interesante. Quiero saber qué pasa después.
—Pero necesitas dormir —Alcanzó y puso el libro encima de la mesita de noche—. Es hora de que duermas —insistió y sin esperar su respuesta, deslizó su cuerpo debajo de las cubiertas, frente a ella—. Leeré la continuación mañana por la noche.
—¿En serio? —Los ojos de Abi se abrieron de sorpresa y emoción.
—Puedo leerte un libro todas las noches si quieres que lo haga.
Los labios de Abi se curvaron en una gran y brillante sonrisa antes de que una suave y linda risita saliera de su boca.
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